La farsa
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Carpe Diem

La farsa

 


Es probable que el presidente municipal de nuestra ciudad de Oaxaca esté esperando que lo felicitemos por haber actuado, tarde y mal, para medio evitar la instalación de ambulantes.
Tomó la decisión mediática, no la apropiada: mandar a los sufridos policías municipales a cerrar calles y enfrentar a la mafia de vendedores que, en cuanto se atrevan a tocarlos, se victimizarán y gritarán por todo lo alto ¡represión! No, Oaxaca no necesita espectáculo circense, necesita soluciones definitivas por parte de las autoridades políticas, que para eso fueron electas.
Comercio y servicio callejero siempre ha habido, pero fue a partir de la crisis económica provocada por Luis Echeverría en los años 70 del siglo pasado que el problema se multiplicó debido al alto crecimiento demográfico de aquellos años, la alta inflación, las devaluaciones y el pequeño crecimiento económico que no tuvo la capacidad de absorber a la mano de obra que cada año se sumaba a la fuerza laboral.
Millones de campesinos abandonaron los campos de cultivo y emigraron a las ciudades en donde crecieron los cinturones de miseria de forma exponencial. Esa masa de población, carente de estudios y de recursos tenía muy pocas salidas, una de ellas fue el ambulantaje que, se creía, otorgaría un colchón para corregir el rumbo económico del país y darles alguna oportunidad en algún sector industrial en el futuro.
La crisis populista duró casi treinta años, lo que permitió el surgimiento de toda una cultura del ambulantaje que hoy, evolucionada, se ha convertido en una fuente de ingresos de la delincuencia organizada, misma que tiene como brazo político a las “organizaciones sociales” y sus respectivos líderes.
Los grupos de ambulantes fueron usados, desde un principio, como carne de cañón electoral. Los jóvenes no lo conocieron, pero existió dentro del PRI un “sector popular” manejado por la Confederación Nacional de Organizaciones Populares, la CNOP. Desde taxistas, urbaneros, carniceros, globeros, vendedores de revistas o boleros deberían estar afiliados para tener un permiso para trabajar en las calles. Eran el equivalente al “pueblo bueno” actual al servicio del poderoso en turno.
Cuando el PRI tuvo su ruptura nacional, en 1988 con el surgimiento del PRD, se rompió el monopolio del ambulantaje, se provocó un vacío de poder y se empezaron a crear las primeras mafias para llenar esos vacíos. Para ser ambulante ya no era indispensable estar en la CNOP, había otros grupos de poder que, a cambio de dinero, deban la protección necesaria.
Dado que los primeros ambulantes se dieron por la necesidad económica tenía una legitimidad que los justificaba a los ojos de la gente. Esa legitimidad la perdieron porque hoy no son ni víctimas ni desempleados, son mafiosos muchos de ellos.
La cultura de los tianguis, que viene desde tiempos prehispánicos, no debe confundirse con el ambulantaje. Los tianguis son mercados que sirven para que los pequeños productores vendan directamente; los ambulantes no producen nada, comercializan de manera informal toda clase de mercancía pirata, robada o de contrabando.
Cuando una persona se queda sin trabajo es poco probable que se meta de ambulante porque existen otras formas de trabajar, como lo es vender a través de las redes sociales. En ocasiones colocan, en la puerta de su casa una miscelánea, un puesto de antojitos o de algún otro alimento; las ventas por catálogo son otra forma de obtener algo de dinero.
Entrar al ambulantaje requiere ponerse de acuerdo, primero, con el dueño de la calle y eso significa pagar una fuerte cantidad de dinero por un lugar. Segundo, estar al servicio del mafioso que, lo mismo lo usará como acarreado para algún evento político que para comercializar droga, proteger a otros pillos o formar bandas delictivas. Al igual que algunos taxistas y muchos mototaxistas, los ambulantes son los proveedores de efectivo para sus dueños por concepto del derecho de piso.
Lo que hizo el presidente municipal al desplegar a la policía es pretender curar un cáncer con una aspirina. Los quitará de las calles por unos días, pero pronto volverán a estar ocupadas. Esta solución policiaca es una farsa porque, todos lo sabemos, en unos días volverán.
Detrás de lo evidente y superficial que es la mala imagen que dan a la ciudad hay otros problemas más profundos, como el hecho de que, una vez dentro del ambulantaje, será muy difícil que la persona quiera volver a trabajar en un empleo formal.
¿Cómo integrar a la economía formal a alguien que ya se acostumbró a vivir en las calles? Es libre de responsabilidades cívicas y administrativas, su obligación será contribuir con su clan, pero no con su ciudad y mucho menos con su sociedad.
El reto es grande, encontrar la solución definitiva, tanto para las personas como para la ciudad. Esta administración fallida no lo hará, solo administró la destrucción de la ciudad.

Twitter @nestoryuri