La ideología del turismo
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La ideología del turismo

 


Oficialmente no existe, aunque en la práctica se le pude llamar así a la construcción de la idea de que el turismo es la solución a nuestros problemas y que, entre más turismo, mejor estaremos, afirma el investigador portugués Agustín Cocola-Gant. Y normalmente es el propio Estado el que se encarga de crear tal idea, incompleta, por cierto, de lo que es la realidad del turismo, porque solo hablan de la cara bonita y ocultan que el turismo también tiene un lado negativo.

El Estado se encarga de crear la ideología del turismo con la intensa promoción que hace de nuestra tierra, lo que no es malo, lo malo está en no crear las políticas públicas que amortigüen el impacto social de la llegada masiva de turismo, principalmente, el encarecimiento de la vida, la gentrificación y los salarios tan bajos pagados en el sector.

Por ejemplo, con bombo y platillo, los gobiernos estatal y municipal celebraron que la ciudad de Oaxaca ganó el primer lugar en la categoría “Destino de Escapada Urbana” en México y América Central otorgado por los “World Travel Awards”. Es algo muy bueno, uno más de los cientos que entregarán este año, pero que servirá para masificar aún más nuestra ciudad.

Nuestro problema es que no hay suficientes fuentes de empleo en la industria manufacturera, ni tecnológica ni del gran comercio o de los grandes servicios, por tanto, el gobierno opta por hacer de la industria turística nuestro motor económico porque le resulta mucho más fácil hacerlo en este segmento que en el industrial.

No es nuevo que la permanente crisis económica se ha querido resolver mediante el turismo, así ha sido en sucesivos sexenios, aprovechando la globalización y el surgimiento de una poderosa clase media en los países más avanzados, que son nuestra clientela, porque rara vez vemos aquí a un peruano, nicaragüense o guatemalteco en plan de turista.

La llegada de turistas de clases medias y altas necesita ciudades con mejor infraestructura y servicios. Esto da inicio al fenómeno de la gentrificación turística, con los problemas sociales que provoca al desplazar a los pobladores originales hacia la periferia o, en el peor de los casos, hacerlos sentir incómodos en sus propios barrios ante la diferencia de poder adquisitivo con sus nuevos vecinos.

La llegada de más turismo significa una mayor demanda de todo: desde agua para bañarse hasta gasolina para desplazarse. El consumo local resulta afectado porque, a mayor demanda, mayores serán los precios que pagaremos por los bienes y servicios, como por ejemplo las tarifas de los taxis oaxaqueños, que son altísimas, o los boletos de avión, que están por las nubes.

Las características de nuestra tierra, sus recursos naturales y la riquísima comida han provocado que Oaxaca se convierta en una tierra de ocio para quienes tienen la capacidad de pagarlo.

Pero en el tema del ocio no estamos solos, competimos con todas otras ciudades turísticas de Oaxaca y del país. En aras de ganar esta competencia, se intensifica la gentrificación turística con su consecuente especulación inmobiliaria en donde lo que se busca es la mayor extracción de renta posible provocando la salida de pequeños negocios que, entre otras cosas, son lugares que usa la gente de barrio para socializar, como las estéticas y peluquerías, las carnicerías y las pequeñas misceláneas.

No hay forma de que la mayoría de los oaxaqueños puedan competir con los turistas en capacidad de ingreso, por lo tanto, lugares y bienes que antes eran de fácil acceso, poco a poco se han vuelto muy caros para el nivel de nuestros bolsillos.

El turismo en exceso provoca la privatización de espacios públicos. En Oaxaca el caso es especial porque muchos espacios públicos no han sido privatizados por empresarios sino por líderes de organizaciones sociales que se han apropiado de la Alameda, del zócalo, del andador turístico y de muchas calles y banquetas.

Existe vicios turísticos, como el turismo sexual, deterioro del patrimonio como las zonas arqueológicas, la adquisición de otros hábitos y costumbres, el aumento del tráfico de drogas y el consumo de alcohol, exceso de tráfico, exceso de ruido, especulación inmobiliaria, dependencia de una sola rama productiva, como lo estamos sufriendo por la pandemia, y otros muchos males. En el caso de las playas, la contaminación es un grave problema.

No es mala la promoción del turismo; lo necesitamos, como también necesitamos que el gobierno haga autocrítica y atienda los vicios que genera esta actividad. Así como se trabaja en la promoción turística, el Congreso y el ejecutivo deben hacer lo propio en la creación de políticas públicas que minimicen los efectos negativos que ya estamos padeciendo.

No hablar del lado negativo de la industria turística no quiere decir que no exista. Nos gusta el glamur, el folclor y la fiesta y cerramos los ojos a una problemática que está ahí, frente a nuestros ojos.

 

Twitter @nestoryuri