Hecho en Oaxaca
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Hecho en Oaxaca

 


(3º y último)

Como lo hemos afirmado en este espacio, crear un distintivo geográfico que certifique que los productos oaxaqueños sean realmente hechos en Oaxaca es una muy buena idea y un gran apoyo a los productores; lo malo es gestionarlo y aplicarlo sin tomar en cuenta la cosmovisión y cultura popular que nos caracteriza. Nuestra petición es que se tome en cuenta, con voz y voto, al sector cultural para otorgar las certificaciones pertinentes.

“Usualmente la economía no se ocupó de la cultura por entender que se trataba de un ámbito improductivo, identificado con el consumo, el gasto y el placer antes que con la producción, la inversión y el ahorro. Se asumía que allí existían lógicas con racionalidades resistentes al análisis económico y a las “leyes” económicas que circulaban valores extraños a los cálculos que se tenían por válidos en las demás esferas”. Rubens Bayardo, U. de Buenos aires.

La falta de una buena gestión de lo que podría ser un buen proyecto hace que la propuesta de certificación “Hecho en Oaxaca” confunda la gimnasia con la magnesia al pretender incluir la denominación geográfica y los procesos y la calidad del producto bajo un solo certificado cuando que, en los hechos, son dos cosas distintas.

Según el documento que regulará la certificación, se podrá negar el certificado sí, a juicio de la SE, el producto no cumple con la calidad que ellos pidan, sin especificar cuales son los parámetros que usarán para medir ésta.

Dado que la mayoría de los productos oaxaqueños son de carácter artesanal este asunto de los parámetros de calidad debe ser tratado con mucho cuidado porque lo más fácil para la burocracia será querer aplicar normas de inocuidad y procesamiento que rigen a la gran industria que elabora los ultra procesados. Lo ideal es que las certificaciones sean otorgadas por organismo independientes, pero eso no aplicará en Oaxaca, por tanto, el mejor equilibrio será la participación de la cultura en este proceso.

Para obtener el certificado se exigirán los papeles que toda entidad burocrática que se precie de serlo solicita: solicitud, identificación, muestra del producto, constancia de situación fiscal, documento de opinión de cumplimiento de obligaciones fiscales, poder notarial en caso de aplicar, aviso de funcionamiento ante Cofepris, título de la marca, carta bajo protesta en que se afirme no tener litigios contra el Estado y un documento que acredite las normas de calidad que apliquen para cada producto.

La enorme cantidad de requisitos es la invitación anticipada a la corrupción gubernamental. Pero los últimos tres son un exceso dadas las condiciones socioeconómicas y culturales locales. Registrar una marca es muy caro, no tener litigios contra el Estado es una medida dictatorial que nada tiene que ver con los productos oaxaqueños y, estar certificado en cuanto a la calidad de los procesos es una redundancia puesto que la misma SE dice que ellos lo verificarán en el lugar de producción. Este proyecto debe ser corregido antes de ser implementado, es decir, el gobernador no debe imponerlo con la redacción y planes en que está registrado.

La forma en que la cultura popular ha construido la fama de nuestros productos obliga a pensar que es necesario clasificarlos en la categoría de industrias culturales dado que producen y comercializan bienes reconocidos por la UNESCO como intangibles, es decir, todo aquello relacionado con la gastronomía. Y dar el reconocimiento a industrias culturales requiere forzosamente la conformación de equipos multidisciplinarios que vean más allá de la visión capitalista de meros artículos reducidos a su valor de intercambio.

La SE debe tomar en cuenta que los productos hechos en Oaxaca son creadores de fuentes de empleo y de arte y cultura culinaria con características de calidad propias y atributos muy diferentes a los de la industria de los ultra procesados.

Se debe valorar que la mayoría son pequeños productores de baja escala, cuya única posibilidad de sobrevivir es ofrecer calidad muy alta y conservar sus características originales y auténticas. Su producción está basada en prácticas ancestrales, recetas y métodos ajenos a la gran industria trasnacional.

Esto deja muy claro que lo que debe certificar la SE con este distintivo son tres cosas muy específicas: el origen geográfico del producto, su modo de producción artesanal y el uso de ingredientes reconocidos como auténticos en nuestra tierra.

Un distintivo que abarque estos tres aspectos básicos es una magnífica herramienta de apoyo a la comercialización de los pequeños productores, a quienes se les debe otorgar la categoría de “agro artesanos” y deben merecer el apoyo de instituciones como Aripo y Fonart. 

El peso económico de la cadena de producción gastronómica es enorme en Oaxaca, muy por encima de otras industrias y servicios, así que reconocer el trabajo de los pequeños productores es una obligación moral del Estado. 

Twitter @nestoryuri