¿Llorar por el Insabi o por los muertos?
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BARATARIA

¿Llorar por el Insabi o por los muertos?

 


Los oaxaqueños estamos entre quienes menos debemos llorar por la muerte del Insabi, ese esperpento o adefesio sanitario que el 1 de enero de 2020 sustituyó al Seguro Popular “que ni era seguro, ni popular” según su principal impulsor el ocurrente presidente, Andrés Manuel López Obrador. Un somero balance indica que dejó en ruinas la salud de los oaxaqueños a quienes debía proteger. Creció la cifra de oaxaqueños y oaxaqueñas sin seguridad social, no resolvió la carencia de unidades médicas, tampoco ha brindado atención oportuna o el combate de enfermedades de la pobreza.

Por el contrario, debemos llorar por lo que no hizo, dejó de hacer y, sobre todo, las muertes que contó y que, sin duda, muchas de ellas pudieron haberse evitado con, por ejemplo, mejor abasto de medicamentos, el mantener los niveles de vacunación, principalmente entre los menores de edad, recuperado los hospitales que se ofreció rehabilitar, ampliado la cobertura entre la población que carece de derechohabiencia a algún sistema de salud y, sobre todo, mejor prevención y atención oportuna a la pandemia de SARS-CoV-2 y en la estrategia de vacunación.

Van algunos datos duros. Al asumir la Presidencia de la República Andrés Manuel López Obrador, solo poco más de 665 mil de los oaxaqueños carecían de acceso a la salud, lo que representaba que el 16.5% de la población la cual no tenía garantizada su atención médica, ello en 2018 de acuerdo con estadísticas del entonces Seguro Popular, de la Secretaría de Salud, del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de los Informes anuales sobre la situación de pobreza y rezago social de la entonces Secretaria de Desarrollo Social, hoy Insabi.

Los gobiernos neoliberales, que tanto fustiga la 4T, pasaron la cobertura de salud del 45.2% de la población de Oaxaca en 2008 al 83.5% en 2018. El Seguro Popular, fue creado durante el sexenio del panista Vicente Fox Quesada como “un instrumento para proveer de aseguramiento en salud a la población que no era cubierta por ninguna institución de seguridad social”, indicó en 2006 la Comisión Nacional de Protección Social en Salud. Durante sus 14 años de existencia, hasta su desaparición sustituido por el Insabi, logró abrir la puerta del seguro médico a más de un millón de 440 mil oaxaqueños.

En 2008 los oaxaqueños sin ningún tipo de seguro alcanzaban más de 2 millones 40 mil de los 3 millones 800 mil habitantes, para 2018 los “sin seguro popular” alcanzaban las 665 mil personas. Es cierto, al trasladar esa carga directamente al IMSS, SSO o instancias estatales, se sobrecargó a los sistemas de salud estatales y al IMSS con la misma estructura hospitalaria, con mínimo crecimiento de personal y acentuando problemas como el desabasto de medicamentos, la deficiente atención y espera hospitalaria, entre otros muchos males. A ello debemos agregar la falta de inversión en salud de los siguientes gobiernos.

Pero la ocurrencia de desaparecer sin planear llevó a la desaparición del Seguro Popular, sustituido por un aborto llamado Insabi. Con esta “estrategia” la pandemia tomó al gobierno con los dedos en la puerta y avasalló a los mexicanos y a los oaxaqueños literalmente desprotegidos y sin un sistema de salud que pudiera responder satisfactoriamente para, en serio, salvar sus vidas.

Y los propios datos oficiales describen el desastre. En dos años 873 mil oaxaqueños perdieron su cobertura en salud. Para 2020 al menos 1 millón 538 mil 900 personas afrontaban carencia en cobertura, el trágico saldo de la desaparición del Seguro Popular y el desastre en que la 4T convirtió al Insabi.

Con la llegada imprevista del Covid-19 se demostró que el recién nacido Insabi enfrentaba los mismos problemas que el organismo al que había sustituido: falta de medicamentos, atención médica deficiente, y personal avasallado por la magnitud de la pandemia. La falta de coherencia y estructura del proyecto salieron a relucir durante los años de incertidumbre del coronavirus, lo que precipitó su desmoronamiento.

El martes, no sabemos si con anuencia del caudillo, Morena decidió desaparecer el Instituto de Salud para el Bienestar. Fue un fracaso, dilapidó miles de millones de pesos del Presupuesto, contribuyó al desabasto de medicamentos y a la ausencia de servicios de salud en el país. Hace meses que le pasaron su responsabilidad al IMSS. Es decir que se canceló el Seguro Popular, se extinguió su sustituto, el Insabi, y se trasladaron los pacientes al IMSS, al que solo le agregaron la palabra Bienestar para decir que es una nueva entidad.

No hay motivo alguno para llorar por el Insabi, los hay para llorar por las muertes evitables, por la carencia de insumos y por el desastre en que la 4T ha convertido al sistema de salud dejando más desprotegidos a los oaxaqueños. Son más de 6 mil 100 muertes por Covid-19; niños enfermos de cáncer muertos o cuyo fallecimiento hubiera sido más digno al contar con insumos y medicamentos para quimioterapias, tratamientos o cuidados paliativos.

El Insabi trasladará en apenas 180 días naturales los recursos y responsabilidades del Insabi al IMSS-Bienestar, sin planeación ni proyecto, la misma historia que se repite como comedia. La iniciativa ya ha recibido todo tipo de críticas, pues se asegura que el IMSS-Bienestar no cuenta con la capacidad ni con los recursos para atender las responsabilidades del Insabi, y porque, además, el mismo IMSS se encuentra “al borde de la crisis”.

No, no hay que llorar por el Insabi, hay que hacerlo por lo que nos espera.