AMLO no imaginó que su descabellado encuentro con el perdedor José Antonio Meade, terminaría con la luna de miel con las “benditas redes sociales” que tanto apoyo le dieron para ganar las elecciones con el discurso de combate a la corrupción y a la impunidad.
Su entreguismo con los que él mismo llama “los mafiosos del poder” lo define como defensor de oficio de un fracasado que no merece los calificativos: persona decente, buena y honorable.
Con asombrosa ligereza, rapidito y sin medir consecuencias, AMLO certificó oficiosamente las virtudes de quien en campaña grito voz en cuello, que el perdón y la amnistía propuesta por el tabasqueño, es una irresponsabilidad que ponían a los criminales en la calle.
No nos confundamos, en lo personal entiendo el interés de AMLO para tender puentes, sobar chipotes y buscar la unidad con los adversarios, pero eso no justifica apresurarse más allá de lo que la inteligencia aconseja.
La prudencia indica que debió esperar hasta tomar posesión como presidente para ese encuentro, y no en su domicilio particular donde solo se recibe a los amigos personales y a los familiares, nunca a los adversarios que tanto le faltaron al respeto en campaña.
Con otro resbalón así de escandaloso y torpe a AMLO, que ni se le ocurra someterse a la cacaraqueada consulta ciudadana con carácter revocatorio de su mandato. En tres años tendría que irse a “La chingada”, nombre de su rancho en palenque Chiapas, a descansar con la cola entre las patas.
Caso diferente es el de Ricardo Anaya, que con dignidad no ha pedido perdón a nadie. Seguramente espera que el futuro presidente tome posesión para hablar sobre la unidad nacional que todos necesitamos para bailar en paz.
El peje y el gozo se van al pozo
“Nobleza obliga, fue el primero que me hablo para reconocer que habíamos triunfado y desearnos que nos fuera bien”, se escucha en el video publicado en un mensaje en la cuenta oficial del tabasqueño refiriéndose a José Antonio Meade.
En lo personal, sé que nadie es perfecto, pero eso no justifica que los ciudadanos honestos estemos de acuerdo con la apresurada recepción en que AMLO se entrega en charola de plata al perdedor y llorón José Antonio Meade.
Al ver ese falso amiguismo, mi confianza para AMLO se reduce a dudas y a sospechosismos, porque eso de que “Nobleza obliga”, en este caso no tiene nada de noble y además, nada tiene de obligación.
AMLO se debió esperar a consolidar su equipo de colaboradores, y luego sin prisas y sin entreguismos hacer política especial con quienes hicieron todo, hasta la guerra sucia para que el pueblo no ganara la elección.
AMLO no está autorizado a traicionar a quienes apoyaron su proyecto para ganar la elección. Ya se le olvido que uno de sus principios éticos que tanto pregona es “no traicionar”, que poca memoria. Entregándose al representante de los “mafiosos del poder”, además le resta legitimidad y autoridad para luchar contra los corruptos y la impunidad.
En otras palabras, el peje y el gozo se van al pozo. Ante la debilidad del peje, es razonable que siga haciendo equipo con los rateros, y en ese caso, todos debemos cuidar nuestras carteras. Pues los cleptómanos se sentirán libres de robar con las cucharas grandes igual que en los mejores tiempos del PRIAN.
Desde este modesto espacio de opinión seremos los más férreos críticos de los resbalones de AMLO, porque el sospechosismo del pacto con EPN se retroalimenta con esos errores. Los 30 millones de votos que recibió del pueblo no se negocian con pilletes.
Esto es importante. Y ¡hay que decirlo!
Es mi opinión. Y nada más…