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Editorial

Compromisos

 


Dos anuncios presidenciales de convertirse en realidad ayudarán a transformar el rostro de la Sierra Juárez y la región de la Cuenca del Papaloápam: la rehabilitación de la carretera Oaxaca-Tuxtepec y la terminación del hospital de Ixtlán de Juárez. A poco más de seis meses de que concluya su gestión, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo el compromiso en lo que fue su última visita a San Pablo Guelatao.

Serán los marinos y soldados quienes puedan ser los responsables de la rehabilitación del camino de Oaxaca a Tuxtepec, con el compromiso de que se concluya en septiembre o, en su caso, pueda quedar avanzado de Oaxaca hasta Ixtlán. Para que sea la próxima administración federal la responsable de concluir una de las obras más demandadas por los oaxaqueños, pues esa ruta es la utilizada desde hace mucho, sin ampliaciones ni mejoramientos.

Al margen de las obras que la Federación realiza en la región del Istmo de Tehuantepec por el Interoceánico, nuestro estado requiere de una mayor infraestructura que ayuden a transformar su rostro. Ejecutar obras que ayuden a mejorar el bienestar de los oaxaqueños y no suceda como el tan llevado y traído Citybus, que después de millones de pesos invertidos terminó siendo una línea más de transporte.

La pasada administración concluyó con serios cuestionamientos, principalmente por el incumplimiento de obras, adeudos a proveedores y con mayores niveles de inseguridad. Con esa experiencia se espera que este gobierno ejecute proyectos ambiciosos en tiempo y forma y no suceda lo mismo que en el pasado, como con el Programa de Agua Potable, Alcantarillado y Saneamiento en Zonas Urbanas (APAZU), donde se derrocharon miles de millones de pesos y no se obtuvo nada.

Los oaxaqueños esperan eficiencia y transparencia cuando los gobiernos inviertan sus limitados recursos y donde se debe insistir en tener acceso a la información para ayudar a alcanzar esos objetivos, mediante la puesta de datos esenciales al alcance no sólo de nuestros encargados de tomar decisiones locales, sino también de los residentes a los que sirven.

 

Menos alimentos

 

El estrés hídrico tiene un impacto significativo en la producción agrícola y la calidad de los cultivos. La ausencia de agua, ya sea por falta de precipitaciones, sequía o riego deficiente, es un factor de estrés que afecta negativamente al crecimiento, desarrollo y rendimiento de las plantas. La sequía que padece México ha orillado a los agricultores a sustituir los alimentos que siembran. Es por ello que algunos estados han dejado de sembrar maíz y trigo y han apostado más por el frijol.

Si bien no puede sustituirse completamente el cultivo por las condiciones del suelo, es prudente considerar alternativas para ayudar a los agricultores a gestionar su producción en condiciones cada vez más comunes de estrés y escasez de agua. Algunas medidas preventivas incluyen seleccionar cultivos y variedades que sean más resistentes a las condiciones de estrés hídrico, cubrir el suelo con materiales que reduzcan la evaporación y, cuando sea posible, proteger los cultivos de condiciones ambientales adversas. Las sequías afectan el rendimiento y la calidad de los cultivos, dificulta el cultivo de alimentos y la escasez de lluvias provoca la pérdida de cosechas, lo que significa una pérdida económica para las comunidades de producción agrícola.

Si la sequía es duradera, puede generar desertificación, un proceso en el que las zonas se vuelven no sólo infértiles sino también inhabitables. Debido a que es difícil cultivar en tierras áridas, se produce escasez de alimentos para la población local. Esto puede provocar pobreza extrema y hambre en estas zonas, forzando la migración de las personas. La desertificación, la degradación de la tierra y la sequía, combinada con la actividad humana y los cambios ambientales, causan importantes pérdidas de suelo y una reducción de las defensas naturales contra incendios forestales e inundaciones.