Pasar de la tragedia a la comedia
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Opinión

Pasar de la tragedia a la comedia

 


 

Como todo, existe una cultura natural que nace por el solo hecho de la existencia por el otro, existe también la cultura como un quehacer humano. La cultura natural tiene como fundamento en lo sagrado. El hombre y lo sagrado es Uno y es una forma de existir. Por el otro, la cultura como quehacer humano, es la toma en sus manos de su destino. 

La constitución del régimen político tiene su fundamento en la existencia humana, esta existencia es la confluencia de muchos factores, entre estos la cultura, que constituyen la personalidad. Si esta personalidad no se conjunta con el régimen político, seguramente, tendrá fisuras, riesgos, errores, divergencias y contradicciones. El embone entre vivencia humana y régimen político es una necesidad correcta, lógica y coherente.

El régimen político debe estar en vinculación racional y lógica con la existencia humana, por ende, con la personalidad. Si esta personalidad, biológicamente, está fundamentada en lo esencial con el cosmos y con el universo, poco se puede interpelar. Si en lo psicológico esta personalidad está en la esencia de la humanidad, hay coherencia en la vinculación. Si existe diplomacia entre las personalidades en una sociedad, el régimen político tiene altos índices de estabilidad. La creación de una realidad humana espiritual cubre al régimen político de un humanismo que le da validez.

Si a lo anterior le agregamos la mentalidad humana, que es el resultado de la cultura, podemos asegurar que, si el régimen político tiene coherencia, será en relación con esta mentalidad. La divergencia del régimen político con la mentalidad social es causa de inestabilidad y de formas de gobierno que no se enchufa con esta mentalidad social o colectiva. Si existe una preeminencia del régimen político sobre la mentalidad social estamos ante un régimen incoherente, regularmente autoritario, desvinculado de la realidad social, será poco útil para la sociedad y tal vez solo útil para la clase política. Este tipo de régimen político adopta varias formas, pero, de ninguna manera, tiene naturaleza democrática.

Si el régimen político se enchufa con la mentalidad social se tendrá una coherencia, eficacia gubernamental y administrativa, pero no necesariamente democrática, pues se dependerá del tipo de mentalidad social. La democracia implica una mentalidad específica, por ejemplo, de respeto al estado de derecho, de valorar los derechos humanos, las libertades y de la persecución de la igualdad.

La cultura política democrática le es inherente a un régimen político democrático, no puede haber un régimen político democrático sin mentalidad social democrática, esta es una regla. A la vez, es imposible un régimen democrático sin una ciudadanía plena y participativa. En las sociedades, como en México, con poca cultura democrática, con una cultura política parroquial, acostumbrados a la poca participación política, a ser conducidos que a conducir, regularmente tenemos regímenes políticos burocráticos, verticales, de masas más que de ciudadanos, con liderazgos fuertes y populistas, estamos acostumbrados a una política de masas más que de ciudadanos.

El constructor del Estado mexicano, Porfirio Díaz, entendió que, sin la concentración del poder, era imposible la institucionalización del Estado mexicano. La Revolución así lo entendió también, creando el presidencialismo revolucionario e institucionalizado. La magia del presidente mexicano fue instalarse por encima de las clases sociales, a este fenómeno se le conoce como Bonapartismo.

Con la caída del régimen revolucionario en el año dos mil, se ha intentado transitar hacia un régimen democrático con la debida participación de los ciudadanos. Sin embargo, estamos en presencia, que los estudiosos italianos llaman interregno, en donde lo nuevo no acaba de nacer, ni lo viejo desaparecer. Con el régimen de la Cuarta Transformación regresamos al antiguo régimen: presidencialista, autoritario, centralizador, populista, burocrático y nacionalista.

Lo malo es que no se entiende que la historia se repite dos veces: como tragedia y luego como comedia. El régimen actual es una verdadera comedia, sin desconocer que también es una tragedia.