Posmodernismo y posverdad: la trampa del autoengaño
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Opinión

Posmodernismo y posverdad: la trampa del autoengaño

 


Vivimos actualmente un momento de relativización de la verdad y ensalzamiento del absurdo. Si bien la ciencia y la razón no son los únicos medios de conocimiento para acceder a la “verdad”, también existen otros medios para allegarse de ella. Existe el conocimiento científico, empírico, teológico, filosófico, matemático, intuitivo, practico, entre otros. El mirar el mundo con objetividad es fundamental para aquel que busca la realidad. En metodología de investigación, el método siempre se ajusta al objeto de estudio.

La ciencia se define como la búsqueda sistemática de la verdad, existe la falsa creencia de ver en la ciencia como una verdad absoluta, las respuestas pueden ser muchas. Pero, solo existe una única verdad: si hacemos esto, estaríamos olvidando la auténtica finalidad de la ciencia; que no busca formar conocimientos únicos e indiscutibles, sino, expandir continuamente los límites del conocimiento y hacernos más humanos, más pensantes, y parte del universo que nos rodea.

La subjetividad con la que se mira el mundo actual nos lleva peligrosamente a la construcción de una ficción, a un autoengaño, a la deconstrucción de la realidad para imponer al absurdo vía decreto. La normalización de la locura, pues.

En el discurso político prevalece la posverdad, conocida también como mentira emotiva, implica la distorsión de la realidad priorizando las emociones y las creencias personales frente a los datos objetivos. En la posverdad, los hechos objetivos tienen menos impacto que los argumentos emocionales y las creencias personales de quien construye un discurso con la finalidad de crear y modelar la opinión de las personas que le escuchan e influir en su conducta.

Esta manera de construir el discurso político y de vincularse con los ciudadanos se basa en la capacidad de generar confianza con afirmaciones y argumentos que parecen verdaderos, pero que en realidad ni lo son ni tienen base para serlo. La posverdad se ha convertido en una amenaza para la democracia y sus instituciones. A esto también se le conoce como populismo. Las encuestas de popularidad nos dicen que se consiente el engaño, se acepta la mentira sabiendo que es mentira y se justifica. Hay pues un autoengaño.

La posmodernidad se caracteriza por su cinismo, en el sentido de no creer demasiado en la sinceridad o bondad humana, ni en sus motivaciones ni en sus acciones, y expresa esta actitud mediante la ironía y la burla. Los posmodernos suelen presentar una astuta insolencia y una evidente distancia cínica.

La posmodernidad se caracteriza por su relativismo. No existen las verdades absolutas. Todo es relativo, no existe una verdad universal ni objetiva. Y eso implica desde el arte y las ideas que se tenían de belleza, hasta la moral, pues ahora no hay bien o mal absolutos, sino dependientes de circunstancias concretas.

A nivel general, puede decirse que lo posmoderno se asocia al culto de la individualidad, la ausencia de interés por el bienestar común y el rechazo del racionalismo.

Podemos concluir que el debate está entre los que sostienen que en realidad nada es excesivamente verdad y los que mantienen que existen la realidad y la verdad. Para los primeros, todo depende de la cultura y la sociedad, o sea, de la imagen y el relato, esto es, de la voluntad subjetiva o de lo que llaman construcción social. Por otro lado, estamos aquellos que defendemos la consistencia de lo existente, incluyendo las instituciones, las tradiciones o la biología.

El problema con estas corrientes es que pretenden destruir el conocimiento y el bagaje cultural que ha llevado toda la historia de la humanidad construir, para imponer el capricho como derecho. La ideología pretende imponer la dictadura de un pensamiento único, muy agresivo con quien reclama un poco de cordura y razón. El criterio pro persona, la discriminación, la intolerancia, el libre desarrollo de la personalidad, el interés superior de la niñez se ha utilizado como escusas para promover justamente lo contrario a lo que estos postulados dicen defender. Han sido el ariete para introducir la sin razón a la sociedad, trastocando sus cimientos.

En la posmodernidad ningún concepto es válido, la visión personal e individualista se impone como derecho y se obliga al otro a renunciar a la verdad y aceptar la mentira ajena, sabiendo que es mentira, tan solo para no ofender la ignorancia del otro.

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