Embarazo adolescente hoy
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Embarazo adolescente hoy

 


No es posible tener una visión clara y precisa de los contextos, de las modificaciones necesarias a las acciones estratégicas y políticas públicas, de la prospectiva y posibles obstáculos para alcanzar metas de corto y mediano plazo por parte de las instituciones al servicio de la ciudadanía, sino se miden. William Thomson Kelvin, físico y matemático británico acuñó la frase: “Lo que no se define no se puede medir. Lo que no se mide, no se puede mejorar. Lo que no se mejora, se degrada siempre”. En este sentido, contar con información actualizada, desagregada y medible, es además de un derecho, una responsabilidad social. Conocer y utilizar adecuadamente la información es fundamental para identificar características e indicadores de problemáticas sociales como lo es el embarazo adolescente.

En México, 23% de las y los adolescentes inician su vida sexual entre los 12 y los 19 años. De estos, 15% de los hombres y 33% de las mujeres no utilizaron ningún método anticonceptivo en su primera relación sexual, lo cual es indicativo de un diferenciado y más riesgoso inicio de la actividad sexual para las niñas. Al año se registran 350 mil embarazos adolescentes qué, en su mayoría, podrían ser evitados con una educación integral en sexualidad, desde una perspectiva de género y de adolescencias, un acceso más sencillo y gratuito a métodos anticonceptivos, entre otras.

Al interior de los hogares, en familia, las infancias y adolescencias no están teniendo, por lo general, oportunidad de obtener buena información, ni los elementos para hablar adecuadamente sobre sexualidad con sus progenitores, ni comúnmente hay el conocimiento ni la capacidad para contrarrestar el enorme bombardeo que el internet supone a los ojos de la niñez que se conecta sin supervisión. El internet puede tergiversar y maleducar en sexualidad brindando dada la evidencia de que lo que prevalece es un acceso no controlado de niñas, niños y adolescentes a las pantallas y a la pornografía, que es una industria fundamentalmente patriarcal y androcéntrica.

Por ello es crucial que madres y padres de familia se reeduquen en sexualidad. Es parte del trabajo que hay que hacer desde el Estado, pues ahora ya se hace, pero de manera tímida y poco contundente. Hay muchos atavismos, tabúes, machismo y desinformación por parte de las generaciones que tienen bajo su cuidado la formación de NNA. No basta con la escuela para abonar a la prevención del embarazo adolescente y desde luego no basta con hacer campañas dirigidas a las chicas, dejándoles a ellas toda la carga en el caso de un embarazo no planeado. Debe ser una responsabilidad compartida con sus parejas sexuales, porque ellas no se embarazan solas, de ahí la importancia del enfoque de masculinidades positivas desde la infancia.

Conocer datos como los derivados del Subsistema de Información sobre Nacimientos (SINAC) nos muestra lo urgente y necesario que es evitar que las niñas se conviertan en madres. Es innegable que las y los adolescentes inician su vida sexual activa cada vez a menor edad, por ello se hace indispensable el que como sociedad también actuemos.

En las comunidades, donde el embarazo adolescente está hasta cierto punto “normalizado” dadas las costumbres propias del lugar, es ciertamente a nivel local donde el cambio debe darse mayormente. Abonar a la toma de decisiones informada por parte de las y los adolescentes, es sin duda un buen comienzo.

Testimonios de mujeres que fueron madres en la adolescencia coinciden en desear que a sus hijos e hijas no les pase lo mismo. Reconocen que les hizo falta información sobre qué hacer y a dónde acudir. La mayoría de las jóvenes madres lamentan haber tenido que dejar la escuela, y especialmente el que sus parejas, los hombres, las hayan dejado solas, o que en el menor de los casos las apoya, pero no vive con ellas, el haber perdido a sus amigas, que todo hubiera cambiado en su vida y que, si no hubiese sido por el apoyo de sus madres, dicen “no sé qué habría pasado”.

La vida de una madre adolescente se caracteriza por el inicio de experimentar la responsabilidad de la adultez, aunque con las inseguridades y miedos de la niñez. Para los padres adolescentes en términos de estereotipos y desigualdad, pues no resienten mucho esos cambios. Me atrevería a decir que en su mayoría continúan con su vida.

Hagamos posible entre todas y todos, que sea diferente, que las masculinidades también cambien, que ese miedo e inseguridades se conviertan en oportunidades para su formación y posterior inserción económica y social, permitiendo que a la sociedad en general le aguarde un futuro más próspero.


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