Oaxaca ciudad de contrastes
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Opinión

Oaxaca ciudad de contrastes

 


Oaxaca es una de las más bellas ciudades de México y del mundo. Todo el año recibe a miles de visitantes que disfrutan de conocer su arquitectura colonial, de visitar los sitios arqueológicos prehispánicos cercanos, o los parques ecológicos que se encuentran en comunidades próximas; pero también, para probar su gastronomía, comprar artesanías o textiles, ver y adquirir obras de arte elaboradas por artistas oaxaqueños. 

Artistas plásticos, escritores y músicos nos visitan para inspirarse con sus colores, sus olores y sus sonidos. Los colores, los vemos en los mercados, en las fachadas de sus casas y edificios, o simplemente en el azul profundo de su cielo, que solo en Oaxaca se mira así, y que contrasta con la blancura de sus nubes. En el crepúsculo, ya sea del alba o en el ocaso, los matices de luz nos regalan un esplendoroso espectáculo. En Oaxaca, lo humano y lo divino se encuentran. 

Oaxaca se ha convertido en la capital cultural de México y del mundo.  Durante todo el año hay eventos donde se exponen las diferentes expresiones del arte y la cultura. La Ciudad de Oaxaca es una de las pocas ciudades que cuentan con un gran número de museos por número de habitantes. Recorrer a pie las calles de Oaxaca es todo un placer. 

El Centro Histórico de la Ciudad de Oaxaca fue declarado “Patrimonio Cultural de la Humanidad” en 1987 por la UNESCO, ya que es un ejemplo de ciudad virreinal y de los principios del México independiente, que alberga unos 1200 monumentos históricos de distintos tipos que reflejan la evolución de la ciudad desde el siglo XVI a principios del siglo XX, la cual conserva su traza original, su arquitectura típica y edificios representativos de una tradición cultural de más de cuatro siglos de arte e historia.

Oaxaca es también un crisol de ideas y pensamiento. El choque entre ellas provoca tormentas y remolinos. Pero Oaxaca somos los oaxaqueños.

El Tequio y la Guelaguetza son manifestaciones de la solidaridad y de cómo se mira la interrelación de unos con otros en una comunidad.

El contraste es parte de Oaxaca. Hay riqueza pero también pobreza. Hay unión pero también hay división. Oaxaca representa pasiones encendidas que conducen a la creación y construcción, pero también a la autodestrucción. Es como un balón estático, inmóvil, por las diferentes fuerzas que lo empujan en contrarias direcciones y que finalmente lo mantienen detenido.

El peor enemigo de los oaxaqueños somos los oaxaqueños. Los bloqueos constantes que solo perjudican a los propios oaxaqueños. El grafiti y las pintas, solo afectan a los propios oaxaqueños, al atentar contra nuestro propio patrimonio. Espantar al turismo es como escupir al aire, a todos perjudica aunque la actividad económica sea ajena a este sector. Incluso, el campo se ve afectado cuando el turismo se detiene.

Siendo Oaxaca tan visitada, resulta inexplicable el descuido en la seguridad de los peatones. Las calles son verdaderas trampas para quien camina distraído. Alcantarillas sin tapa, donde cualquiera puede caer, siendo más peligroso en temporada de lluvias donde no se ven; arbotantes y protectores de medidores de energía eléctrica en las casas, ponen en peligro la cabeza de transeúntes; bardas a punto de caer y cornisas en mal estado, donde en el mejor de los casos se señalan con una cinta o un letrero que nadie lee.

La falta de espacios para estacionamiento, el pésimo diseño de la circulación vehicular, el gran número de semáforos descompuestos y el caos vial son inaceptables en una ciudad que recibe a turistas, que en su mayoría se traslada en su propio vehículo. Los propios también nos merecemos una mejor ciudad.

Aunque en materia de seguridad nos encontramos en un rango aceptable en comparación con otras ciudades de México, lo cierto es que cada vez aumenta el número de asaltos tanto a transeúntes como a casas habitación, el robo de vehículos, así como la desaparición de personas. El narcomenudeo es ya una actividad común que solo las autoridades no ven.

Las contradicciones entre el derecho a manifestarse, el derecho al trabajo y el derecho al libre tránsito, son enredos que la autoridad tiene que resolver atendiendo la justicia.

Solo privilegiar el bien común sobre el egoísmo o los intereses particulares de todas las partes, tanto de autoridades como de ciudadanos, nos devolverá en la ruta de darle todo el esplendor que la Ciudad de Oaxaca y los oaxaqueños nos merecemos.

 

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