Herejías Económicas
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Opinión

Herejías Económicas

 


Soy uno de los miles de mexicanos que comenzaron el 2022 con un confinamiento obligado, una estadística con pocos síntomas. A diferencia de muchos, tuve la fortuna de contar con un claustro adecuado para no sufrir los horrores del contagio, una pila de libros y la sombra de un guayabo –a la distancia doblan campanas en honor a San Sebastián Mártir, protector de los devotos contra las pestes y los enemigos de la fe.

Escojo dos de los títulos que leí durante mi aislamiento para alimentar las reflexiones de esta columna: Cuatro Maestros del Abismo (Avispero, 2021) de Alejandro Beteta y El Siglo Solitario (Zopilote Rey, 2021) de Guillermo Santos. Se trata de obras escritas por jóvenes oaxaqueños, publicadas a finales del año pasado por editoriales independientes de nuestro estado. En ambos casos destaca la madurez y calidad de los retratos literarios que se esbozan en sus páginas, en los que converge la lectura de decenas de volúmenes que habitan los estantes de las bibliotecas del IAGO, herencia del maestro Francisco Toledo. Las dos obras reúnen reflexión crítica y sensibilidad estética, plasmadas en estilos muy particulares, brillante cada uno a su manera.

En Cuatro Maestros del Abismo, Alejandro Beteta (Oaxaca, 1990) recorre una nada común senda biográfica que comienza en el siglo XIX con el misántropo filósofo alemán Arthur Schopenhauer; continúa luego con su heredero intelectual, el artista de la herejía Friedrich Nietzsche; para seguir su camino a través del abismo del siglo XX con el escritor y flaneur suizo Robert Walser; cierra el círculo de la desesperación el pesimista rumano Emil Cioran.

El conocimiento desplegado en las páginas de esta obra pone de manifiesto un cúmulo de lecturas poco común para una persona tan joven, de cualquier persona de cualquier edad, de hecho, a no ser por los expertos en la materia que desde la academia han realizado estudios sobre estos filósofos y escritores. En el caso de Beteta la escritura no responde a dictado académico alguno, lo que le permite una libertad prosística que con tonos a veces filosóficos a veces irónicos, hurga la vida y obra de estos maestros cuyas vidas transcurrieron al borde de un abismo existencial. Si alguna objeción puedo hacer a esta lectura, es precisamente debido a la densa erudición de sus páginas, no por la erudición misma, sino porque llega a producir una monotonía del discurso –monotonía, eso sí, de muy alto nivel– que podría llegar a abrumar al lector no iniciado en la filosofía.

En El Siglo Solitario, Guillermo Santos (Oaxaca, 1989) recorre el siglo XX a través de los ojos y las palabras de cinco personajes excepcionales: el novelista austriaco Thomas Bernhard; el laureado Nobel de literatura, el húngaro Imre Kertész; el discreto escritor alemán W. G. Sebald; la pensadora y mística francesa Simone Weil; y el escritor, entomólogo y condecorado soldado alemán Ernst Jünger. Con un estilo sobrio que en su búsqueda de la palabra justa raya la pulcritud de la escultura –pulcritud que se extiende al cuidado en el diseño del libro–, Santos traza postales, más cercanas a la entomología que a la biografía, de cinco almas disimiles que convergieron en la caótica Europa del siglo XX.

Mezcla de collage y la mirada de un crítico de arte, se recogen en estos breves textos fragmentos de cinco vidas que estuvieron muy cerca del caos y la barbarie del periodo histórico al que el historiador Eric Hobsbawm llamó “la era de las catástrofes” –Kertesz llegó a pisar los patios de Auschwitz y Jünger combatió en varios frentes del ejército alemán–. Hitler es, inevitablemente, un nudo en el que se cruzan los hilos de una narración que atraviesa ruinas históricas mientras repasa con sentido crítico y estético las obras de estos insignes escritores cuya soledad fue más literaria que física, pero una soledad al fin. ¿Y qué soledad más grande existe que la de aquel que escribe para hacer más tolerables los horrores de la vida?

¿Cuál es la herejía económica? No otra que el arte y la filosofía en un tiempo y una sociedad que busca aumentar la productividad incesantemente, fomentando el consumo irreflexivo de mercancías y entretenimiento. Que en medio de esta coyuntura economisista existan mentes jóvenes dedicadas al cultivo de la belleza y la búsqueda del conocimiento –que no quede duda que los escritores por vocación no buscan la riqueza– es una herejía para un sistema que necesita mantener un flujo incesante de dinero –capital es, como explicó Marx, un proceso de continua auto-reproducción; si se detiene muere–. Ambos libros son una grata sorpresa para quienes creemos que en la vida hay algo más que producto interno bruto. Aun en los desiertos del materialismo crecen las flores del espíritu. No dejemos de recoger las que crecen en nuestro propio jardín.

([email protected])