Crítica a la salvajedad oaxaqueña
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Opinión

Crítica a la salvajedad oaxaqueña

 


Es un pequeño murmullo, un bisbiseo discreto que a diario hace preguntarme, ¿por qué habría que huir? Toda la vida huyendo hasta de mi nombre. ¿Oaxaca es un lugar habitable? Nuestra hermosa verde Antequera, la ciudad descabezada, macheteada cuantas veces por los caprichos de sus dirigentes, ultrajada por la avaricia desmedida, por la irascibilidad anárquica que enferma y aniquila nuestros valores humanos. Volteemos alrededor para fijarnos de toda la inmundicia en la que nos regocijamos.

No sé si mi desconcierto sea sólo exageración, pero ¿no le parece inaudito que linchen a personas en vía pública en vez de ser la ley que cumpla con su trabajo? ¿No es absurdo que los taxistas cobren los viajes a su antojo? ¿No es una atrocidad que las carreteras en Oaxaca sean una pista de locos conduciendo, saltándose vallas y banquetas? ¿No le parece inaudito que ya no creamos en nada, en nadie, ni tan siquiera en nosotros mismos? ¿Vemos las monstruosidades y las falsedades de nuestra humanidad?

No me sorprende que en la “nueva escuela” forme parte de un requisito burocrático, enseñando lo necesario para ignorar el dolor, fantasear con quimeras prestadas.  ¿En dónde, en qué lugar se han tergiversado los valores éticos sobre nuestra forma de actuar? Lo que existe sin escuela es el valemadrismo, la indiferencia y la idea existir sin mirar a los demás. Nuestra carencia de valores y la consciencia corrompida siempre tan campantes en la cotidianidad de nuestros días…

¿Y será eso? Hemos llegado a eso tan temido en donde el dinero, el asqueroso dinero, el tormento de nuestras vidas, de nuestros sueños, se apodera de lo más valioso que tenemos: nuestra voluntad, nuestra consciencia. Todo es bueno si hay dinero. ¡Patrañas! Y… ¿Quién nos ha amarrado a él? ¡Dinero, dinero, dinero! La sociedad está al desquicio por el santo dinero. Y en parte, le doy toda la razón.

​Cada vez el sector cultural se somete a torturas de austeridad en vez de invertirse en proyectos que beneficien a los de menor ventaja en la desigualdad educativa. Y volvemos con la palabra dinero, inversión, producto. Como si todo se resolviera con un cheque, una fantasma, algo que nunca tenemos en las manos. La cultura artística es una respuesta, un enfrentamiento a la violencia, a la salvajedad de nuestra vida diaria. El lenguaje artístico como una posibilidad de diálogo con nuestras experiencias de vida. ¡Pero qué va! la artisticidad en la escuela vale menos, mucho menos que las ciencias.

​Sin embargo, quisiera detenerme en las cosas bellas que existen en Oaxaca, un oasis en medio de tanta desertificación, una luz para florecer lo bueno de nuestros corazones. Los espacios heredados por el maestro Toledo y sus enseñanzas; los talleres incesantes, los espacios emergentes que han puesto en Oaxaca un renombre indiscutible: la ciudad provocadora, aún con todas sus amenazas.

​Veo hoy levantarse un nuevo proyecto: la construcción del Teatro Álvaro Carrillo, demolido durante el año pasado y comenzando a brotar ya. Me emociona que el parque del Monumento a la Madre, olvidado por muchos años, forme parte de la construcción de esta iniciativa de Centro cultural que abrirá salas de exposición, teatro al aire libre, auditorio, sala de cine y ¿por qué no una primera sala de conciertos? Oaxaca lleno de talento musical y no existe un lugar en específico para los conciertos dominicales.

​Lo malo de toda iniciativa de construcción es conocer toda la corrupción que hay de fondo. Ya veremos como termina de concretarse. No quiero (sí, lo digo, quizá pensando en que el turismo ha venido a pudrir toda nuestra riqueza, a deformar nuestra cultura) un centro cultural que sea hecho para atraer más turismo, sino un espacio alterno, un hogar en donde se pretenda inculcar a nuestros jóvenes las distintas formas de cautivar el espíritu. Un espacio para nosotros, para el arte, para los oaxaqueños que necesitamos de tanta educación…

​¿Será que en Oaxaca se pueda hacer un lugar habitable para nuestro futuro?

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