RAE y su resistencia al lenguaje incluyente y no sexista
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Opinión

RAE y su resistencia al lenguaje incluyente y no sexista

 


Nos damos cuenta de la magnitud de las resistencias que todavía enfrenta la lucha por la igualdad de género, cuando algo tan simbólico como el uso del lenguaje incluyente y no sexista puede seguir siendo demeritado, ridiculizado e incluso motivo de controversia en sobremesas, redes sociales y hasta grupos en aplicaciones como WhatsApp.
Contrario a lo que se piensa, el lenguaje no es sólo forma; es forma y es fondo. Para el filósofo Foucault “el lenguaje es el murmullo de todo lo que se pronuncia, y es al mismo tiempo, ese sistema transparente que hace que cuando hablamos se nos comprenda”, de lo cual podemos inferir que es expresión de una sociedad que a su vez se retroalimenta del lenguaje y que, por lo tanto, es materia viva, flexible y cambiante, acorde a los cambios que queremos ver en ella.
De ahí la importancia de transformar el lenguaje, como estrategia para transformar las relaciones entre mujeres y hombres. Insistir en el uso de un lenguaje androcéntrico manifiesto en el uso del masculino como genérico es reafirmar las estructuras culturales que perpetúan la sociedad patriarcal, manteniendo el papel de las mujeres en el anonimato.
Desafortunadamente, vemos como en la cotidianeidad la costumbre se impone a la inminencia del cambio, por ejemplo, comunicados escolares que aún se refieren a “los padres de familia”, siendo que quienes primordialmente atendemos los asuntos escolares somos las madres; o continuar refiriendo celebraciones como “el Día del Maestro”, cuando la mayoría son mujeres; y al revés “el Día de las Enfermeras”, sin visibilizar la presencia de los hombres que realizan dicha labor (por mencionar algunos casos).
Hablamos de problemáticas como la situación que por la que están pasando “los niños con cáncer”, sin tomar en cuenta que hay evidencia empírica de que el cáncer en niñas está subreportado en el Sur Global respecto a países donde hay más igualdad entre los sexos, como son los nórdicos donde la incidencia es casi idéntica entre niñas y niños. Por ende, es crucial que hagamos el esfuerzo de usar lenguaje incluyente para, en situaciones como ésta, evidenciar la desigualdad.
La mayoría de las personas se pronuncian a favor de la igualdad entre los sexos, pero no así de hacer los cambios que a todas y a todos nos corresponden, como el uso del lenguaje incluyente y no sexista que de manera congruente debe ir acompañado de la eliminación de todo tipo de expresiones misóginas y discriminatorias hacia las mujeres, desde chistes estereotipados, burlas cosificadoras o memes denigrantes, entre otros, pues si realmente queremos una sociedad menos violenta, hay que empezar por comunicar sin violencia.
La mayor afrenta al uso del lenguaje incluyente la ha dado la Real Academia Española, pero esto no sorprende al ser una institución patriarcal conformada mayoritariamente por hombres. Lo verdaderamente sorprendente es que todavía haya quien use los argumentos de una institución que se ha negado a adecuarse a los cambios sociales de los países de habla hispana, para preservar las formas de un modelo caduco. Por lo tanto, la invitación de hoy es clara: gastemos más tinta y más saliva y reivindiquemos el uso político del lenguaje incluyente y no sexista, porque los que no se nombra no existe.