Diosas y Heroínas
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Opinión

Diosas y Heroínas

 


Las religiones como parte de la vida social han sido canales efectivos para establecer dogmas no sólo de fe, sino también políticos, como en el caso de posicionar privilegiadamente a la figura masculina sobre la femenina, insertando en el inconsciente colectivo un mensaje tan arbitrario como poderoso: Dios es hombre.
Como resultado de este postulado patriarcal, en una transición violenta muchas veces, las diosas del politeísmo fueron invisibilizadas, negadas, ocultadas, e incluso satanizadas, relacionando lo femenino a lo diabólico y profano y construyendo así estereotipos femeninos que son a su vez opuestos pero igualmente ventajosos para los hombres y desventajosos para ellas: el de la mujer como un ser sumiso y abnegado que necesita siempre seguir y estar a la sombra de hombre (porque supuestamente ésta la provee y cuida, cosa que ella no puede hacer por sí misma); o la extrovertida, la mujer “fatal”, consciente de su poder sexual, con ideas propias, que significaba la tentación, el peligro y la “perdición” de los hombres. A lo largo de la historia se han construido y divulgado las historias de muchos héroes, pero muy pocas heroínas. Y cuando las hay suelen caer en estos dos estereotipos.
En las primeras décadas del siglo XX, el psicólogo y ensayista Carl Jung vinculó fenómenos ancestrales a nivel colectivo con patrones y comportamientos que rigen nuestro actuar contemporáneo, a través de la tipología de arquetipos de la personalidad. Años más tarde, en 1984, la psiquiatra Jungiana Jean Shinoda Bolen enfoca este conocimiento para profundizar en los arquetipos femeninos, conceptualizando siete y agrupándolos en 3 tipos de diosas: 1) Diosas Vírgenes; 2) Diosas Vulnerables; 3) Diosas Alquímicas.
En el primer grupo se encuentran: Artemisa, diosa de la caza y de la luna; Atenea, diosa de la sabiduría y de la artesanía; y Hestia, diosa del hogar y de los templos. Las tres se caracterizan por su desapego a los hombres, por su voluntad para buscar sus propios objetivos, aunque Artemisa es valiente y aventurera, líder de otras figuras femeninas como las ninfas. En cambio, Atenea sopesa el intelecto y la razón por encima del cuerpo y las emociones, es estratega; y finalmente, Hestia es como la “anciana sabia” que encuentra regocijo en su mundo interno. Se les llama Vírgenes no desde el punto de vista físico, sino porque su psique no pertenecía a nadie. Ojo con esta definición de “vírgenes” muy distinta de la muy extendida definición de la condición que el orden patriarcal y económico ha impuesto a las mujeres, como signo de “virtud”.
Por su parte, las denominadas Diosas Vulnerables son aquellas que se reconocen a sí mismas a partir de la relación con un hombre: Hera, diosa del matrimonio; Deméter, la madre, diosa de las cosechas; y Perséfone, la figura de la hija, la adolescente que todavía no sabe quién es, la doncella. Las tres sufrieron cuando se rompió o deshonró una relación sentimental, pero cada una respondió a su manera: Hera con rabia; Deméter y Perséfone, con tristeza o incluso depresión.
Y finalmente, la única Diosa Alquímica es Afrodita, diosa del amor, de la belleza, de la magia y de la creatividad; aquella que disfrutaba de su sexualidad como vía para transformarse a sí misma. Shinoda Bolen señala que cualquier mujer enamorada y correspondida es en ese momento una personificación del arquetipo de Afrodita. Sin embargo, la tradición judeocristiana ha estigmatizado este arquetipo ligándole a la promiscuidad y relajación moral.
Una de las ideas más interesantes de esta autora descubrir qué, así como las mujeres por siglos no hemos sido conscientes del poder que los estereotipos mencionados tenían sobre nosotras, también hemos ignorado el poder de estas fuerzas arquetípicas que nos influyen. Para Bolen, todas tenemos los 7 patrones o personalidades, aunque su activación varía en las diferentes etapas de nuestra vida por factores que pueden ser biológicos, psicológicos y/o sociales. No hay arquetipos buenos ni malos, cada uno tiene sus luces y sombras, que es importante hacer conscientes, para, como dice Shinoda Bolen “activarlos o desactivarlos” internamente a nuestra Artemisa súper valiente, a nuestra Atenea sabia, nuestra creativa Afrodita, nuestra Deméter maternal etc., de acuerdo con nuestros objetivos fundamentales de vida, en lugar de dejarnos arrastrar por sus sombras. Para Bolen, entender nuestros patrones arquetípicos internos y sus relaciones nos permitirá encontrar alternativas a dicotomías restrictivas de masculino vs femenino, madre vs amante, mujer profesional vs ama de casa. La obra de Bolen muestra cómo, a partir de este entendimiento, las mujeres somos capaces de reconocer nuestro poder femenino de una manera más libre y constructiva. El objetivo al final es ser las “heroínas” de nuestra propia historia de vida. Ni más ni menos.