La depresión desde una mirada violeta
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Opinión

La depresión desde una mirada violeta

 


En días pasados se conmemoró el Día Mundial de la lucha contra la Depresión, un trastorno del estado de ánimo que puede causar síntomas graves que afectan la forma cómo se siente, piensa y llevan a cabo las actividades diarias, como dormir, comer o trabajar. La depresión clínica es considerada una enfermedad grave que puede afectar física y mentalmente. No es sólo el sentirse triste, vaya. 

Hace falta mucha información, divulgación y concientización al respecto, debemos empezar a hablarlo de manera natural, pero con seriedad, sin prejuicios ni trivializaciones, pues la realidad es que en una sociedad capitalista y patriarcal como la postmoderna, la salud mental sigue siendo minimizada y estereotipada y, sin embargo, de acuerdo con la OMS, hoy son más de 300 millones de personas viviendo con depresión clínica, lo que la convierte en la principal causa de discapacidad en el mundo. A esto agreguémosle el complejo escenario que el COVID 19 nos ha planteado, y veremos que es un tema al que hay que entrarle desde todos los frentes, el primero: la empatía.

Los datos muestran que la depresión es más común en las mujeres que en los hombres y se presume que esto se debe a factores biológicos, hormonales y sociales. ¿En una sociedad igualitaria tendríamos menos depresión en las mujeres? Muy probablemente sí, porque habría menos stress y sobrecargas derivadas de la desigualdad estructural entre los géneros. 

Hay ciertos tipos de depresión que se han catalogado como exclusivamente de las mujeres como el Trastorno disfórico premenstrual, la Depresión Perinatal, (es decir, prenatal o posparto) y la Depresión premenopáusica y menopáusica, pero estudios más recientes han mostrado que hay hombres que también sufren depresión en torno al cambio de vida que implica una paternidad próxima, así como cuando viven su climaterio. También hay personas transgénero que sufren depresión. Pero de nuevo el abordaje de la construcción social del género hace que no se ha puesto atención a estos temas.

Pero volvamos a las mujeres. Si todas supiéramos que en las diferentes etapas de nuestra vida podemos enfrentar ciertos tipos de depresión y que es perfectamente normal, nos quitaría de encima grandes cantidades de culpa y confusión, que se añaden al hecho de no identificar qué es lo que nos pasa y por consiguiente no saber cómo pedir ayuda.

Es importante también hablar de los factores socioculturales que han influido en que las mujeres seamos más propensas a la depresión. En 1963, la psicóloga estadounidense Betty Friedan, publica su obra “La Mística de la Femineidad”, una obra revolucionaria que expuso bajo evidencia científica el daño que los roles de género habían provocado en las mujeres a lo largo de la historia. El gran hallazgo de Friedan fue develar cómo la sociedad, los medios de comunicación y las familias, orientan a las jóvenes a encontrar marido, aún a costa de dejar a lado sus aspiraciones personales, pero que al encontrarlo, la vida de “reina del hogar” dejaba pronto insatisfechas a la mayoría de las mujeres, que podían pasar años en terapias psicológicas, tomando tranquilizantes o abusando del alcohol para llenar su sensación de vacío. ¿Cuántas mujeres siguen atrapadas en esta trampa y, sintiéndose culpables por no cumplir felizmente con el rol que “naturalmente” les corresponde?

Es importante decir que la depresión también afecta a niñas, niños y adolescentes, pero menos de la mitad de quienes la padecen reciben un tratamiento adecuado. Es importante poner atención especialmente en las jóvenes, quienes a partir de la pubertad tienen más riesgo de sufrirla. Tengamos en cuenta que la depresión no siempre está asociada a la tristeza. Hay otros síntomas a los que debemos estar alertas cuando se presentan de manera recurrente como: irritabilidad, sentimiento de culpa, trastornos del sueño, hiperactividad, cambios de apetito, dolores de cabeza, calambres o problemas digestivos, entre otros. No está de más que ahondemos en el tema para informarnos, y con ello podamos prevenir y ayudar oportunamente a quienes nos rodean, especialmente en este tiempo en el que la distancia social y la sobrecarga en las tareas de cuidados, nos impone retos mayores, especialmente a las mujeres.