La festividad en honor a la Virgen de Juquila, una de las celebraciones más importantes de Oaxaca, se vive con fervor, alegría y devoción. Ayer, 7 de diciembre, comenzaron las tradicionales procesiones, acompañadas de música, bailes y pirotecnia, que anunciaban la víspera de la fiesta en honor a esta imagen milagrosa. Y hoy, 8 de diciembre, no hay rincón del estado que no celebre con entusiasmo y respeto a la Virgen, especialmente en la mayor parte de los 570 municipios de Oaxaca. Donde las fiestas son organizadas para venerar a esta figura celestial.
EL EPICENTRO DE LA CELEBRACIÓN: SANTA CATARINA JUQUILA
El centro de la algarabía y la principal sede de los festejos se encuentran en Santa Catarina Juquila, donde la devoción por la Virgen alcanza niveles de gran emotividad. Sin embargo, no solo en esta localidad se celebra; la imagen de la Virgen de Juquila es venerada en cada rincón del estado. Es muy raro que algún templo o comunidad no cuente con una imagen de la Virgen o no la celebre con una muestra de fe sincera.
EL ORIGEN DE LA VIRGEN DE JUQUILA: UNA HISTORIA MILAGROSA
Uno de los elementos más sobresalientes de esta festividad es la historia de la Virgen de Juquila, cuya devoción ha trascendido generaciones. Según algunas versiones históricas, la llegada de la imagen a Oaxaca se remonta a 1552, cuando el fraile dominicano Jordán de Santa Catalina llegó a la región con una pequeña estatua de la Virgen, de solo 30 cm, que había traído consigo desde España.
“El fraile tuvo a su servicio un joven, cuyo nombre está perdido en la historia, quien fue nativo de Amialtepec. Cuando el joven regresó a su pueblo, el fraile le regaló esta imagen”, narra la tradición.
LA IMAGEN MILAGROSA: SOBREVIVE AL FUEGO Y ADOPTA EL COLOR MORENO

Con el paso del tiempo, la imagen fue tomando gran popularidad entre los pobladores de Amialtepec y las comunidades vecinas. La fama de la Virgen de Juquila como una figura milagrosa creció rápidamente, especialmente porque se decía que la Virgen concedía deseos y peticiones a los devotos.
“La imagen se hizo tan popular que en el año 1633 el sacerdote de Juquila, don Jacinto Escudero, le hizo que se trasladara de la casa rústica a una iglesia igual de rústica”, señala la historia.
No obstante, un trágico suceso marcó el destino de la imagen: un incendio devastador, provocado por la quema de los bosques para preparar los campos para la siembra, arrasó con todo, incluida la iglesia que albergaba a la Virgen. Sin embargo, y de manera milagrosa, la imagen sobrevivió al fuego.
“Milagrosamente, la imagen de la Virgen sobrevivió con los vestidos y cabello intactos, sólo el rostro estaba ennegrecido y con algunas ampollas”, relata la tradición popular.
Los devotos intentaron restaurarla, pero “sin éxito. Entonces entendieron que ella deseaba tomar el color moreno de esta etnia”. Esta particularidad hizo que la Virgen adoptara una apariencia que la conectaba aún más con los pueblos indígenas, quienes la veían como una figura cercana y protectora.
EL MISTERIOSO TRASLADO A JUQUILA: UN REGRESO MILAGROSO
Con el tiempo, la devoción por la Virgen creció tanto que el sacerdote don Jacinto Escudero decidió trasladarla a Juquila. Sin embargo, un misterio inexplicable ocurrió.
“La Virgen milagrosa trajo tanta fama y dinero a Amialtepec que don Jacinto decidió llevarla a Juquila. Pero después de unos días desapareció de la iglesia y se encontró en Amialtepec de nuevo. La gente de Juquila dijo que fue un robo, la de Amialtepec dijo que fue milagro”, continúa la historia. Este “regreso milagroso” ocurrió varias veces, hasta que la Virgen, tras su tercera travesía, decidió quedarse en Amialtepec.
Finalmente, en 1719, el obispo de Oaxaca firmó un edicto para que la imagen fuera trasladada definitivamente a Juquila, donde se encuentra hasta el día de hoy y donde, desde entonces, miles de fieles continúan celebrando y venerando a la Virgen con fervor.
UNA FIESTA DE FE QUE UNE A TODO OAXACA
Finalmente, la festividad de la Virgen de Juquila es una manifestación profunda de la fe de los oaxaqueños. Una tradición que une a toda la población y que se mantiene viva en el corazón de cada devoto. Casi en todos los rincones de Oaxaca, la celebración trasciende las barreras geográficas y culturales, creando un lazo común entre quienes se entregan a la Virgen con devoción y esperanza. Esta fiesta, llena de color, música y procesiones, es un testamento de la fe que sigue viva, año tras año, en el estado de Oaxaca.