Alienta la onda de calor consumo de refrescantes
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Alienta la onda de calor consumo de refrescantes

Raspados, bolis, nieves y aguas frescas, entre las consumidas por turistas y locales


Foto: Adrián Gaytán / Los raspados, una opción ante la ola de calor.
Foto: Adrián Gaytán / Los raspados, una opción ante la ola de calor.

Con chamoy o con lechera, según el sabor elegido, los raspados o raspas son solicitados desde antes del mediodía. Las altas temperaturas de la última semana, provocadas por la onda de calor que hace que en la capital se registren hasta 33 o 34 grados centígrados empuja a visitantes y locales a sofocar el calor no solo con agua simple sino con nieves, raspados, bolis o aguas de sabor.

Vendedores de bolis y raspados coinciden en que la temporada de calor, especialmente con la onda que se ha extendido en los últimos días representan una oportunidad para incrementar ventas.

Si bien estas han aumentado, uno de los vendedores señala que pesa mucho el poder adquisitivo que ha disminuido, comparado con otros años en los que las familias sí podían gastar más en estos productos.

En uno de los dos triciclos que ingresan a la avenida de La Independencia para vender sus raspados, Daniel cuenta que “sí nos ayuda un poquito el calor, pero es mínimo porque la gente quiere algo más refrescante como un agua pura”. Las nieves y raspados, algo ya típico de la ciudad y estado, son recurridos y ayudan para calmar la sensación de calor. Pero el factor económico pesa al momento de decidirse por uno u otro producto, que en su caso cuesta 30 pesos.

Con sabores de nanche, tamarindo, limón durazno u otros, Daniel comenta que las mejores ventas son en fin de semana, cuando las familias suelen acudir a esta parte de la ciudad. No así otros días de la semana, según lo observado por este comerciante cuya familia empezó en 2004 a vender estos productos en la calle Bustamante y ahora él sigue con su puesto semifijo en otras zonas.

 

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Con una hielera en forma de cilindro, Sandra es una comerciante ambulante que independientemente de la onda de calor acostumbra vender sus bolis, llamados comercialmente como “bonice”.

De cereza, limón, mango y fresa, algunos de los sabores que lleva, trata de obtener el ingreso diario para pasar el día. Aunque reconoce que las ventas incrementar cuando el calor aumenta, comparte que su trabajo es “muy cansado” y muchas de las veces debe evadir a los inspectores del comercio en vía pública.

Uno de los bolis que ofrece cuesta 10 pesos, un precio que para muchos visitantes y familias locales parece más accesible comparado con una nieve o agua fresca que se adquiere en otro tipo de negocios con presencia en el estado y otras partes del país.

Pero para ella, que compra y revende estos “bonice” para que otros se refresquen, las ganancias apenas son de 100 pesos, la mitad del salario mínimo.


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