Desolación en Ciudad Yagul; el espejismo de una vivienda digna
Servicios básicos deficientes, inseguridad, contaminación por aguas negras y mala calidad de materiales son los problemas que enfrentan los miles de habitantes del fraccionamiento ubicado en inmediaciones de Tlacolula de Matamoros
Tener su propia casa era el sueño de Karina, Mariel, Anait, Martha y Gaspar, propietarios de departamentos y casas en Ciudad Yagul. Llegaron hace 15, cinco o tres años, o apenas nueve meses, compraron la idea de una vivienda digna, con áreas verdes, servicios básicos garantizados y seguridad.
Pero todo ha sido una ilusión, un espejismo con el que Grupo Roma (nombre comercial de Genesis 2000) atrajo a las miles de familias al fraccionamiento. Ubicado a más de 34 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, centro laboral para muchos de los habitantes, el complejo parece ser un dormitorio gigante o una urbe fantasma y en ruinas.
Calles con riesgo de colapso, agua insuficiente, drenaje en malas condiciones, inseguridad, falta de alumbrado público y el peligro de que las aguas negras emerjan de las alcantarillas o que el arroyo arrastre los restos óseos del panteón son solo algunos de los problemas que han debido soportar.
El costo por vivir en el fraccionamiento es muy alto para quienes adquirieron y siguen pagando un espacio de entre 180 mil y 240 mil pesos hasta antes de 2011; entre 300 mil y 400 mil pesos, después. Incluso 460 mil para quienes al igual que ellos emplearon o buscan aprovechar sus créditos por la promesa de un lugar ideal para vivir.
En reiteradas ocasiones como en 2011, la precariedad del desarrollo inmobiliario llevó a los habitantes a manifestarse y pedir apoyo de la autoridad de Tlacolula de Matamoros, pero no ser parte del municipio ha limitado más su derecho a una vivienda digna y decorosa y a un medio ambiente sano. Además, porque los habitantes de este municipio están en contra de la municipalización e incluso han obstaculizado su derecho al agua.
De la “maravilla” a la realidad
“Por el área de los condominios te vendían una parte fabulosa, algo maravilloso, con todos los servicios. Todo estaba bonito porque apenas estaban construyendo, pero realmente me doy cuenta que la problemática es mucha”, cuenta Anait Pérez Medina sobre los cinco años vividos aquí.
Los edificios no están bien construidos, agrega la joven de 31 años, mientras señala los muros que dividen a los edificios y en los que se aprecian daños por los sismos de 2017 y recientes. Las filtraciones se agregan a la lista de problemas para los habitantes del cuarto piso.
La falta de calidad en las construcciones se observa también en las calles, hechas supuestamente con concreto hidráulico, pero con varias fracturas y hundimientos como el del circuito Los Encinos, que advierte con transformarse en socavón.
El suministro de agua potable es dos veces a la semana en el área de condominios y depende de un pozo de la desarrolladora, pero es insuficiente para los más de 6 mil habitantes que se estima en el fraccionamiento, coinciden Anait, Mariell Ramírez y Karina Martínez.
En los edificios, cada departamento cuenta con un tinaco de 450 litros, pero la nula presión del agua impide que el vital líquido llegue al cuarto piso. En algunos casos, quienes tienen la posibilidad, compran una pipa por 160 pesos, que dura como máximo una semana, según el número de habitantes.
La recolección de basura es otro de los problemas, pues el camión solo pasa una vez a la semana, lo que ha propiciado que algunos vecinos creen basureros a cielo abierto. La inseguridad ha hecho que con recursos propios los vecinos de las manzanas 30 y 31 cerquen sus inmuebles y los que aún están en obra negra.
En el segmento de las casas, estas problemáticas también son constantes. Al igual que el deficiente drenaje y la presencia e inoperancia de la planta tratadora de aguas residuales. Con las lluvias, la red sanitaria ha colapsado y expuesto materia fecal en calles, la que termina en afluentes y frente a las casas.
Una ciudad dormitorio
Con excepción de los fines de semana, el fraccionamiento luce despoblado, cuentan Anait Pérez Medina, representante de la manzana 26, y Mariel Ramírez, residente de otra de la 31, en el área de condominios.
Ambas señalan que así como en el área de las casas, hay incontables departamentos inhabitados, ya que para sus propietarios es complicado el traslado a sus centros de trabajo, principalmente hacia la ciudad de Oaxaca.
Usar el transporte colectivo implica pasajes de 20 pesos en el camión y 32 pesos en taxi, más el costo del transporte urbano en la capital. Ante ello, han optado por rentar su propiedad, aunque en algunos casos solo puedan obtener un mínimo de mil pesos al mes. En sus casos, han dejado sus empleos para iniciar negocios propios y evitar los traslados a la capital o a Atzompa.
En el país, el Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (Infonavit) estima que hay más de 650 mil viviendas abandonadas, más de 3 mil 400 de ellas en el estado de Oaxaca.
Sin esperanzas en Grupo Roma
Gaspar López Ulloa fue de los primeros habitantes del fraccionamiento. Llegó en 2005, compró la idea de una casa propia, en la primera etapa del fraccionamiento. El sueño del docente pronto se convirtió en pesadilla por la inseguridad, la falta de servicios, los daños por los terremotos y la desolación. Poco a poco varios vecinos abandonaron un patrimonio que en área de las casas se mira en ventanas rotas, paredes con grafitis o destruidas y quemadas en su interior.
Ha tratado de ser fuerte y piensa que la unión y el esfuerzo de los habitantes pueden cambiar el panorama. Sus esperanzas con la empresa constructora se han esfumado, por eso cree que así como los vecinos consiguieron con recursos y luchas propios edificar una preescolar, una primaria y una secundaria, se pueden obtener otras cosas.
Sin embargo, eso no excluye a Grupo Roma de su responsabilidad para garantizar la promesa de viviendas multifamiliares con servicios básicos, con seguridad y de calidad.