"Mi hijo murió por curioso": familias recuerdan a víctimas de la explosión en Tlahuelilpan
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“Mi hijo murió por curioso”: familias recuerdan a víctimas de la explosión en Tlahuelilpan

A tres años del siniestro, María visita cada semana la zona cero, en donde perdió a su hijo Iván por la explosión de un ducto de Pemex; “aquí a todo mundo trataron de que eran huachicoleros, que eran rateros, cuando ni siquiera era así”.


“Mi hijo murió por curioso”: familias recuerdan a víctimas de la explosión en Tlahuelilpan | El Imparcial de Oaxaca

Cada ocho días, María Eugenia Guerrero Maya visita, junto con su familia, la tumba de su hijo, Iván Vázquez Guerrero, quien falleció a los 29 años en el incendio de un ducto de Petróleos Mexicanos (Pemex), en el ejido San Primitivo, el 18 de enero de 2019.

No olvida aquel fatídico día para ella y las familias de las demás personas que fallecieron a causa de ese siniestro, la tragedia más grande del estado de Hidalgo.

“Mi hijo tenía 29 años cuando falleció aquí, nada más por venir de curioso, aunque aquí a todo mundo trataron de que eran huachicoleros, que eran rateros, cuando ni siquiera era así; mi hijo era un hombre de trabajo, era camionero, siempre anduvo trabajando, y ese día vino de curioso a ver”, explica.

Recuerda a los pies de la capilla de su hijo y de Omar Vázquez, medio hermano de él, que ese día “iba llegando con mi esposo de trabajar, se vinieron para acá, sin ninguna necesidad porque ni coche tenía, pura curiosidad”.

Iván, quien tenía siete años de matrimonio con su esposa Isabel, dejó en ese momento en la orfandad a un niño de 6 años y a una bebé recién nacida. Hoy ya de 9 y 3 años de edad, respectivamente.

Con ternura y melancolía, María Eugenia resalta que su hijo “era hombre de trabajo, él nunca fue malviviente; los abogados que venían decía que eran no sé qué, a mi hijo lo pueden investigar, él fue muy trabajador, hombre de trabajo, él nunca fue malviviente, drogadicto, o alguna cosa así”.

Su medio hermano, Omar Vázquez, era cerrajero, “pero también nada más vino de curioso porque ni coche ni nada como para que digan que vino a robar, así como lo manejaban los abogados, que nada más los calumniaban, pero eran jóvenes de trabajo”.

Y agrega, mientras hace mezcla de cemento para que su esposo pegue los ladrillos en la capilla que hacen para los dos jóvenes, que “nunca se supo por qué se ocasionó el incendio, solamente Dios, hay un Dios y es el que todo lo sabe”.

Sin conmemoraciones

Cada viernes después de la tragedia se realizaba un rosario en la llamada zona cero, en memoria de las 137 personas fallecidas, no obstante, debido a la pandemia de covid-19 estas reuniones ya no se realizan, y ocasionalmente se efectúan misas en su recuerdo, pero en la nueva capilla de Tlahuelilpan.

“Se hacen allá las misas; están buscando que la misa de tres años se haga aquí en la zona de la explosión”, dice, a la par que pide que continúe el proyecto del memorial, o de una capillita, o algo en lo que puedan recordar a sus muertos porque por ahora, dice, están muy abandonados los difuntos, algunos de ellos con sus cruces entre hierba y basura.

A unos metros de donde la familia poco a poco levanta la capilla de sus muertos hay unos cimientos, ahí en medio de la franja y frente a las primeras cruces que se levantaron. No obstante, desde hace semanas está en abandono esta construcción, en la franja en donde a principios de 2019 se registró el incendio.

En ese entonces había alfalfa a los costados, hoy una de las parcelas tiene maíz, ahí justamente en la zona que estaba llena de restos humanos, de garrafones quemados y de aroma a combustible. El maíz cubre la franja, haciéndola invisible desde la carretera, algo que quizá, si hubiera sucedido aquella tarde del viernes 18 de enero, hubiera favorecido a que la afluencia de personas no fuera tan grande y por ende menos personas fallecidas.

María Eugenia y su familia poco a poco están construyendo la capillita para sus finados. No habían tenido el dinero para la construcción, pero ya pudieron comprar material y su esposo está construyéndola con apoyo de ella y su nuera, para evitarse ese gasto.

Él se dedica al campo pero, de su suegro aprendió múltiples oficios, lo que le ha ayudado a mantener a su familia, particularmente ahora que por la edad ya no lo contratan en alguna empresa.

Junto a María Eugenia, su esposo y su nuera, un niño y una niña rondan la capillita. Son los hijos de Iván, quienes tras la muerte de su padre recibieron becas gubernamentales, aunque desde hace un año ya no han recibido el recurso que les permite apoyar sus gastos.

La mamá de los niños dice que además recibió apoyo para gastos funerarios y los 15 mil pesos que dieron al principio a las familias de los fallecidos. Señala que recientemente varias familias ingresaron una “demanda, pero yo no metí papeles, ya lo dejé así; los licenciados van a estar cobrando, creo el 30 por ciento, se gane o no se gane, van a cobrar ellos”.

Otra de las adversidades que han tenido que enfrentar es el aspecto psicológico, pues aunque recibieron el apoyo, consideran que no les fue funcional e incluso les resultó contraproducente. Así lo considera María Eugenia, quien dice que nunca superará la pérdida de su hijo.

“Me metí en el momento del incendio, vi muchos muertos, es bien difícil, ahí reconocimos a mi hijo; es un trauma que se te queda; fui a recibir atención psicológica, pero no me ayudó, me recordaban más, y en lugar de que te ayuden te perjudican, y yo me la pasaba llore y llore y mejor decidí salirme, y aunque no lo he superado, lo estoy sobrellevando con mis niños (nietos), y hay por quién vivir”.