Texto y Fotos: Leobardo GARCÍA REYES
Las tradiciones y costumbres son parte fundamental de los oaxaqueños. En Oaxaca se han mantenido al paso de los años, entre ellos se encuentran los jaripeos, que se realizan en toda la entidad, desde luego en el marco de las celebraciones en honor de los santos patrones.
Con comunidades, que a lo largo del estado reviven con el regreso de sus hijos, que debieron partir, ante la necesidad de buscar nuevos y mejores horizontes para ellos y sus familias.
San Mateo Cajonos, enclavado en la Sierra Norte, a 120 kilómetros de la ciudad de Oaxaca, tiene una comunidad activa, dedicada al campo, a la molienda de la caña, de la que se elabora la panela, el café, pero también recibe las remesas que envían los paisanos que viven en los Estados Unidos, en su mayoría en la ciudad de Los Ángeles, desde luego no pueden faltar, quienes vienen de Coatzacoalcos, Veracruz, Istmo de Tehuantepec, Ciudad de México, entre otros.
Algunos de ellos, se dan la oportunidad de regresar unos días para abrazar a los padres, abuelos, primos y hermanos, aprovechando para recorrer sus empinadas calles y callejones, dándole gracias al Cristo de Chalma, que cada 3 de mayo se celebra en la comunidad, junta a la Santa Cruz.
Para ello, la comunidad se prepara con meses de anticipación, caporales y mayordomos, son designados para atender a todos los visitantes en las dos casas del pueblo, ofreciendo comida y bebida de manera gratuita.
A la par, se realizan algunas actividades deportivas, en esta ocasión con torneos de baloncesto en categorías infantiles, las acciones del deporte ráfaga se celebran sobre la duela, que se ubica frente al palacio municipal, dándose grandes duelos, al final, los mejores fueron premiados.
Además del jaripeo serrano, con jinetes y toreros, que viven de la adrenalina y arriesgan el físico en cada montura, en un corral hecho de manera artesanal, sin clavos y que esta unido a la tierra y sujeto con cuerdas.
Hasta allá, llegan los ganaderos, que llevan a sus mejores ejemplares, para ser montados, bandas de música de la región, amenizan el desarrollo de las actividades, que aunque hubo algunas caídas de jinetes y bestias, y muchos aplausos de la afición, ninguno salió lastimado, reportándose todos a trabajar al siguiente día.
Desde luego, no puede faltar el grupo de topiles, siempre están atentos no solo para mantener el orden, pues también, son los encargados de la elaboración del corral, llevar la hidratación y comida para las bandas de música, apoyando en todo lo necesario.
Son cuatro días de festejos, con música de banda de la región, cada una con cerca de 30 integrantes, que dan vida a la comunidad de unos 3 mil habitantes.
Luego de las celebraciones, San Mateo vuelve a su tranquilidad habitual, las familias se vuelven a separar, con la promesa de volver el siguiente año, o antes si es posible, para festejar y celebrar al Cristo de Chalma.