Exigen inversión al campo de Oaxaca
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Exigen inversión al campo de Oaxaca

La Mixteca Alta no es tan apta para la agricultura; sin embargo, debe hacer de una adversidad, un potencial


El 86 por ciento de la superficie territorial de la Mixteca Alta oaxaqueña no es apto para la agricultura. Además, la tenencia de tierra está altamente fraccionada, si consideramos que las áreas agrícolas no pasan de una hectárea por familia. Aunado a las condiciones meteorológicas atípicas que cada año se están presentando, como sequías y heladas, dio a conocer, Raúl Nieto Ángel, profesor investigador de la Universidad Autónoma Chapingo (UACh).

Raúl Nieto Ángel —con reconocimiento a la trayectoria Agronómica en Oaxaca, 2017— da a conocer que el campo necesita inversión. Se espera que el nuevo gobierno se interese por la agricultura y así terminar con el rezago; por ejemplo, la Mixteca Alta está considerada como la más erosionada y semidesértica de la región, lo que ha estimulado la búsqueda de nuevos planteamientos para “hacer de una adversidad, un potencial”, y así contribuir para que la poca gente que todavía vive en estas comunidades tenga una alternativa de sobrevivencia.

El profesor investigador del departamento de Fitotecnia de la UACh, Coordinador del Plan de Desarrollo del Municipio de Tulancingo, Oaxaca, y también promotor de fruticultura de temporal en diversas regiones del sureste mexicano, dice que no debe olvidarse que la mayoría de las ocho regiones de Oaxaca ha sido exportadora de mano de obra a los cinturones de miseria de las grandes urbes y a las regiones agrícolas del norte del país y de Estados Unidos.

FALTAN POLÍTICAS PÚBLICAS

El Estado mexicano no tiene actualmente una política pública consistente ni programas de gobierno para los diferentes estratos del sector rural, pero fundamentalmente para aquellos productores de autoconsumo o de subsistencia de los estados del Centro-Sur-Sureste de México, que significan aproximadamente el 83 por ciento del total, estrato de productores, que no tienen acceso a los programas Estatales de apoyo por su condición social y económica, haciéndose merecedores sólo de los apoyos de tipo asistencialista, tales como Prospera, Procampo, Setenta y más, entre otros; los cuales en lugar de hacer que los productores se conviertan en promotores de la producción, sólo inducen el paternalismo y el conformismo.

Al final, a este sector de la población rural se le identifica como el sector de sobrevivencia, sin que se vean motivados a formar parte de acciones determinantes para la promoción del desarrollo y del cambio.

Actualmente, México importa en promedio el 65 por ciento de los productos alimenticios que consume su población, haciéndose todavía más acentuado este fenómeno si consideramos las irregularidades de los fenómenos meteorológicos que en los últimos años se han presentado como consecuencia del cambio climático. Se importa el 95 por ciento de las oleaginosas; el 80 por ciento de las frutas de clima templado; el 45 por ciento del maíz y el 35 por ciento del trigo, que consumimos. La situación del campo se observa cada día más deprimente.

CREAR PROGRAMAS ADECUADOS

Por lo anterior, el planteamiento es que los programas que se apliquen al campo deben estar enfocados según el tipo de productor, el potencial productivo de la región o área geográfica; y para el caso de los apoyos, éstos deben ser oportunos en tiempo y forma y no cuando los ciclos de cultivo hayan concluido, además de proporcionar asesoría y seguimiento; y para que éstos sean eficientes se deben implementar programas territoriales que promuevan el desarrollo regional por condición ambiental y tipo de productor, tratando de que “el productor se profesionalice, a pesar de no saber leer y escribir”, con ello se espera un mayor compromiso de los productores y un efectivo y eficiente gasto de inversión al campo.

En primer lugar, los programas de gobierno que el Estado ha impulsado han tenido efectos limitados en la productividad de los productores de autoconsumo o de subsistencia; están en el olvido, en el desamparo y pleno abandono, por lo que a estos pequeños productores les queda como una opción emigrar hacia las regiones altamente productivas de México, Bajío, Sinaloa, Sonora, las Baja Californias, a las zonas urbanas y al extranjero, en donde integran los cinturones de miseria. De forma paulatina van perdiendo su propia identidad. Además de lo anterior, el egoísmo, la desconfianza y la falta de compromiso en estos pequeños productores, además de su escasa o nula escolaridad, han conllevado a una falta de organización para convertirse en verdaderos promotores del cambio, o de la autosuficiencia alimentaria, con lo cual se disminuiría significativamente la problemática social del campo mexicano.

Uno de los ejemplos más evidentes de lo que está pasando en estas regiones más pobres y olvidadas de México, es el estado de pobreza de los habitantes de la microrregión de Coixtlahuaca en el estado de Oaxaca, Mixteca Alta–Cañada, y conste que en esta región no se encuentra ninguna comunidad como de extrema pobreza, según el listado de las 400 comunidades a atender con el “programa de la Cruzada contra el hambre”.

El Estado de Oaxaca y específicamente la Mixteca Alta, es representativa de lo que sucede en todo el Estado, prácticamente el 81 por ciento de la población se encuentra en algún grado de pobreza, y sólo el 19 por ciento de ellos no califican dentro de este indicador. Todas estas regiones poseen recursos naturales con alto potencial para su aprovechamiento; por lo que se hace apremiante la generación de alternativas, bajo el principio de “haciendo y replicando lo que la propia naturaleza ha hecho, sólo con conocimiento y tecnología”.

Con lo anterior es posible mejorar la producción y productividad local y regional, para que la gran mayoría de gente de estas regiones tan importantes de México mejore sus condiciones de vida. Otra de las características importantes de estas regiones de México, es que las familias no cuentan con tierras suficientes para el cultivo, porque la mayor superficie, 86 por ciento, es comunal y en consecuencia no son agrícolas sino más bien de pastoreo y no aptas para la agricultura, pero contiene una rica biodiversidad que está en espera de ser aprovechada y conservada.

Ante esta situación, es apremiante que se propongan programas de aprovechamiento de este recurso, y uno de ellos es el establecimiento de especies adaptadas a condiciones de poco suelo: sus diferentes tipos de agaves (pulquero, mezcalero, tequilero), pitayas y pitahayas, nopal tunero y de verdura, leguminosas en sus diferentes tipos de aprovechamiento —guajes, forrajeras, leguminosas silvestres, acasias—, invernaderos para el “cultivo sin suelo”, frutales y frutillas que se adapten a suelos profundos y a las condiciones ambientales, entre otros.


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