Al interior y tras las rejas solo se observan las campanas negras que por años han absorbido gran parte del humo que dio nombre al pasillo. En las calles están nuevamente las mesas, los comerciantes y la decoración similar al papel picado.
En la esquina con la calle de Mina, varios trabajadores recurren al vendedor que desde su triciclo ofrece los tacos de barbacoa y el consomé. Hoy la venta parece beneficiarle solamente a él o al buffet de la calle Miguel Cabrera. Los comerciantes del Pasillo de Humo tienen que perder un día más.
A diferencia de los días previos, nadie ofrece el tasajo o el chorizo asados, tampoco las tripas y demás cortes que se exhiben a la vista del visitante o comensal mientras este pasa en una nube densa de humo y de olores que le abren el apetito.

Es lunes por la mañana y de los anafres aún no salen las chispas del carbón en que se cocinan las carnes. La reubicación de los locatarios del Pasillo de Humo, una sección del mercado 20 de Noviembre, aún sigue para dar paso a la rehabilitación luego de 8 años de su remodelación.
Un cartel pegado a las rejas del pasillo en la calle de Miguel Cabrera informa que el servicio se reanudará el martes 16 de enero. Pero durante este lunes, solo quedaba la espera.
Los trabajos para tener listos los puestos iban a marchas forzadas. En los refrigeradores sacados a la calle aún estaban los refrescos. Las instalaciones eléctricas aún no se veían terminadas y el ruido del taladro se fundía con el de los motores de los vehículos.

Un corte aquí y allá se escuchaba en uno de los puestos, donde una locataria preparaba los pedazos de papel estraza que pronto usaría para servir las carnes y así no ensuciar el plato de carrizo.
El plástico cortado a manera de papel picado ondeaba por esta cuadra de la calle Miguel Cabrera en espera de los clientes, aunque por ahora predominaba el silencio de los comerciantes. Aquellos que cada día, tan pronto se entra, gritan para ofrecer las carnes del ya famoso pasillo de humo.