“Si Juárez viviera…” se murmuraban los pasillos del Congreso; el Estado laico prevaleció aun con la política pueril de los legisladores y su astenia argumentativa.
Los que dijeron que sí, los que se abstuvieron, quienes se opusieron e invocaron a Dios, por la gente que abarrotó las galerías del Congreso, las mujeres que se vistieron de verde, los otros que se pintaron de celeste, los conservadores que se disfrazaron de izquierda pero exhiben los rescoldos de su pasado, por los otros que quisieron boicotear y por las diputadas que lo hicieron; ayer, entre circo, maroma, teatro, traiciones ideológicas y fallas técnicas, Oaxaca ejerció una democracia casi transparente y los representantes del pueblo despenalizaron el aborto.
La consigna vino del Senado y de Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación. Morena tenía que aprobar la despenalización de aborto en Oaxaca, pero en el Congreso, la fracción parlamentaria del partido del presidente se desmoronó, nada nuevo.
Un ala conservadora dijo que no, aseguraron que era anticonstitucional la modificación al código penal y antes de alzar la mano, entre ausencias, abstinencias y en contra, Morena perdió siete votos.
De poco sirvió esta oposición al interior del partido, nada detuvo las reformas al código penal del estado, ni el intento por reventar la sesión por parte de la priista Lilia Mendoza que abrió las puertas de la Cámara para abarrotar el sitio, ni la espalda que dieron los opositores a la reforma cada que esgrimían argumentos a favor, ni las pancartas, ni los gritos desaforados; ayer nada detuvo que avanzara la marea.
Tampoco la falla de la pizarra electrónica cuando el sistema se vino abajo justo un instante antes de votar el decreto, aunque la ansiedad crispó los ánimos mantuvieron sus postura, tampoco los bufones de la corte desviaron la atención, ni siquiera los deseos transgénero del priista Gustavo Díaz, quien soltó como su argumento más sólido en contra: “si yo fuera mujer, nunca abortaría”.
La panista María de Jesús Mendoza Sánchez lució desesperada, reclamó el orden de los oradores, le falló la aritmética cuando quiso reclamar inequidad ante un empate y al final recurrió, de nuevo, a Dios para buscar aliados que estaban ausentes.
La Cámara vivió la pluralidad ideológica y moral de Oaxaca; la ola celeste rezó, alzó carteles y gritó contra la aprobación. A menos de diez metros de distancia, en la segunda nave de las galerías del salón del pleno la marea verde guardó las formas que le exigen sus detractores, evitó las provocaciones, aplaudió ondeando las manos y estalló en un grito conmovedor cuando la pizarra de votación favoreció al sí.
Pasaron doce años desde que la Ciudad de México se colocó en la vanguardia en los derechos reproductivos de la mujer y ahora, Oaxaca es el segundo estado del país que garantiza en la ley el derecho a decidir durante la etapa temprana del embarazo.
Mientras de un lado la algarabía dibujaba sonrisas, corrían lágrimas furtivas y las mujeres se abrazaban, del otro lado, la ola celeste se lamentaba, reprochó a Morena su postura, les dijo que tendrían memoria en las elecciones, los acusó de asesinos, la amargura se instaló en rostros adustos, quijadas apretadas, ojos sin parpadeo, narices dilatadas.
Aunque la primera batalla estaba ganada para la izquierda, el presidente de la mesa directiva, César Morales Niño, echó mano al cajón de sastre, dejó a un lado su novatez y sacó el colmillo para dar por terminada la sesión, porque aunque faltó la votación para la modificación constitucional, sabía que estaba lejos –cuatro votos- de lograr un segundo triunfo, así que replegó a sus tropas, se fueron tras bambalinas y ahora vendrá un proceso interno de cabildeo, porque el aborto ya es legal en Oaxaca, pero aún es inconstitucional.