“A mí me gusta trabajar y mis hijos me regañan”
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“A mí me gusta trabajar y mis hijos me regañan”

Con 84 años de edad, Bertha es una oaxaqueña que como otros de su edad aún labora, aunque las circunstancias y condiciones son distintas, pues muchos lo siguen haciendo por necesidad


“A mí me gusta trabajar y mis hijos me regañan” | El Imparcial de Oaxaca

“Deme tres por 50 y me llevo seis”. Doña Bertha, como le conocen, dice que no puede bajar el precio y asegura que sus empanadas de amarillo están muy buenas y calientitas.

La mujer insiste, pero la oriunda de Ocotlán de Morelos y de 84 años defiende su producto, el que vende en 20 pesos. “Bueno, deme tres”, se decide la compradora para luego agregar que se “quería llevar seis”. En poco más de 5 minutos, son ya nueve las piezas vendidas.

Es casi mediodía y las campanas del templo de San Francisco de Asís suenan en el centro de la ciudad de Oaxaca. El ruido de los motores se suma a ellas, al igual que el de algunos cuetes, una marimba o los diálogos de quienes descansan en el jardín nombrado igual que la parroquia.

La mañana ha sido fría y Bertha se protege con un suéter gris en una jornada que inicia alrededor de las 10:00 de la mañana y se puede extender hasta las 5:00 de la tarde “porque a veces no hay venta”.

Un banco de plástico y una sombrilla le ayudan a resistir las seis horas en la calle. La edad le ha cobrado factura y su columna encorvada lo demuestra; también su audición, que ha empezado a perder.

Tres huacales de madera son el puesto improvisado en el que Bertha tiene su canasto de carrizo con las 100 empanadas que prepara una de sus nietas y que ella trae diariamente desde su comunidad natal. También, una bolsa tejida de plástico en la que guarda el papel estraza y su cubeta con los chiles y cebollas curtidos con limón.

En los últimos días, la imagen de Bertha Martínez y su canasto de empanadas se ha difundido en las redes sociales, donde incluso se le describe como “un gran ejemplo de vida” o de las mujeres de Oaxaca, como ejemplo de “gente trabajadora” o a quien incluso algunos consideran que deben visitar para tomarse una foto con ella y “hacerla famosa”.

La labor de Bertha no es algo que se demerite. Sin embargo, su caso lleva a reflexionar sobre las implicaciones del trabajo en o para las y los adultos mayores en México. Aunque en su caso asegura que es una manera de darle sentido a su vida y que sí cuenta con la pensión que da el gobierno federal a las y los adultos mayores, en Oaxaca y en el país muchas personas de su edad aún se ven obligadas a trabajar debido a las necesidades económicas u otro factor.

De entre las y los 697 mil 866 adultos mayores de 60 años que hay en el estado, Bertha es una de las y los 295 mil 897 que al tercer trimestre del 2023 se dedicaba a una actividad laboral, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE).

Por género, son 107 mil 211 mujeres que de estas edades tienen un empleo o se auto emplean. De acuerdo con la misma encuesta, 409 mil 664 adultos mayores de esos casi 700 mil dijo contar con apoyos económicos.

“Pues sí, señorita. Mire, ya tengo más de 40 años que trabajo esto. En el (Mercado) de Abasto duré 25 años, del lado de la verdura, pero como se enfermó mi nietecito me fui para México a cuidarlo. Duré siete meses y cuando regresé ya no me dieron mi lugar”, cuenta la mujer, quien a su vez es parte del 55 por ciento de personas que en el país trabaja en el sector informal.

Bertha narra que tuvo que buscar otro espacio en las calles de la capital oaxaqueña hasta ubicarse en los alrededores del jardín San Francisco, donde lleva 12 años.

“Aquí llevo muchos años, me conocen el doctor y todas las señoritas de allá”, dice Bertha mientras señala la banqueta del lado izquierdo de la calle Bustamante, el primer sitio donde estuvo en esta zona del jardín San Francisco. Ahora, sobre la pared de esa acera se puede leer: “no ambulantes”.

Vender en la vía pública fue por varios años una manera de sostenerse o de llevar ingresos a su familia, aunque asegura que ya no es así, pues cuenta con su pensión y sus cuatro hijos le han insistido en que deje de vender empanadas, que con ellos puede vivir sin tener que preocuparse por los gastos del hogar.

“A mí me gusta trabajar y mis hijos me regañan… Mi esposo dejó de trabajar hace cinco años y ahorita está sentado en una silla, ni se mueve porque se le entumieron las manos, ya no puede comer, se para y se cae. Y somos de la misma edad. Le digo (a mi hijo): ¿qué quieres verme como tu papá?”

“¿Estamos ante un problema social, de salud pública, y político o hemos normalizado (y romantizado) el trabajo en edades mayores?” con esa pregunta, Rosa Erika Nieves Quiroz, de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México, invita a reflexionar sobre casos como el de Bertha.

En su artículo “El peligro de romantizar al adulto mayor trabajador”, detalla los múltiples factores sociales, económicos y de otra índole por los que gran parte de la población adulta mayor del país tiene que trabajar. No todos, aclara, trabajan por aburrimiento, para sentirse activos o porque no tengan “nada que hacer en casa”.

¿Qué le dicen los inspectores del ayuntamiento? Con la audición debilitada, responde que al inicio la solían quitar, pero que desde hace varios años la respetan e incluso se aseguran de que no la retiren. Aunque no siempre ha sido así con los propietarios de otros negocios que la han movido, con excepción del “doctor” que la apoya.


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