Se impone la tradición del Viernes de Dolores pese a la pandemia
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

La Capital

Se impone la tradición del Viernes de Dolores pese a la pandemia

En varios hogares se siguió con esta tradición ligada a la fe católica; en los comercios y hoteles que acostumbran sumarse a ella, fue notorio el ánimo por la festividad


Se impone la tradición del Viernes de Dolores pese a la pandemia | El Imparcial de Oaxaca

Como en los primeros meses de la pandemia de Covid-19, el Centro Histórico de la ciudad de Oaxaca volvió a vivir un Viernes de Dolores atípico. En este, el sexto viernes de la Cuaresma, las fachadas que solían “pintarse” de morado y blanco tuvieron una decoración más sobria, muy distinta a la que hasta el año 2019 anunciaba el paso a la Semana Santa. 

La tradición oaxaqueña, especialmente de la capital del estado, fue mermada por la pandemia pero no extinguida. En los hogares y recintos católicos se trató de mantener, aunque de una forma adaptada a las circunstancias.

En cambio, solo algunos establecimientos y plazas comerciales que se sumaban a ella adornaron con papel, telas y cruces sus fachadas. Fueron pocos los que instalaron el altar de Dolores, en el que a una imagen de la virgen María, conocida como la Dolorosa, se ofrendan coronas de cucharilla o maguey, veladoras, semillas y germinados de estas. Todo como una muestra de compañía ante su sufrimiento.

“Ahorita que salí a dar una vuelta me dio una tristeza ver que en los lugares donde normalmente los ponen cada año hoy no están (los altares)”, lamenta Carlos Enríquez, artesano de la cooperativa Huizache que cada año, desde hace siete, se encarga de instalar el altar en este espacio del Centro Histórico.

Parte de una cooperativa y tienda donde cada celebración, religiosa o no, se recuerda, don Carlos terminaba ayer la colocación de todos los elementos del altar, generalmente regidos por el número siete, como los dolores padecidos por la imagen religiosa. De ahí la colocación de siete veladoras.

La colocación del altar del Viernes de Dolores es una que –según relatos de creyentes y documentos– data del siglo XVI, de la época de la Colonia.

“A pesar de la pandemia, tratamos de que todo esto se siga haciendo como en todos los años”, cuenta Enríquez mientras pone en pequeños platos de barro un puñado de lentejas y de maíz morado. Junto a estos, en los niveles del altar hay dispuestos recipientes con aguas de colores (en alusión a las lágrimas de la virgen).

También hay floreros con hierbas olorosas como la albahaca, romero y ruda para hacer menos penoso el camino de María. Además de manteles y papel picado en colores morado y blanco, propios de la Cuaresma y que evocan luto, tristeza y pureza.

“Esto (la tradición) data de muchísimos años, que trajeron los jesuitas, los franciscanos y dominicos y poner el altar es precisamente para recordar los dolores que sufrió la Virgen al ver que su hijo (Jesús) iba a ser crucificado”, explica Enríquez.

El altar que en la cima tiene a una imagen de la virgen se compone no solo de coronas de cucharilla o de maguey, también lleva pequeñas macetas de barro, de las que emergen brotes de semilla de chía. Todos los elementos son a manera de ofrenda, explica el artesano, quien remarca que pese al tiempo de adversidad que se vive, buscan seguir con la tradición católica. En este caso, con un altar que se mantendrá hasta el Sábado de Gloria.