Oaxaqueña pasó del penal al tianguis y con mira a exportar artesanías
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Oaxaqueña pasó del penal al tianguis y con mira a exportar artesanías

Una mujer recorrió el espinoso camino de la reinserción social, donde se enfrentó a la estigmatización tras purgar una condena en prisión; ahora tiene la mira en la exportación mundial de artesanías


Oaxaqueña pasó del penal al tianguis y con mira a exportar artesanías | El Imparcial de Oaxaca

En un punto de la ciudad, el puesto colorido y surtido de bolsos artesanales de Soledad es visitado y admirado una y otra vez. Ella, quien ahora disfruta de la libertad, jamás imaginó expender estos productos elaborados por ella misma y su esposo aún preso, -injustificadamente dice- en un penal.

“La reinserción se da cuando uno quiere, porque si te dejas caer regresas. Hay varias mujeres que reinciden, pero yo desde que ingresé por un delito en el que me involucraron, solo pensaba en mi hijo y desde ahí empecé a ocuparme en algo y es esto, ahora es esto: mi pequeño negocio”, señala la mujer mientras turistas se acercan y le preguntan por el precio de un bolso, una cartera o una cajonera.

Soledad estuvo presa durante ocho años, compurgó su condena, pagó la reparación del daño y desde hace siete meses recobró su libertad. “Es difícil cuando sales, las amistades, los vecinos, los conocidos te miran diferente; qué decir de trabajo, quién crees te va a dar, pero ese fue mi reto”.

Desde que ingresó al Centro de Reinserción Social número 1, en el 2008, Soledad decidió ocupar su tiempo en talleres, sabía que era una manera de no pensar en cosas negativas y que aprendería algo, que su estadía en prisión no sería ‘en balde’ y que ganaría unos cuantos pesos para mandárselos a su hijo, quien quedó afuera, desamparado a los 11 años.

“Llegas, eres desconocida para todos, es también un mundo desconocido para uno, conoces gente que también busca aprovecharse de ti, pero también hay lindas personas que te tienden la mano y a esas jamás olvida uno y por ellas ahora que está uno afuera se busca la forma de una forma u otra echarles la mano”.

Bajo una lona de escasos dos metros cuadrados, sostenida por una estructura metálica que le sirve de puesto improvisado, Soledad recuerda que aprender este oficio fue fácil, lo difícil era conseguir la materia prima y luego vender el producto.

Recuerda que en el penal hay mujeres que te enseñan, pero te cobran 300 pesos por aprender y al llegar no cuentas con dinero y menos si no tienes quien te visite; sin embargo, también existen las buenas personas.

Otra interna, sin interés alguno, le enseñó a Soledad a elaborar piñatas, payasos de celoseda, cojines de estambres y la fabricación de bolsos, que fue lo que le llamó más la atención.

“Empecé a elaborar monederos de hilo de hamaca, cajoneras de este mismo material, recuerdo que hacía pollitos punketos que llegaron a expenderse a Estados Unidos por una mujer que llegaba a comprarlos y me encargaba muchos de éstos”.

En el 2013, mueven a todas las mujeres del penal de Ixcotel al reclusorio de Tanivet, Tlacolula.

“Fue algo horrible, en el penal de Ixcotel teníamos más visitas, se vendían más nuestros productos, para todos fue una etapa desalentadora. Hasta el momento casi no hay visitas, imagínese cuánto de pasaje tiene que gastar la familia para ir y venir. Quienes nos compraban los artículos también la pensaron para ir hasta allá por unos cuantos bolsos, porque muchas internas prefieren venderlo por poco, porque también había quienes acaparan, en mayoreo podemos llamarle, pero a veces ya no regresan con el dinero que te prometieron ni con las piezas que decían no se vendían”

Hace falta apoyo

Por parte del gobierno o de programas sociales, en los centros penitenciarios sólo se cuenta con el instructor, pero hay internos o reclusas que no tienen ni siquiera familiares que las visiten, menos van a poder conseguir algo para comprar el material, y de que hay ganas de aprender, las hay.
“Por eso ahora desde afuera mi intención es acrecentar mis ventas, buscar la forma de exportarlas, dar a conocer al mismo tiempo nuestros productos elaborados a mano en todos los estados de México y en otros países”, confía.

“Me gustaría que además de buscar formas de dotar de materia prima a los internos, las autoridades se fijaran más en el proceso que lleva cada uno de los presos, porque existe mucho retraso en la actualidad, no camina tu asunto”, lamentó.

“Yo fui testigo de estos atrasos, se refleja el burocratismo, es de pensar cuando se acercan fechas de fiesta como en vacaciones de Semana Santa, fiestas de noviembre, de diciembre, porque si antes no te resolvieron algún trámite tendrás que esperar hasta que regresen y eso, para uno que espera con ansias esa resolución, cuenta mucho”.

A decir de doña Soledad, era tan grande su desesperación desde que ingresó al reclusorio que decidió mandar cartas y cartas a los gobernadores, en las cuales sólo les pedía que no dejaran de ver su expediente.

“Nunca perdí la esperanza de que las leyeran y creo fue este gobernador el que más me escuchó, porque avanzó mi proceso, no en el sentido que hubiera querido, porque purgué mi condena y pagué más de 65 mil pesos, pero acá seguimos de pie, gracias a lindas personas, mujeres sobre todo que están al frente de alguna asociación o de instituciones que atienden servicios a la mujer oaxaqueña y que al salir me brindaron su apoyo para iniciar un pequeño negocio que espero agrandarlo”, contó.

Para Soledad, en el penal u hospitales, a los amigos se les puede contar con los dedos de las manos, fue precisamente en el reclusorio donde conoció por amistad de su hijo a la mujer que al salir le ofreció este humilde puesto. “Cuando salgas, ve a buscarme”, le dijo.

A todo, esto, Soledad solo piensa en aumentar sus ventas y con ello seguir apoyando en la compra de sus productos a las que se quedaron allá, a quienes también creen en la reinserción social.


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