Para nadie es un secreto que el país atraviesa un momento de polarización extrema. Como una reacción ante la confrontación, Diego Luna y Amazon Prime produjeron la serie Pan y circo que comienza a transmitirse en la plataforma este 7 de agosto.
La violencia de género, la pandemia, el racismo, la legalización del aborto y la despenalización de la marihuana son algunos de los temas que se ponen al centro de la mesa durante siete episodios semanales y en cuyo debate participan políticos, científicos, investigadores, intelectuales y artistas, entre los que se encuentran: Juan Manuel Santos, Olga Sánchez Cordero, Hugo López Gatell, Yasnaya Elena Aguilar, Miguel Ángel Osorio Chong, La Marisoul y Gael García Bernal.
¿Estamos en tiempo de Pan y circo?
Estamos en un tiempo donde urge la reflexión colectiva. Urge decidir a qué circo entramos y darnos a la tarea de sacudirnos lo nos hace vulnerables como sociedad e individuos. Necesitamos aprovechar esta crisis para salir mejor parados y con una conciencia distinta. Entender con responsabilidad y empatía el impacto que ejercemos sobre el medio ambiente y la vida de otros.
El centro de la serie es el diálogo, algo ausente en una clase política e intelectual muy polarizada.
El proyecto nació como una reacción apanicada a esa polarización que alimentamos no nada más en México. La fractura social nos debilita y quita la capacidad de reacción y de encontrar coincidencias. Pan y circo es una celebración a la diversidad de puntos de vista. Buscamos dar tiempo a la profundidad y no quedarnos en la superficie. A no descalificar o anular al prójimo solo porque piensa distinto. A tratar de entender opiniones diferentes a la nuestra para tender puentes. Ofrecemos puntos de vista diferentes, pero cuidándonos de no amplificar opiniones tóxicas o que inciten a la violentas.
¿A partir de alguna de las mesas rectificaste en algún punto de vista?
En todas escuché cosas que no sabía. Las mesas me confrontaron con mi propia ignorancia e indiferencia. A nivel personal las más fuertes fueron Violencia de Género y feminicidio. Pensé que entendía algo y terminé dándome cuenta que soy parte de esas pequeñas violencias que abonan a que vivamos en un país que atenta contra la mujer. La mesa sobre Racismo e identidad también fue brutal.
Como sociedad no volteamos a ver esos problemas y los escondemos, ¿por qué?
Duele reconocerse dentro de esta dinámica y la salida más fácil es la negación. Quienes ya hacen esfuerzos frontales por transformar esta realidad necesitan encontrar la forma de contactar con más ciudadanas y ciudadanos. Hay más gente dispuesta a activarse, pero una pregunta muy difícil de responder en México es ¿cómo ayudo? Para mi lo primero es informarse. No perder la curiosidad y enterarse de las cosas. El siguiente paso es más complejo porque se trata de identificar cómo participar en la arena pública. Hay una sensación constante estás conmigo o en mi contra y eso inhibe cualquier intento de participación ciudadana.
¿El diálogo y la no polarización deberían empezar desde la autoridad al más alto nivel?
Claro, cualquier autoridad tiene la responsabilidad de escuchar a quienes piensan distinto. No puede inhibir la participación de nadie porque representa a todas y a todos. En cada uno de los niveles de poder debería existir una apertura para alimentarse de opiniones diversas. Y digo en todos los niveles porque también sucede en la casa y en los espacios más íntimos. Si descalificamos y anulamos de buenas a primeras no servimos para nada como sociedad.
En México, ¿en qué momento crees que llegamos a esta imposibilidad de diálogo?
Tiene que ver con el hartazgo y la desigualdad que tenemos tan asimilada. Una desigualdad que la pandemia nos restregó. Decidimos seguir adelante mientras lo nuestro no se vea afectado. Quizá también hay un hartazgo por lo político producto de la poca incidencia que como ciudadanía creemos tener en las decisiones. La administración pasada nos hizo tocar fondo en el cinismo sin tapujos y en la desconexión total entre el gobierno y las necesidades de la gente. No podemos caer en eso como dinámica recurrente. Juntos podemos hacer mucho como país y hay hermosos ejemplos sobre lo que sucede cuando dejamos las diferencias de lado, lo vimos en el temblor de 2017.
A partir de la pandemia decidieron añadir un capítulo más para hablar de su impacto. ¿Cómo no caer en el cliché de ‘vamos salir más fuertes de esto’?
Yo sí creo que tenemos una oportunidad histórica. Su impacto nos invita a replantearnos muchas cosas. El calentamiento global no fue lo suficientemente fuerte como para incidir en nuestra forma de consumir cosas. Tuvo que llegar como dice el doctor Samuel Ponce de León, este bichito a demostrarnos que sí podemos parar. En efecto hay un impacto, pero no el colapso total. Aquí seguimos. Si regresamos sin poner atención a esos mensajes habremos perdido una oportunidad. Claro, yo hablo desde el privilegio quien puede estar en casa reflexionando y sin preocuparse por sobrevivir día a día, pero cada quien es responsable de pensar en lo que la pandemia puso en evidencia sobre nosotros. El coronavirus trajo un lente que nos permite ver con una definición perfecta quiénes somos y qué hemos dejado de hacer. Vivimos un momento muy complejo, de pérdida, dolor, aprendizaje y de sacrificar cosas. Nos confronta con la desigualdad con que convivimos. ¿Regresaremos a ser igual? ¿A quiénes éramos antes? Espero que no.