Es un tesoro en el Istmo, un pueblo que envuelve en una atmósfera vibrante, donde las tradiciones se mantienen vivas en cada rincón.
Las mujeres tehuanas son famosas por su belleza y porte elegante, se visten con trajes regionales que resaltan su figura y que son un símbolo de su cultura. Su traje es toda una obra de arte.
Las velas istmeñas son una celebración ancestral que conmemora el ciclo agrícola. Durante las velas istmeñas, se encienden velas de cera de abeja, se realizan danzas tradicionales y se disfruta de una gran fiesta.
Algunos de sus bailes son el de “La Flor”, que es una danza tradicional que simboliza la fertilidad y la belleza de la mujer tehuana, otro es “Las Guendalines”, una danza tradicional que se realiza durante las festividades y que representa la alegría y la vitalidad del pueblo.
En Santo Domingo de Tehuantepec hay más de 16 iglesias en sus diferentes barrios, que datan de la época colonial, por lo que se celebran muchas fiestas en honor al santo patrón de cada barrio.
Una de las celebraciones más importantes es la fiesta titular, que se celebra antes de la Semana Santa, entre enero y febrero, esta fiesta pagana se rinde en honor al pueblo, no a un santo y se celebra con ritos ancestrales prehispánicos.
La Semana Santa es otra celebración importante en Tehuantepec, que comienza el Miércoles de Ceniza.
El ex convento de Santo Domingo Tehuantepec, es un edificio importante para la región y el estado de Oaxaca, ya que fue el último convento antes de la ruta hacia Chiapas y Guatemala.
Dentro de sus tradiciones destacan el “Mediu Xhiga”, un ritual cuyo origen proviene de la composición de las palabras “mediu” que significa valor de la moneda real y “xhiga”, que en zapoteco significa jícara, por lo que al ritmo de la música tradicional, los novios reciben “la cooperación” de sus invitados. Ubicados en el centro de la fiesta, estando sentados con la tradicional jícara istmeña o jicalpextle, los invitados depositan dinero y a cambio a cada donador se le obsequia un cántaro de barro negro decorado con flores de colores vibrantes. Cuando terminan de bailar el son “Mediu Xhiga”, se rompen todos los cántaros contra el piso, lo que traerá bendiciones y abundancia para los recién casados.
En sus desayunos y comidas acostumbran los tradicionales totopos, los cuáles se elaboran desde hace muchas generaciones en Santa María Xadani, haciéndolos también en diferentes comunidades y municipios del Istmo, y consiste en una tortilla de maíz redonda de diferentes tamaños con huecos en todo su cuerpo, cocida y tostada en comal, estos totopos son enviados hasta las ciudades más remotas, ya que donde haya un istmeño, hasta allá mandan sus totopos, pues es un antojo que siempre van a desear, por más lejos que se encuentren de su tierra natal.
Sus costumbres y tradiciones son diversas y bien arraigadas, como las mayordomías, por lo general las solicitan personas que por manda o promesa ofrecida al santo patrono de la población, quieren hacer la fiesta como pago de la misma y se comprometen a efectuar todos los gastos que se originen, en ocasiones hay lista de espera de años para lograr ser mayordomo.
Otra tradición es la labrada de cera, y consiste en que meses antes al día de la vela, se realiza una convivencia en la casa de los mayordomos, para formar los cirios que se ocuparán en la misa y la procesión. Se honra a los labradores con tamales y una bebida de origen prehispánico o a base de cacao llamada bupu.
Ven a Santo Domingo de Tehuantepec y disfruta de pasear en sus calles, de sus mercados y de sus comidas y fiestas, ya sabes está en el Istmo de Tehuantepec y su gente es muy alegre.
Sam Gutierrez un artista plástico sobresaliente del Istmo de Tehuantepec
Con el barro, trabaja hermosas esculturas el artista plástico Sam Gutierrez, ya que es una sustancia pretérita, materia primigenia, sustrato divino, en el que él ha decidido volcar su creatividad, apegado a la naturaleza que lo circunda y a las historias que su abuela le contaba cuando era niño (nacido en Santo Domingo Tehuantepec en 1986). Así lo describe el escritor Alonso Aguilar Orihuela, quien nos proporciona la información de este gran escultor, y completo creador de arte, a quien admira por sus excelentes logros, por su evolución como artista, además de ser una persona respetuosa y con una educación que conquista al público.
Dotado con habilidades natas para el dibujo y el moldeado, a los 23 años Sam emigró hacia la capital del estado e ingresó a trabajar al ahora extinto Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), siendo director del recinto el historiador del arte y curador Jorge Contreras. Ahí, el joven aprendió más sobre distintos oficios plásticos, conoció la obra de Francis Bacon, pasó tardes leyendo en el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) y se adentró en la comunidad artística local.
Un par de años le bastaron para que, a su regreso a Tehuantepec, Sam impulsara la creación de un espacio cultural llamado La Reliquia. Desde aquel tiempo (2012) es notoria la preocupación del artista, sobre el medio ambiente y su vínculo con las artes y la gestión cultural comunitaria. Así, desde hace quince años, a decir de él mismo, se dedica formalmente al arte: pintura al óleo, acrílico y, sobre todo, cerámica de baja temperatura con el barro que su tierra natal le provee. Durante este tiempo ha aprendido, casi de manera autodidacta, a partir de fracasos y aciertos, que entre el barro y el fuego existe una complicidad ancestral que revela sus secretos sólo a partir de la dedicación y el tiempo, el tercer aliado en la fórmula divina. Así, Sam se ha dedicado a procurar lo que sus manos creadoras le sugieren, complementando su proceso con la detenida observación de la naturaleza que tanto admira.
Dentro de la fauna habitual en el trabajo pictórico y cerámico de Sam Gutierrez podemos encontrar sapos, elefantes, cocodrilos e iguanas, animal que le gusta recrear como un símbolo de su comunidad. En sus cuadros y figuras de barro se puede notar la dedicación del joven artista y el anhelo por reproducir la naturaleza tal como es, al modo mimético que señalaban los griegos. Esta equiparación se acompaña de un orgullo por el terruño traducida, también, en una comprometida y noble labor social. Preocupado por la protección del ecosistema y la difusión del arte, hace tres años fundó el taller de cerámica Guchachi, que ha atendido a cientos de niños de su comunidad, en su deseo por incentivar el arte de una manera lúdica.
El futuro para Sam Gutierrez es la prolongación de sus acciones presentes: quiere desarrollar más el taller que fundó, Guchachi, para dar cabida a más niños, y seguir aprendiendo en el basto mundo de la cerámica; además, está creando un movimiento artístico-comunitario con otros artistas de Tehuantepec, llamado Celosa, como el nombre de un vals popular en aquella región. El grupo tiene el objetivo de crear una galería local y difundir el trabajo de los miembros del colectivo a nivel estatal y nacional.