Esta semana saldremos de la ficción y el encanto de la literatura para recordar que en Oaxaca la calenda empieza con la primera nota de la chirimía, que sus místicos y ancestrales sonidos son el llamado espiritual para empezar la anunciación de la fiesta.
Estos instrumentos son utilizados en el valle de Oaxaca, desde los gloriosos años de Luhulaa, Huaxyacac y Ñuhundúa, cuando el olor a huaje inundaba cada rincón del territorio y en él convivían los zapotecas, mixtecos y mexicas, que descubrieron la utilidad de los sonidos del viento para marcar el movimiento de sus danzas.
Las chirimías prehispánicas eran elaboradas a base de conchas de caracol o maderas de aproximadamente 15 cm; eran únicamente utilizadas durante la ejecución de las danzas. Posteriormente, en la Colonia se incluyó dentro de las fiestas patronales, de ahí que sean precisamente los chirimiteros los encargados de abrir la calenda, pues la chirimía le anuncia al pueblo que es la fiesta del santo patrón o de la virgen de la comunidad.
Por ello –cada año– los chirimiteros se hacen presentes en la Guelaguetza; sin embargo, muchas veces pasan desapercibidos estos hombres encargados de hacer sonar las primeras notas en el desfile de delegaciones. Visten trajes de manta y huaraches de cuero, tradicionales de los valles centrales, y con sus chirimías, tambores, caracol, heraldos y flautas ejecutan piezas como la marcha del camino o las Mañanitas.
A pesar del paso de los siglos, la chirimía sigue siendo un instrumento vigente y en uso. No obstante, dado a su complejidad se encuentra en riesgo de desaparecer, pues se sabe que actualmente solo cinco personas se dedican a tocar de manera profesional este artefacto, que no se considera instrumento musical, debido a que no tiene escala, y cada ejecutante construye la suya con raíces de árbol, madera, piedra o carrizo, partiendo del sonido del viento y la intuición.
Tal es el caso de don Hermenegildo Contreras, originario de la población vallista de Ocotlán de Morelos, quien comenzó a tocar desde los 9 años, y se tardó más de tres años en perfeccionar el sonido de su primera chirimía. Desde entonces ha actuado más de 49 años en la Guelaguetza, siendo el encargado de tocar la primera nota de la máxima fiesta de los oaxaqueños. Él sabe que una gran responsabilidad recae sobre sus hombros, por eso se ha dedicado las últimas décadas a encontrar la manera de hacer más fácil el uso de la chirimía, pues –asegura– “el día de mañana puede desaparecer”.
@Urieldejesús02