La violencia que afectan a las mujeres como ellas, el olvido y marginación hacia los pueblos originarios del estado, el menosprecio del trabajo artesanal y la falta de justicia, pero también la utilización de las tradiciones para disfrute de otros. A través de su indumentaria tradicional, de las lenguas heredadas por sus ancestros, las participantes convirtieron el certamen en un foro de expresión y de denuncias.
Durante las dos fases, las mujeres representantes de 39 municipios y las diversas etnias del estado no solamente buscaron convertirse en la digna representante de la Diosa del maíz en las fiestas de “Julio, mes de la Guelaguetza”, sino también convirtieron el certamen en un foro donde denunciaron las violencias e injusticias que viven las mujeres y los pueblos originarios, así como sucedió en el 2024.
En el primer día, la representante de Teotongo, Ayelen Olvera Rivera, compartió un mensaje en el que no solamente hablaba de su cultura chocholteca sino llamaba a alzar la voz de las mujeres, a cuidar de la Madre Tierra y las lenguas originarias. “Cuiden el agua, cuiden su lengua y engrandezcan su etnia porque estas fiestas de Guelaguetza muchas veces no son para los oaxaqueños, ya no sabemos si es mucho amor a nuestra cultura o solo se lucra con nuestros pueblos”.
Luz Adriana Toledo Pineda, de Asunción Ixtaltepec, habló sobre las violencias de las que son víctimas las mujeres en Oaxaca, pero también sobre las luchas de sus congéneres para que nuevas generaciones como la suya tengan derechos.
Desde el sábado, la ahora Diosa Centéotl, Patricia Casiano Zaragoza, también habló de las violencias en contra de las mujeres, de aquellas que llamó hermanas, también sobre las muertes impunes, porque “la justicia solo parece existir para aquellos que pueden pagarla. ¿Y para nosotros los indígenas? solo esperamos la justicia de Dios”.
El concierto, como decía una de ellas, ya no era solamente sobre el conocimiento de sus tradiciones, de sus vestimentas, sino para manifestar las carencias de sus pueblos. Y entre estas el regateo del trabajo de las y los artesanos, también el relegar a las culturas y pueblos originarios o indígenas, a quienes se les aplaude durante un mes, pero se les olvida el resto del año.