Ricardo Ávila emprende su quehacer de pintor con ciudades italianas en 1994, su primera muestra individual fue en el Café del Teatro Nacional en San José.
Estar en Italia, Francia y Alemania en la década de los noventa del siglo XX, refuerzan en él la percepción de las urbes y le permiten afinar su lenguaje: pintar los edificios con paredes de ladrillos, con abundantes ventanas y personajes mirando hacia el exterior, callecitas con autos, gente, plazas, parques y algarabía del acontecer.
El tema Mesoamérica en la pintura de Ricardo Ávila es recurrente, sobre manera desde su traslado a la ciudad de Oaxaca en 2020. Aborda la memoria que rescata de sus visitas al Museo de Arte Precolombino Rufino Tamayo, quien donó a su ciudad de nacimiento una de sus casas emblemáticas con la colección de esculturas en lítica y cerámica colectadas por él del arte originario de la región.
Agrega, además, sus reinterpretaciones del vestido popular indígena de cada región mexicana, con sus atuendos y entornos que le dan ese carácter de la cultura. Transforma, además, la técnica pictórica y aquellos fondos ópticos de cuadritos se vuelven chorretes y texturas de pintura muy dinámicos.
Hoy en día, el artista aprende en la escuela de Muralismo de Oaxaca a cargo de su director Jesús González para conocer la técnica de manera ancestral del fresco, teniendo bajo su brazo muchos premios, entre ellos el Premio Nacional de Cultura de Costa Rica y con obras en los museos más prestigiosos del mundo con su arte naif.
