“El burrito”, una librería de barrio que se resiste a la gentrificación
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“El burrito”, una librería de barrio que se resiste a la gentrificación

Para Jorge González el libro es un puente con gran potencial para generar vínculos con el entorno


Fotos: Lisbeth Mejía Reyes // Jorge espera ser una “resistencia, un dique” que no permita que la gentrificación avance de una forma tan voraz en Jalatlaco.
Fotos: Lisbeth Mejía Reyes // Jorge espera ser una “resistencia, un dique” que no permita que la gentrificación avance de una forma tan voraz en Jalatlaco.

En sus estantes hay libros sobre filosofía, feminismos, lenguas extranjeras, economía, medicina, literaturas, movimientos sociales y otros tantos temas más, pero también están las herramientas o puentes que han ayudado a Jorge González a relacionarse con su entorno, a crear y mantener vínculos con Oaxaca, su gente y el medio editorial.

Desde “El Burrito Librería”, este oaxaqueño también ha tratado de incidir en su estado natal, siempre a través de los libros y bibliotecas personales o familiares que vende y compra. Y que lo han llevado desde las calles del centro histórico de Oaxaca hasta el barrio Jalatlaco.

Si de clasificar se trata, Jorge dice que es una “librería de barrio” por estar en un sitio emblemático de la ciudad en el que estudió de adolescente y que ahora lo lleva a reflexionar sobre las implicaciones de la vida vecinal en medio de la gentrificación turística (“transformación de zonas urbanas deterioradas en áreas turísticas, con el consiguiente desplazamiento de sus pobladores originarios hacia la periferia de esas urbes”, como define la investigadora Cristina Oehmichen Bazán).

En la víspera del Día Nacional del Libro, que se celebró ayer, Jorge repasa la historia de este espacio donde también hay cabida a la conversación, al “mitote” y nuevas propuestas.

 

El Burrito inició en las calles, ¿cómo surge?

 

Surge antes de la pandemia, a finales de 2018. En un principio lo que hacía era salir con un costal lleno de libros y caminar en la Alameda y las tiendas de alrededor donde platicaba con la gente y ofrecía mis libros. Aparte publicaba en una página web de compra y venta de libros.

 

¿Por qué te decidiste estar en el negocio de los libros?

 

Mis aspiraciones eran dedicarme al periodismo de tiempo completo, estudié comunicación y periodismo en la FES Aragón de la UNAM y desde antes de terminar la carrera publiqué algunos textos en algunos medios nacionales y locales. Me di cuenta que el periodismo demanda una vocación, tiempo y el pago es limitado. Yo ya tenía un hijo y ahora dos. Me di cuenta que el periodismo es una vía para poder vivir, pero requieres palanca, tiempo, constancia, y yo necesitaba dinero. Lo que hice fue sacar mi biblioteca de 200 libros, la llevé con una librería de viejo, me querían pagar muy poco y opté por venderlo yo.

Además de la venta de casa en casa o negocio en negocio, Jorge se aventuró a ofrecer los libros en el andador turístico, “un espacio donde aparentemente siempre sucede lo mismo, pero siempre encuentras gente distinta que lo transita”. Esto lo “sedujo” y fue así como el libro se convirtió en el “puente perfecto para vincularse con ese escenario” del centro histórico. Pero la venta en vía pública no estuvo exenta de riesgos, pues alguna vez los inspectores de comercio le quitaron sus libros. También sintió la presión de otros vendedores adheridos a organizaciones, cuando él se mantenía en la independencia.

El espacio público es un territorio que está siempre en lucha, en constante conflicto. Unos reclaman una parte y otros, otra”, dice Jorge, quien se percató que era necesario “tener un respaldo”, algo a lo que se resistió en esta zona devenida en punto de concentración turística. Aunque al final, sin pertenecer a él, buscó el apoyo del colectivo del Tianguis Cultural Libertad y Resistencia, que le permitió vender en la plazuela del Carmen Alto en 2019.

Aun con estas experiencias, el libro ha sido “como un puente que tiene un potencial muy grande en cuanto a generador de vínculos”. Pero también una herramienta desde la cual, con su librería, puede ser una avanzada para la gentrificación o “una resistencia, un dique que no permita que esto no avance de una manera en donde nos devore a todos”.

 

“El Burrito Librería” surge antes de la pandemia, a finales de 2018.

 

¿Quiénes te compraban o compran?

 

En mi sector, el público que siempre me ha sostenido es el local, no el extranjero. El extranjero viene de paso y lo que busca es algo cómodo, adaptado a sus gustos y valores culturales.

 

Aparte de llegar con el público, ¿cómo te has relacionado con las y los autores oaxaqueños? ¿Ha sido El Burrito un puente de distribución?

 

Creo que una de las funciones de las librerías tendría que ser el de una herramienta de construcción de un tejido comunitario, común, una posibilidad para otras propuestas. Pero no lo veo tanto desde un esquema jerárquico o empresarial en el sentido de que sea la posibilidad mediante la cual puedan sobrevivir las editoriales sino es algo complementario. Considero que tienen que haber más librerías de gente oaxaqueña, que conozca el entorno y necesidades y que puedan generar propuestas. El vínculo con editoriales locales se ha tejido de forma orgánica porque la gente se ha acercado porque saben cómo trabajo. Mi proyecto está abierto no solo para quienes editan libros sino hacen fanzine y hacen propuestas creativas.

 

¿Las librerías ya no tendrían que ser solamente espacios de venta?

 

En los años 70, en las revueltas de la comunidad latina y negra en Estados Unidos las librerías eran punto de reunión en donde se planificaba y reflexionada sobre las problemáticas sociales y políticas. Si tenemos la posibilidad de tener un espacio, a lo que tendríamos que aspirar es a usar esta herramienta con un enfoque de transformación social. Quizá es muy ambicioso o pretensioso lo que digo.

 

Si El Burrito empezó en las calles y ahora está en Jalatlaco, ¿qué implica estar aquí, en un barrio mágico?

 

Creo que hay que estar no solo en un solo espacio. Desde antes de que lo nombraran mágico, creo que todo Oaxaca veíamos venir esta posibilidad. El barrio se ha venido transformando y ahora que estoy acá me doy cuenta de que Jalatlaco, a pesar de la gentrificación todavía existe una vida vecinal o que es gente originaria la que es dueña de estos espacios. A diferencia del centro… El primer cuadro del centro histórico está perdido y aun así sigue habiendo ahí, muy escondida, una vida auténticamente oaxaqueña, que tiene que ver con las personas que han habitado ese espacio. Aquí en Jalatlaco hay una resistencia que no es tan visible.

Desde este espacio, Jorge reflexiona sobre esa resistencia y vida vecinal, en la que se ha involucrado y en la cual espera ser una “resistencia, un dique” que no permita que la gentrificación avance de una forma tan voraz. Aunque es consciente de no se trata de idealizar, sí aspira a ser una posibilidad.

 

Este oaxaqueño ha tratado de incidir en su estado a través de los libros y bibliotecas.

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