La escritura de cine también es literatura. Nunca he escuchado que a alguien que escriba teatro le pregunten si lo que hace es literatura o no. Se da por hecho que la dramaturgia es literatura, pero no sucede lo mismo con la dramaturgia de cine”, dice el escritor, guionista y director cinematográfico, quien se presentó en el arranque de la Feria Internacional del Libro y Medios Audiovisuales de Querétaro (FILMAQ), que promueve la literatura y el cine.
Yo sí creo que es literatura y cualquiera que haya leído mis novelas y haya visto las películas que he escrito, dirigido o producido, son parte de un corpus de obra. Creo que todas pertenece a un mismo mundo, a las mismas huellas digitales, porque encaro el trabajo para escribir cine con el mismo rigor y preocupación por el lenguaje que tengo para las novelas o para los cuentos”, asevera el autor de Un dulce olor a muerte, El búfalo de la noche y Extrañas, su más reciente novela.
Al mismo tiempo, advierte que escribir es un acto en el que difícilmente se puede razonar. “Es más bien un acto donde la voluntad de un escritor pocas veces rige (la trama) y ése es mi caso. Pertenezco a esa tradición en donde te conviertes en súbdito de la historia, que no es otra cosa que el inconsciente determinando hacia dónde vas. No tengo la intención de dar ningún mensaje moral ni de ser crudo, simplemente la historia se va desarrollando y, por alguna razón inconsciente, trae algunas obsesiones a la mesa”.
¿En qué momento define el formato de cada historia?
Tiene que ver con la persona narrativa. La novela siempre va a ser una primera persona, aunque haya un narrador en tercera persona u omnisciente, porque en el momento en que tú entras en los pensamientos de alguien ya se convierte en primera persona. Mientras que en el cine siempre es una tercera persona, porque tienes que verlo”.
¿Por qué muchas historias que se trasladan de la novela al cine pierden su esencia?
Son muy poquitas las obras adaptadas que han tenido valor en lo literario y en lo cinematográfico. Quizás El gatopardo (de Giuseppe Tomasi di Lampedusa) y El Padrino (de Mario Puzo) son obras donde la calidad del libro dio pie a una buena película, lo cual no sucede siempre.
Como escritor te puedo decir que son dos experiencias completamente distintas. La forma como el espectador y el lector encaran una (historia) es diferente. En el cine, hay una inmediatez: son dos horas y media en las que tú te relacionas con la película, mientras que el libro requiere, al menos, siete horas de lectura y, en ocasiones, varios días. Sin embargo, quiero decirte que el primer fin de semana de Amores perros (historia de Arriaga) convocó a 250 mil espectadores, pero conseguir ese número de lectores es difícil, y eso se debe a la inmediatez del cine”, apunta.
¿Por qué historias como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, parecen inadaptables para el cine?
Tiene que ver con la estructura del lenguaje. La mayor parte de los libros —pensando en los míos—, lo que sucede es más en el interior de los personajes que en el exterior. Por eso decía que siempre la literatura es una primera persona y, en ocasiones, es complicado trasladarla a una tercera; esa interiorización necesita de un genio del cine”.
¿Alguna vez adaptará relatos de otros escritores?
En tres ocasiones me ofrecieron hacer Pedro Páramo, pero no quise. También me han ofrecido autores que me fascinan, como William Faulkner o Ernest Hemingway, pero procuro escribir una obra propia y presentarme como un autor”.
ALGUNOS DE SUS LIBROS
Centro: Salvar el fuego.
Derecha: Extrañas
