Entrevistas sin fecha: Fernanda Trías
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Entrevistas sin fecha: Fernanda Trías

“La memoria resguarda lo que ya no está”


Entrevistas sin fecha: Fernanda Trías | El Imparcial de Oaxaca
La escritora manifestó su obsesión con la idea de que los seres humanos somos las criaturas más destructivas a la vez que las más creativas

Para la escritora Fernanda Trías (Uruguay, 1976) la literatura se construye con el diálogo entre libros, autores y experiencia. Ella no cree en las casualidades, “creo en la causalidad, pero es complicado de explicar”, sin embargo, su novela Mugre Rosa (2020) es la historia de una mujer confinada por una “plaga misteriosa” que azota su ciudad, situación inverosímilmente parecida a la que toda la humanidad ha vivido con la pandemia del COVID-19.

“Ya me han llamado bruja, ya me han dicho que predije la pandemia” bromeo al recibir el Premio de Literatura Sor Juana Inés de la Cruz en la pasada edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, pues asegura que “desde hacía tiempo se sabía que en cualquier momento podía salir una peste como siempre hay de manera cíclica en la historia” y en su novela no hizo más que imaginar un escenario en el futuro, no creyó que sucediera a la par.

 

La enfermedad, la peste y el encierro siempre han interesado a la literatura, ¿por qué cree?

– Yo creo que todo lo que tiene que ver con la humanidad le interesa a la literatura, porque está todo el tiempo pensando a las personas de manera individual, colectiva y en relación con su contexto y entorno. No hay tema que no sea interesante para la literatura mientras haya un conflicto; por supuesto una epidemia se presta para un montón de conflictos que revelan la esencia de lo que somos. De hecho, antes de escribir Mugre Rosa yo releí La Peste de Albert Camus, un libro que había leído muy joven y me generó el mismo impacto que la primera vez, porque es como un muestrario antropológico sobre cómo algunas personas reaccionan ante la enfermedad.

 

¿Fernanda Trías descubrió algo de sí esta pandemia?

-Sí, creo que todos descubrimos algo de nosotros mismos durante estos dos años de pandemia, si teníamos los ojos abiertos, obviamente se puede mirar para otro lado, pero llega un punto en que es más difícil. Yo creo que estuve en las mismas encrucijadas que todo el mundo, haciéndome preguntas y tomando decisiones que eran ciegas porque todos estuvimos enfrentados a una realidad que era completamente desconocida.

 

En Mugre Rosa sus personajes al estar en el encierro empiezan a hurgar en la memoria, ¿por qué es tan importante este recurso?

-Toda la estructura de la novela está pensada en torno al mecanismo de la memoria; como algo fragmentado, de pronto como esquirlas del recuerdo que llegan fragmentados y que podrían ser estos diálogos, estas conversaciones sueltas, que de pronto las recuperamos del vacío del olvido y todo dialoga con el tema de la memoria, que es importante por su capacidad de resguardar algo que ya no está, para que otra generación sepa que existió.

 

¿Entonces se escribe para preservar los recuerdos?

-No sé la verdad, creo que esa es una de las tantas cosas que permite la escritura, podríamos pensarlo como un consuelo de tontos o tal vez no, tal vez sí es importante resguardar y trasmitir ese pasado a otros que no van a poder tener acceso a él. Me pregunto si ingenuamente, pero yo todavía creo que la memoria tiene esa función de ayudarnos a evitar cometer los mismos errores del pasado.

 

En sus novelas La Azotea y Mugre Rosa está muy presente el encierro, ¿qué significa el encierro para usted?

-Me parece que es un escenario muy interesante para los conflictos humanos, un espacio cerrado tiene algo teatral que permite que nos concentremos en las interacciones, las emociones y los conflictos humanos más sutiles; incluso diría que potencia una introspección, impulsa a ir hacia adentro ya que no se puede ir hacia afuera, empuja a la reflexión, pero sobre todo hacia la memoria. El encierro en La Azotea es voluntario y surge de una amenaza imaginaria, mientras que en Mugre Rosa es un encierro involuntario, una amenaza completamente real, que es el viento rojo, el viento tóxico que está afuera, entonces son dos tipos de encierro que tienen puntos en común. A mí lo que más me interesa en la escritura, son esas cosas sutiles del alma humana, esas tensiones que pueden ocurrir en la cotidianidad, todo eso siempre me ha interesado desde muy joven.

 

¿Por qué cree, quizá una experiencia de la infancia, algo personal?

-Yo nací en Montevideo, Uruguay en 1976, durante la dictadura militar y crecí mis primeros años de vida en la dictadura, te puedo asegurar que ese fue un periodo de encierro, encierro espiritual, mental, de miedo; porque el encierro es un mecanismo de supervivencia. Yo era niña, pero los niños captan mucho de lo que ven y dicen los adultos; me he preguntado si este interés no viene de ahí, de esa sensación de amenaza que no se entendía, que no tiene nombre, pero que estaba latente.

 

El cambio climático es otro tema importante en su obra. De repente en la pandemia, parecía que todos éramos ambientalistas, pero ahora que ya aminora, ¿parece que se nos olvida no?

-Muy cierto, ahora en la Argentina está habiendo un incendio muy grave, he visto en redes sociales unas imágenes muy duras de animales tratando de huir y la gente en redes sociales se está juntando para acabar con el incendio. Esto es el ser humano, la decidía de los gobiernos, de los poderosos, de los que quieren abrir minas, de los que nos les importa deforestar el Amazonas, eso es terrible; pero luego el ser humano también es esta gente organizándose para salvar lo que se pueda salvar, las dos cosas es el ser humano, toda la oscuridad y toda la luz. A mí como escritora me obsesiona cómo somos como especie las dos caras de la moneda, los más destructivos y los de la capacidad creativa y de construcción ¿Qué hacer con esa dualidad? No lo sé, escribir no te da respuestas, pero me permite explorarlo junto con el lector.

 

@Urieldejesús02