Este miércoles 7 de agosto se cumplen 50 años de la muerte de la gran escritora mexicana Rosario Castellanos, ocurrido en 1974 en Tel Aviv, en Israel, donde se desempeñaba como embajadora de México en ese país.
Al cumplirse medio siglo de su deceso, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura llevará a cabo este miércoles 7 de agosto a las 17:00 horas, vía Facebook, la charla “Rosario Castellanos. 50 años de su deceso”, coordinada por la Capilla Alfonsina, con la participación de Martha Robles y la moderación de Javier Garciadiego.
Rosario Castellanos nació en la Ciudad de México el 25 de mayo de 1925, aunque la mayor parte de su infancia y adolescencia la vivió en una hacienda familiar en Comitán de Domínguez, región maya de los Altos de Chiapas. Quedó huérfana en 1948, al tiempo que comenzaba a destacar en el campo de las letras. Posteriormente, emigró a la Ciudad de México para graduarse como maestra en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México y después fue becada para estudiar estética y estilística en la Universidad de Madrid.
Escritora de diversos géneros, periodista y diplomática, se inició en la literatura como poeta, pero su primer libro fue una novela: Balún Canán, que, junto con Ciudad Real, su primer libro de cuentos, y Oficio de tinieblas, su segunda novela, forman una auténtica trilogía indigenista de las más importantes en la narrativa mexicana.
En 1972 su obra poética se reunió en Poesía no eres tú y desde 1950, año en que publicó su tesis Sobre cultura femenina, no dejó de incursionar en el ensayo. De toda su obra, incluyendo su único volumen de teatro, El eterno femenino, se desprende una clara conciencia del problema que significa la doble condición de ser mujer y mexicana.
Promotora de la equidad
Recibió el Premio Chiapas en 1958 por Balún Canán y en 1960 el prestigiado Premio Xavier Villaurrutia de Escritores para Escritores por Ciudad Real, además del Premio sor Juana Inés de la Cruz (1962), el Premio Carlos Trouyet de Letras (1967) y el Premio Elías Sourasky de Letras (1972).
En el campo de la promoción cultural, trabajó en el Instituto de Ciencias y Artes de Tuxtla Gutiérrez, además de dirigir el Teatro Guiñol del Centro Coordinador Tzeltal-Tzotzil, auspiciado por el Instituto Nacional Indigenista. En 1971 fue nombrada embajadora de México en Israel, donde falleció en 1974 a los 49 años de edad a causa de una descarga eléctrica por un cable en mal estado de su lámpara de buró. Sus restos se ubican en la Rotonda de las Personas Ilustres, en la Ciudad de México.