El primer paseo
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Arte y Cultura

El primer paseo

A los ojos de un niño, su fiesta de cumpleaños es un evento monumental. Una fecha en el calendario que parece no llegar nunca. Nervios, expectativas e inocencia. Cuando llega,…


A los ojos de un niño, su fiesta de cumpleaños es un evento monumental. Una fecha en el calendario que parece no llegar nunca. Nervios, expectativas e inocencia. Cuando llega, la decoración – cálida, divertida, especial – le recuerda que hoy es él el protagonista. Y ríe y juega y baila y salta. Una etapa nueva se abre a su paso. Con desconocimiento del qué vendrá pero feliz de celebrar, entre amigos y familiares, el comienzo de algo nuevo.

De esta forma – sincera, agradecida y humilde – coloco los pies por primera vez en Oaxaca de Juárez. Con todo el vértigo que lo nuevo conlleva, los colores de las calles me recuerdan que si existe una puerta al cielo, ha de ser Ésta. Con suelos empedrados e historias que todavía no conozco, Oaxaca me da la bienvenida como si de una vieja amiga se tratase. Buenos días, le respondo – sin palabras – de la forma más modesta que sé.

Avanzo. Los fuegos de las cocinas empapan el ambiente; huele a especias que no he probado pero confío en descubrir. Leo nombres: Benito Juárez, Macedonio Alcalá, Porfirio Díaz. Planeo investigar, en cuanto llegue a casa, quiénes son y por qué son tan relevantes.

De repente, irrumpo en una plaza. La magnitud de la iglesia de Santo Domingo me recuerda lo pequeña que soy. Reconozco una fachada barroca por el sobrecargo de decoración. Está cerrada, por lo que entraré mañana a descubrir qué se esconde tras esa majestuosa puerta.

Decido regresar a casa. Quiero dosificar las primeras impresiones. Ese impacto inicial con una realidad incierta es, siempre, el recuerdo que prevalecerá con los años. Busco tener esa sensación constante, por eso no quiero indagar en profundidad en los rincones oaxaqueños todavía.

La nueva normalidad aterra. La inestabilidad de la pandemia se cala en los huesos de cualquiera. El abismo del qué pasará pervive, en mayor o menor medida, en cada uno de los seres del planeta. Por suerte, mi nueva normalidad ha viajado desde un Madrid grisáceo entre lluvias a la cálida Oaxaca. Todavía no sé que quiere contarme esta ciudad, pero sí sé todo lo que yo quiero escuchar.