La poesía como canto al amor, pero también como denuncia: Elvis Guerra
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Arte y Cultura

La poesía como canto al amor, pero también como denuncia: Elvis Guerra

Históricamente, la comunidad muxe sólo podía ser pasiva en una relación sexual, señala quien en meses pasado publicó el poemario Ramonera


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Elvis Guerra es uno de las generaciones más jóvenes que desde Oaxaca ha empujado una carrera en las letras. Y lo ha hecho con una poesía que escribe en zapoteco y en español. Su vida y quehacer están vinculados a la creación textil, a la tierra istmeña de las fiestas, de los sones, pero de una diversidad sexual que es casi inaceptable, como cuenta en uno de sus ensayos. La misma diversidad que muchas veces se celebra en fotografías, en escritos con grandes audiencias o en producciones fílmicas.

“Ser muxe no es una bendición, es un acto de libertad”, apunta Elvis en el título de un ensayo desde el cual cuestiona y reflexiona sobre su identidad y el contexto o la historia que le rodea. De ello habla quien enmarca su trabajo en las generaciones que le han antecedido en este andar, lo mismo que de la abuela que le inspiró para contar historias. O de Adriana, la muxe asesinada hace más de una década, a la que recuerda en su poemario Ramonera.

EL CÍRCULO DE LITERATURA

No pertenece a una familia de artistas o a una familia acaudalada. Elvis lo aclara mientras responde al teléfono, mientras comparte algunas reflexiones y palabras a propósito del Día Internacional de la Poesía. En una llamada en la que se remite a sus orígenes en el barrio de la Novena Sección, en Juchitán. Con esas palabras explica que el insertarse en un círculo como la literatura le ha costado, aunque también lo ha conseguido gracias a apoyos varios como el que le han procurado dos mujeres de la literatura: Irma Pineda y Natalia Toledo. Ambas con creaciones en zapoteco. Son ellas, dice, quienes le han ayudado a llevar la poesía a otros lados, para que la gente lea lo que escribe.

“Que me conozca”, subraya Elvis (1993), cuya obra ha llegado a revistas y antologías como Antología de Poesía de los Premios CaSa (Ed. Calamus, 2016; San Diego Poerty Annual (En USA), Antología Jóvenes Creadores, del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, y en Tierra Adentro.

“De los autores juchitecos que han estado, me han servido como referencia porque las y los leo para no repetir lo que han hecho. Juchitán tiene una tradición literaria enorme, somos el primer pueblo que escribe su propia lengua a través de la poesía”, apunta Guerra sobre un quehacer que en fechas espera se reconozca sin distinciones o categorías basadas en los idiomas.

Quisiera, dice, que se reconozca que lo hecho por poetas en lenguas indígenas también es poesía, y no solamente catalogarlo como poesía en lenguas indígenas o poetas indígenas o poetas en lenguas originarias. “Creo que el hecho de escribir y cumplir con las reglas de lo que debiera de ser un poema, es ya un poema. Es la fecha para recordarnos que todo lo que se hace es universal y que no debieran existir géneros, clasificaciones, de decir primero o segundo nivel. Es una fecha para voltear a ver a los pueblos indígenas”.

YO QUERÍA SER COMO MI ABUELA

Si no había alguna referencia familiar ligada a las artes, a las bellas artes en que se suele enmarcar o pensar a la literatura, ¿cómo se aproxima Elvis a ella? Su respuesta va a la memoria de la niñez, a la imagen de su abuela que vivía en una casa en la que alrededor no había energía eléctrica. La suya era de las pocas con un televisor que cada día congregaba a varios niños para ver algún programa. Pero la experiencia cotidiana pasaba de ese interés por la pantalla luminosa a la abuela misma. Al final de la emisión, ella les contaba historias trágicas, pero a la vez graciosas, llenas de ironía, de misterio, como rememora Elvis.

“Para mí, la imagen de mi abuela sentada narrando la historia siempre me llamó la atención, y como crecí con ella, de alguna manera fue mi referente. Yo quería ser como mi abuela”.

De ese primer interés por emular a su abuela, se fue acercando a contar o escribir historias mediante un libro que le regalan ya en sus tiempos como estudiante de secundaria. Ese libro en zapoteco hizo que naciera su interés por escribir, por tener como primera creación un poema a su abuela del que no recuerda mucho.

Su trabajo escritural empezó así desde sus 13 años de edad, pero al aproximarse a las dos décadas implicó una postura política. El ser muxe, ahonda, ha sido para sí algo con lo cual se identificó desde la niñez. A la vez que un cuestionamiento al mundo y contexto en que se desarrolló.

“A los muxes pareciera que se nos ha vedado de algunos oficios”, lo mismo que de la educación, explica. Se les ha enmarcado, en cambio, en lo doméstico, en lo privado. De ahí su interés y postura por hacer que otras muxes sepan que se puede ser muxe y artista, profesionista o aspirar a algo más allá de lo que les ha permitido la sociedad.

Su postura, prosigue, es la de visibilizar la violencia que viven otras muxes, que incluso la percibe menor a la que se vive en otras partes del país, pero ello no significa que ciudades como Juchitán sean un paraíso para sus congéneres. Hay otras problemáticas ligadas a la salud o a la discriminación en el ámbito educativo, señala.

EL AMOR, LA SEXUALIDAD Y LA DENUNCIA

Hace unos meses, Elvis publicó su poemario Ramonera, bajo el sello de Círculo de poesía. La obra se basa en un código de lenguaje de la comunidad muxe, de la que Elvis se asume como integrante. Este código les ha permitido comunicarse e incluso sobrevivir, como explica.

Ramonera se inscribe en una idea e historia sobre el a veces llamado tercer género. Si se habla de sexualidad, la palabra muxe se aproxima más a la definición de una persona nacida con genitales masculinos, pero que se asume o identifica como mujer.

En las reflexiones y escritos de Elvis, la palabra muxe le ha llevado a cuestionar los roles en la división del trabajo, del lugar que se ha dado a una persona muxe en contextos como en el que nació: Juchitán. “Históricamente, la comunidad muxe sólo podía ser pasiva en una relación sexual: recibir, ser la mujer, pero hubo una muxe hace aproximadamente 25 años que rompió con esta regla o protocolo. Ella se fue con un hombre, pero fue ella quien lo penetró. Ese hombre se llamaba Ramón”.

Al tratarse de una práctica prohibida, nadie podía nombrar aquello, de ahí que una forma de contarlo sin decirlo derivó en un código: Ramón. Y ese nombre se daba a todo hombre “que se volteaba”. Entonces decían: “Ahí va un Ramón”. Así se honraba al primer hombre que se volteó. En tanto, a las muxes que realizaban esa práctica erótica se les llama Ramoneras o Ramonas.

“Yo pertenezco a la comunidad, entonces le hice un homenaje a los muxes, y el poemario está dedicado a una muxe de mi barrio, Adriana, quien fue asesinada en el 2009 de manera brutal”, cuenta Elvis. Pero Ramonera, aclara, no es solamente un canto al amor, a la sexualidad de la muxe, también es una forma de denuncia.