Bernardo Esquinca: hay colegas muy asustados
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Bernardo Esquinca: hay colegas muy asustados

El escritor mexicano considera que las autoras están haciendo la mejor literatura del continente, pero que entre algunos colegas hay miedo por el talento de las mujeres


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Han pasado 11 años desde la publicación del libro Los niños de paja y para Bernardo Esquinca (Jalisco, 1972) este tiempo ha sido de un crecimiento autoral en el que el llamado género de terror sigue menospreciado por la crítica o las altas esferas.

Sin embargo, es uno que por la tradición e historia mexicana ha tenido gran aceptación entre los lectores. Además, uno en el que han incursionado varias escritoras, de quienes considera un bastión fuerte y el mejor en la literatura del continente. El autor de La octava plaga y de otros libros como Carne de ataúd, Toda la sangre o Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe habla de ello, lo mismo que del miedo que ha percibido entre sus compañeros por este auge y la exigencia de sus derechos por parte de las escritoras.

¿Cómo está el género de terror en México?
—Lo que creo que ha pasado es que le terror se ha menospreciado desde las altas esferas: la academia, la crítica… Sin embargo, los lectores en México aman el terror. Somos un país que tiene una tradición oral sobrenatural muy potente desde la época prehispánica. (El escritor y periodista) Héctor de Mauleón recordaba (en sus textos) que los conquistadores, cuando descendieron de sus barcos, en estas tierras ignotas para ellos, lo primero que escucharon fueron cuentos de espantos.
¿Es como algo que está en las venas de los mexicanos?
—Está en nuestro ADN. Entonces a los lectores les gusta mucho el relato fantástico, el relato sobrenatural y el de terror. Lo que pasa es que se le ve como un subgénero, y es algo que he mencionado. No existen subgéneros, sólo literatura buena o mala.
Para Esquinca, las clasificaciones sólo sirven para los académicos, los estudiosos o en las librerías, como una forma de orientar a los compradores. Sin embargo, dice no tener problema con ello, pues se asume como un narrador que mezcla géneros como el policiaco, el fantástico y el de terror. Y que por ello sus libros suelen estar en las secciones de policiaca o de terror, dependiendo de las librerías, en donde lo que le importa es que las personas encuentren sus libros.
¿Importa, entonces, más el lector?
—El lector siempre es el más importante.
A más 10 años de publicarse Los niños de paja (2008), ¿cómo observa el género de terror?
—Ha sido una aventura porque hemos crecido juntos. En 2008, Almadía estrenaba el diseño de Alejandro Magallanes. Yo me estrenaba con Almadía, que era una editorial muy pequeña e independiente. En esos 11 años, ha crecido mucho, sigue siendo independiente y se ha ganado un lugar en el panorama editorial de México y América Latina.
Para el próximo año, Esquinca prepara la publicación de un nuevo libro de cuentos, el más extenso en su trayectoria y con el que lleva varios años trabajando. Contrario a las publicaciones que en el país percibe muy breves (como también reconoce con Los niños de paja) o que se suelen hacer por encargo, ahora pretende generar un volumen de cuentos extensos, “como una declaración de principios”. Es decir, en la que reafirme su gusto por el cuento y que sea una apuesta importante.
Cuando ha hablado del menosprecio de la literatura de terror, obras como Frankenstein, de Mary Shelley, las ha definido como adelantadas a sus tiempos ¿Podría pensarse que su obra y la de otros también están adelantadas a este tiempo?
—Es muy pronto (para decirlo). Yo no soy quién para juzgar mi obra y lo que pasará en unos años. Lo importante es que he tenido la fortuna de que mi obra encuentra a los lectores. Casi todos mis libros se han reeditado en varias ocasiones, como Los niños de paja.
La crítica no es lo principal para él, refiere Esquinca, sino tener el encuentro con sus lectores y que su obra se siga difundiendo. “Eso es lo mejor que puede ocurrir y eso habla del interés del público por la literatura de terror, que por mucho tiempo se tuvo que conformar con las traducciones del ámbito anglosajón, de autores muy queridos como Stephen King, Anne Rice y otros, o del mismo Edgar Allan Poe”.
Sin embargo, explica que con él se ha reconocido el toque mexicano y la vuelta a este tipo de textos casi olvidados, y que tanto sus lectores como periodistas le han reconocido. Con antecedentes en la obra de Guadalupe Dueñas, Amparo Dávila, Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco, y con un “olvido” prolongado, su libro Los niños de paja aparecían como un oasis que en años recientes ha aumentado su tamaño.
¿Cómo esos tiene en la actualidad en medio de otras opciones de entretenimiento como la que posibilitan los aparatos tecnológicos?
—El libro la tiene difícil siempre, más ahora porque hay estos distractores: las redes sociales y la tecnología, las tabletas, etcétera.
Sin embargo, Esquinca cree que parte de la estrategia viene de las editoriales, con diseños atractivos o volúmenes a costos bajos, lo que se suma a otras publicaciones de otros autores mexicanos o incluso de otros países de Latinoamérica (como la boliviana Liliana Colanzi o la ecuatoriana Mónica Ojeda). Pero aún falta más atención de las editoriales para publicar ejemplares de esta línea, pues hay un nicho importante, señala.
En años recientes, las escritoras han reforzado su exigencia por la eliminación de las prácticas machistas en la literatura, así como el reconocimiento y la visibilización de sus obras. Pero la queja se basa en prácticas que incluso las ya fallecidas, como Mary Shelley, han padecido. Incluso siendo su obra Frankenstein un referente en este arte.
Para Esquinca, situaciones como estas han comenzado a cambiar. Ya no es necesario firmar con un pseudónimo de hombre. “Ahora vemos a varias generaciones de mujeres en América Latina que vienen empujando muy fuerte y que están escribiendo la mejor literatura del continente”. Cualquier lector atento, explica, puede verlo, en el caso del terror, en la obra de Camila Fabbri, Samanta Schweblin, Mónica Ojeda, Liliana Colanzi, María Fernanda Ampuero o Bibiana Camacho. Además de destacar en distintas áreas de la literatura. Sin embargo, reconoce que aún falta más inclusión y atención en las autoras en programas literarios o ferias de libros, como lo ha comenzado a hacer la Feria Internacional del Libro de Oaxaca. En su última edición, esta ha tenido como participantes a más mujeres que hombres.
¿Percibe en este ejercicio, como el de la feria, una amenaza como escritor?
—Para nada. Al contrario.
En medio de las luchas de las mujeres, hay estudiosos que describen que los hombres se sienten como seres que pierden derechos o espacios.
—Hay colegas que están muy asustados. Pobrecitos ellos por no entender que los tiempos están cambiando y que tenían que cambiar. Yo estoy feliz con este cambio.