Una noche de sones para convertirse en nahual
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Arte y Cultura

Una noche de sones para convertirse en nahual

El concierto del Instituto Intercultural Calmécac reunió a las músicas de Oaxaca, de mano de Casa Sotaventina, Norte-sur, Laura Cuevas


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Los sonidos del caracol, de las jaranas, del huéhuetl, de las sonajas y del palo de lluvia se mezclaron con los del zapateado, los de las flautas y de las voces hasta llenar cada rincón del teatro Macedonio Alcalá. Fue una noche de rituales, de cantos a la vida, de amor, de fiesta y de copas. Por momentos, lo que comenzó como un mantra para el regreso, hizo de la voz un puente para hablar del dolor y de la alegría. Se dieron las 7, las 8 y las 9 de la noche, y poco faltó para que dieran las 10 de Joaquín Sabina.

El Instituto Intercultural Calmécac logró llenar el teatro centenario, en su cuarta presentación, la que desde varios minutos antes de la hora acordada ya reunía a decenas de personas formadas para ingresar al inmueble.

“Disculpe, ¿esta es la fila para quienes traen boletos?”, pregunta una mujer. Una familia le contesta que sí, que eso parece, pero un joven aclara que no, que el ingreso es directo. Así, mientras casi una centena aguarda en la fila, decenas comienzan a entrar al teatro.

Para la tercera llamada, todos los palcos y la luneta están llenos. Aún hay quien abre las puertas de los primeros para ver si aún hay espacio. Entretanto, un caracol marca el Mantra para el regreso, autoría de Nathanael Lorenzo Hernández, director de la escuela y la banda filarmónica que esta noche actúa.

Una chilena, La juquileña, hace que uno que otro intente mover al menos los pies o hacer sonar las palmas. Y tras el baile, sigue Amanecer oaxaqueño, la primera composición de Heber Rosales, alumnos del instituto que con ello compartió la guelaguetza de parte de su escuela.

Cual receta de amor, la música y el baile permanecen un rato más entre chiflidos, gritos y aplausos, mientras se canta la historia de un alma fiestera, de un Amor rinconero que va por Yalálag, Yautepec, por los Valles Centrales de Oaxaca y uno que otro rincón del estado.

“Nosotros no formamos músicos, formamos seres humanos ciudadanos sensibles con su comunidad, que amen Oaxaca en toda la extensión de la palabra”, cita una mujer al presentar a la nueva directora de música tradicional, de raíces zapotecas: Digna, de 16 años de edad.

Más tarde, las jaranas abren paso al Sotavento, a través del son de una Mujer faisán, mujer mariposa. La Diosa Centéotl, Lilia López Hernández, se suma a la fiesta de sus paisanos, los de la región que une a pueblos de Oaxaca con Veracruz, a través de un río.

Entre el zapateado, los movimientos de un niño-iguana, las voces infantiles arrancan los aplausos de las cientos de almas reunidas en el Alcalá. Es Casa Sotaventina, otra iniciativa ligada a la música y a las tradiciones, que colabora con el instituto que esta noche presenta su sexto disco, Sones para convertirse en nahual.

El grupo Norte-sur, así como el guitarrista Galo Mejía, la soprano Laura Cuevas, el dueto Bajo mis manos, así como otros talentos, se unieron a la velada en la que varios se transformaron, si no en nahuales, en bailadores que aceptaron la invitación para subir al escenario y continuar la fiesta con sones como los mixes. Y, por qué no, con la canción del cantautor español Joaquín Sabina, presentada en especial para las y los visitantes.


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