Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina
Oaxaca
La Capital Los Municipios
El Imparcial del Istmo El Imparcial de la Costa El Imparcial de la Cuenca
Nacional Internacional Súper Deportivo Especiales Economía Estilo Arte y Cultura En Escena Salud Ecología Ciencia Tecnología Viral Policiaca Opinión

Arte y Cultura

Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina

62 años siendo partícipes de la máxima fiesta de los oaxaqueños


  • Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina
  • Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina
  • Las Chinas Oaxaqueñas de Doña Genoveva Medina

Las chinas oaxaqueñas son aquellas mujeres que anuncian la fiesta, visten con elegancia su traje de diario y de gala, son fieles a su canasta y a su rebozo de seda, a sus trenzas y mascada de colores, a sus alhajas y recuerdos familiares, a su esencia oaxaqueña y a su barrio de china. Mujeres conformadas por la difunta Genoveva Medina Esteva, una mujer sin precedentes que se abrió camino público en una sociedad diseñada para hombres.

Doña Geno fue una líder social cuyos bastiones fueron el Mercado Benito Juárez Maza y la Central de Abasto, una mujer que se relacionó y fue querida por los oaxaqueños de la vida cotidiana y la élite política del estado, una mujer cuyo vocablo estaba hecho de dichos “Todo por servir se acaba y acaba no sirviendo”, una de las frases más repetidas durante los últimos años de doña Genoveva; sin embargo, su legado de servicio no ha terminado y hoy palpita más viva que nunca la tradición que perpetúo en la memoria colectiva del oaxaqueño aquel febrero de 1957 en que presentó por primeara vez a sus tricolores chinas oaxaqueñas en los festejos del Centenario de la Constitución de 1857.

Oaxaca conoció a las chinas oaxaqueñas que representan a la mujer del mercado, a la hija, a la madre y a la esposa en el barrio de la china; por ello, en 1957 siendo Efrén Díaz Cervantes secretario municipal y coordinador de los Lunes del Cerro, extendió la invitación a doña Genoveva para presentarse con su grupo de chinas; entre las señoritas que integraron aquella primera delegación de chinas oaxaqueñas destaca Isabel del Carmen Pérez Medina, María Teresa “la chatita” Valera Flores, Silvia Ramírez Guerrero, Dora Barete, Guadalupe González, Blanca Rodríguez, entre otras hijas de comerciantes y amistades de doña Geno, autora del traje característico de estas mujeres que hoy representan a la ciudad de Oaxaca.

Desde entonces las chinas oaxaqueñas han jugado un papel preponderante en la fiesta que surgió en 1932 con el cuarto centenario de la elevación de Oaxaca al rango de ciudad, fue inspirada en los Lunes del Cerro —fiesta producto del sincretismo cultural entre indígenas y europeos— y que hoy es llamada Guelaguetza.

En cuanto al nombre del porfiriano barrio de la china, hay distintas versiones, una dice que se debe a la cerámica vidriada que trabajaban los alfareros del barrio a la que adornaban con figuras de “Chinitos” y ellas al ser las encargadas de vender los productos en el mercado empezaron a conocerse popularmente como las chinas. Otra versión apunta que la palabra china en el vocablo oaxaqueño era sinónimo de bonita, por lo que llamaban chinas a las hermosas mujeres del barrio.

Con el tiempo se han conformado más grupos de chinas; no obstante, las más antiguas —con 62 años de historia— son las chinas oaxaqueñas de doña Genoveva Medina y la casa con el número 800 de la calle de J.P García es la casa de esta delegación de mujeres y hombres de la ciudad de Oaxaca que se reúnen para mantener vivas sus tradiciones, árboles, una entrada modesta, un enorme patio y amplios corredores son característicos de la llamada “Casa de la China”, donde ensayan y se reúnen los integrantes de esta delegación. Ahí estuve el 22 de julio para ser testigos del arreglo y preparación de los integrantes de la delegación previo a su presentación en la Guelaguetza.

El reloj marcaba mediodía y el sol en su máximo punto irradiaba calor en las calles de la Verde Antequera, caminando por la zona sur del Centro Histórico, entre los mercados y los puestos ambulantes, llegamos a la casa donde se da cita la delegación; la puerta estaba abierta y la prisa era más que evidente, adentro ya estaban los jóvenes que esa tarde serían los representantes de su barrio de china. Al entrar la primera imagen fue la de un par de varones y una señorita terminando de colocar las flores y los faroles en las canastas que con garbo hacen girar en las calendas, caminé unos pocos pasos y observé las marmotas ya listas, continúe y llegué al patio principal de la casa, ahí corrían de lado a lado “las chinas” que terminaban de colocarse sus trajes de gala o del mercado según era el caso.

Peinando a una de las bailarinas encontré a la señora Luz Margarita Márquez Medina, hija de doña Genoveva Medina, gracias a su amabilidad y la de su hija pudimos conversar con Zaira Genoveva Altamirano Márquez, jefa de la delegación y descendiente de mujeres que con su trabajo cotidiano aportaron mucho al quehacer cultural oaxaqueño. Su abuela fue la creadora y la primera dirigente de la delegación, cuyas riendas también llevó hasta la muerte su madre la señora Sylvia Alejandrina Márquez Medina, de estas dos gigantes de la delegación, de sus tías y sus compañeros Zaira Genoveva aprendió sus conocimientos sobre el grupo folclórico que ahora dirige.

Por ello, manifiesta lo siguiente “Para mí es mucho orgullo continuar con la tradición, trabajo que inicia mi abuela, posteriormente una de mis tías Isabel del Carmen, mi madre que se hace cargo de la delegación y ahora yo, al quedarme ya con las chinas grandes, porque yo empecé con la delegación infantil que ya tiene 14 años desde que la fundé y 4 generaciones que ya se han integrado al grupo oficial”.

El itinerario de ese día para las chinas era alistarse, ir a comer y, posteriormente, trasladarse a sus respectivas presentaciones, dos cuadros de bailarines se alistaban ya que uno iría a representar a la ciudad en San Antonino Castillo Velasco y otro estaría presente en la Rotonda de las Azucenas, pues eran los encargados de cerrar la segunda función de la Guelaguetza.

Las carreras no se hicieron esperar y poco a poco transito por el lugar mientras los bailarines iban quedando listos para bailar el jarabe del valle, platicamos con el joven Edwin Rosales, farolero de la delegación desde hace 2 años, quien nos detalló los productos que ofrecen como Guelaguetza en las calendas y presentaciones que llevan una canasta de mano cubierta por una servilleta o un trozo de mantel bordado, esta es cargada y repartida por la mujeres que portan su traje de diario, ahí llevan cacahuates, chapulines, pan, dulces, tortillas y otros productos del mercado y la vida cotidiana en el barrio.

Para saber más del vestuario platiqué con algunas señoritas que integran la delegación como Nubia Aragón, quien nos compartió que su traje de gala a diferencia del de diario se compone de una falda de satín en colores brillantes que varían según el gusto de la que lo porta, una mascada de seda que debe contrastar con el color de la falda y los listones con el que trenzan su cabello, una blusa de gala con el bordado “hazme si puedes”, un refajo almidonado, zapatillas, su rebozo y joyería de filigrana que algunas veces es heredada por sus antecesores y un retrato en el pecho con la imagen de su santo de devoción o algún ser querido.

Francisco Ricardo Cruz, quien con el también maestro José Alfredo Guevara se encarga de la dirección artística de la delegación, el señor Francisco integra la delegación desde el 2011, primero como bailarín y ahora como profesor pues dice para él es un orgullo preparar a las nuevas generaciones, a quienes prepara con dinámicas dancísticas de técnica de la danza, aprendizaje de los pasos que doña Genoveva enseñaba de una forma empírica como el sonsonete, las flexiones y después la conformación de los cuadros que se presentan en las calendas y los escenarios como el Auditorio Guelaguetza; además nos comenta que ensayan todo el año y que para que un nuevo integrante suba a bailar al antiguo cerro del Daninayaaloani debe de vivir al menos un año de experiencia para que conozcan más a fondo las tradiciones, fiestas y vivencias de la ciudad y la delegación.

Cabe destacar que en un principio la delegación estaba integrada por hijas de mercaderes, amistades y conocidos de la familia; sin embargo, la tradición fue creciendo que tuvieron que abrir una convocatoria que anualmente es atendida por los jóvenes que aspiran a integrarse a la delegación conformada actualmente por alrededor de 150 personas. Para abundar en el tema conversamos con Olaf Altamirano Márquez, nieto de doña Genoveva, que destacó que entre los requisitos indispensables esta ser oriundo o radicado de la ciudad de Oaxaca de Juárez, que tengan gusto por la danza, disponibilidad de tiempo y que de preferencia sean de religión católica, ya que muchos elementos de la delegación van ligados a la religión católica.

Las manecillas del reloj marcaban la 1:15 pm y ya estaban listos todos los integrantes de la delegación, solamente se afinaban los últimos detalles mientras la maestra Zaira Genoveva revisaba una por una a las chinas que ya contaban impacientes el tiempo para su presentación, los canastos, los monos, las marmotas y los productos ya estaban listos, así que procedieron a hacer tomar las fotografías oficiales para minutos después llevar a cabo un pequeño ritual de la delegación en que se colocaron en círculo y tomados de la mano meditaron y recordaron cada uno de los momentos vividos a lo largo del año, así como el camino transcurrido hasta llegar a ese momento, tomó la palabra la directora del grupo para exhortar a los jóvenes a que sientan y demuestren el orgullo por su identidad a través del baile, recordando que la perfección no existe, pero en cada una de sus presentaciones podían hacer lo más cercano posible.

Posteriormente, habló la señora Luz Márquez Medina, quien apoyada de su hermana Isabel del Carmen recordaron el origen del grupo y el orgullo que daría ver a doña Genoveva materializado su sueño de un grupo de hombres y mujeres que fueran la voz del barrio, del mercado y de la ciudad. Las emociones saltaban a flor de piel y algunos terminaron en el llanto, llanto de alegría, conmoción y felicidad.

Ahora sí, la delegación ya estaba lista, comenzaron a abandonar el lugar para ir subiendo a sus camiones que los llevarían a seguir con su itinerario a horas de comenzar la segunda función de la fiesta étnica más grande de Latinoamérica.

Sus rostros eran de felicidad, tanto de maestros como bailarines, en toda la delegación se percibía un ambiente de calidez y orgullo, nada ha sido en vano y el tiempo, las horas y los días de ensayo, esfuerzo y sacrificio valen la pena cuando van por la calle anunciando la fiesta o escuchan los aplausos de la gente que admira su baile, sus trajes, sus canastas con motivos religiosos, los faroles, los monos de calenda y las piezas musicales como el jarabe del valle, el palomo, la tarasca y el guajolote que bailan y sienten palpitante en su corazón y sus tradiciones ¡Esto es la ciudad de Oaxaca! ¡Ellas son las chinas oaxaqueñas!

Y como dice Zaira Genoveva Altamirano Márquez “cuando escuchas el jarabe del valle, internamente tu corazón se hace grande, lo vibras, lo gozas, lo disfrutas, es una emoción muy grande el que la gente te vea bailar, mírenme aquí estoy, estamos de fiestas, conozcan mi traje, mi música, mis tradiciones”.


aa

 

Relacionadas: