Demián Flores se muestra como testigo de su tiempo
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Arte y Cultura

Demián Flores se muestra como testigo de su tiempo

El artista originario de Juchitán presenta 55 piezas, entre grabados e instalación, con los que replantea y reflexiona sobre la violencia, la memoria y la identidad


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El 31 de enero de este año, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, decía que la guerra contra el narcotráfico había terminado. “No hay guerra, oficialmente, ya no hay guerra”, expresaba en la conferencia habitual ante medios en la capital del país. Pero el contexto no ha cambiado mucho, expresa el artista plástico Demián Flores (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1971), sobre “la violencia en la que hemos estado insertos desde ese tiempo (2012)”.

Flores ha vivido en un contexto de luchas y violencias desde su infancia en su natal Juchitán (con la Coalición Obrera Campesina Estudiantil del Istmo de Tehuantepec), en la ciudad de Oaxaca (con el movimiento político-social de 2006) y desde hace varios años en la capital del país, donde pasa gran parte de su tiempo. Sigue viendo cómo las muertes o los “desastres” se mantienen, y sabe que como sociedad, como artista inmerso en esta, es “imposible cerrar los ojos y no ver que lo que estamos pasando desde esos años” o pensar que no pasa nada cuando han quedado miles de muertos.

De la llamada guerra contra el narcotráfico (iniciada en diciembre de 2006) y hasta junio de 2018, se estima que han habido 257 mil 556 homicidios en el país, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y del Sistema Nacional de Seguridad Pública.

Esa violencia, sus consecuencias y desastres han motivado la reflexión de Flores, quien desde 2012 compartió una primera revisión del tema. Fue con la serie Los desastres colaterales, en la cual aludía a otros autores que han abordado la violencia, un problema que para Demián no tiene límites temporales o de territorios. Las 83 estampas de entonces proponían un diálogo con Los desastres de la guerra, de Francisco de Goya.

Ahora, las violencias se miran desde otras series que datan de 2016 y hasta este año, y reunidas en la exposición América. Visiones nuevas desde el viejo mundo. La muestra abrió el 6 de julio y estará hasta el 29 de septiembre en el Centro de las Artes de San Agustín (CaSa). Atrás queda la conversación con Goya, no así el tema que, en este caso, conecta con los trabajos de Theodor De Bry, un grabador del siglo XVI cuyas imágenes fueron el referente sobre el continente hasta entonces desconocido por los europeos.

Lo peculiar es que De Bry (originario de Lejia, ahora Bélgica) nunca vino a América. “Se basó o construyó un imaginario a partir de las crónicas de los conquistadores y de imágenes de algunos viajeros”, explica Flores sobre esas imágenes en que convivían la verdad con la mentira, al ser una “la visión del conquistador, no del conquistado”, y que –sin embargo- parecen seguir. De Bry ilustró el libro Brevísima relación de la destrucción de las Indias (del fraile dominico Bartolomé de las Casas), algo que para Flores cobra relevancia por las atrocidades cometidas contra los indígenas, pero que pasados casi cinco siglos “seguimos viviendo en ese periodo”.

Al ver esas imágenes de De Bray y de Goya, Demián nota un espejo de la realidad, de la violencia. Y desde su trabajo, que se ha incluido en la XII Bienal de La Habana, Cuba (2015), o Próximo Futuro, de Fundación Gulbenkian, Lisboa (2014), reinterpreta y actualiza los de De Bray, con referentes del pasado prehispánico y las imágenes cotidianas del México actual.

54 gráficas y una instalación componen las cuatro series del autor: El buen salvaje, Antropofagia, La destrucción de las Indias y América. Con la primera (hecha en 2016), se intercambia al salvaje de De Bray por soldados de Estados Unidos. En México, ese salvaje también es la misma sociedad, que vive “una violencia desmedida” y está incluso en el ámbito criminal, dejando ver que los límites entre lo bueno y lo malo se han perdido.

“Creo que el arte es un espejo de lo que uno es, o lo que hace el artista es un espejo de lo que uno es”, refiere el autor cuya obra parte de una reflexión, la de intentar entender en qué contexto y en qué lugar está, y a partir de ahí hacer preguntas. “Porque el arte, al final, lo que hace son preguntas, no da respuestas”, justifica.

La obra de Demián Flores, hijo de una familia de comerciantes y participante en procesos y movimientos sociales, lleva impregnada la identidad, aquella que desmenuza desde varios mundos para pensar sobre lo que es. “Mi trabajo incide sobre conceptos como la memoria, territorio, identidad y sobre los desplazamientos”, apunta. La razón, subraya, es que le ha tocado vivir eso: la migración. Y por ello su interés de tomar como base la idea frontera para hablar de la otredad o el diálogo.

“Eso hace que las imágenes contengan referencias de mundos donde puede existir una impureza, donde puede haber un cruce, esa línea de frontera, donde puede haber ese intercambio, ese diálogo, donde existe esa especie de hibridación o una forma de entender el mestizaje, pero desde una visión contemporánea”.

Aunque parte de sus vivencias en Juchitán o Ciudad de México, las reflexiones de Demián se abren a aspectos mucho más globales. Ejemplo de ello es la violencia de la que habla en su exposición en Oaxaca, donde se mira como alguien con la posibilidad de hacer una traducción o un filtro de la realidad, y desde ahí reflexionar o ser testigo como en su momento lo fue Goya. “Me interesa desarrollar un trabajo donde ese yo lo vi sea parte fundamental, porque lo estoy viviendo”.

 

El arte y el cambio

En su infancia, Demián Flores vivió rodeado de un sinfín de productos, desde los de papelería y de uso cotidiano hasta artículos deportivos, gracias a la tienda de sus abuelos. En los años 70, el negocio en los portales de Juchitán y sirvió para Demián como un acercamiento a lo que había en otras latitudes, gracias a los manuales, catálogo o etiquetas que considera tiene que ver en demasía con su obra.

Sin embargo, todas las expresiones de su ciudad y región también alimentaron el imaginario que más tarde se nutrió con las iniciativas emprendidas por el artista Francisco Toledo en aquella ciudad.

A Demián le gusta pensar que el arte puede transformar a un individuo. Aunque le gustaría que lo hiciera con las sociedades, está satisfecho con que sí lo haga en otro nivel, como ocurrió con él gracias lo hecho por Toledo. Y ese, expone, es uno de sus intereses con La Curtiduría, un espacio que fundó hace más de una década para seguir con una práctica artística vinculada con la sociedad.

 

“Puede haber arte comprometido y apoyado por el gobierno”

Desde hace unos meses, con la actual administración federal, el tema de las becas y apoyos a artistas ha motivado la reflexión de si estos son necesarios o si su existencia condiciona a los creadores.

Para Demián Flores, los apoyos son fundamentales, pero además se tratan de “esfuerzos ganados por los propios artistas” y que dan cuenta de una relación añeja entre gobiernos y creadores. Pero no por ello, ni necesariamente, menguan la calidad o condicionan los resultados. Ejemplo de ello, recuerda, es el movimiento muralista, con el cual se puede ver “un arte comprometido y apoyado por el gobierno”.

En su carrera, Flores ha tenido varias becas y residencias artísticas de la iniciativa privada y de entes gubernamentales de México y de otros países (incluida la beca Jóvenes Creadores y del Sistema Nacional de Creadores, del FONCA). Sin embargo, piensa que se podrían mejorar los mecanismos o generar colaboraciones entre gobiernos e iniciativa privada para seguir apoyando.

Desde el lado de los artistas, que con esos apoyos se alcancen más logros.


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