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Mi nene

(Basado en hechos reales)


Mi nene | El Imparcial de Oaxaca

Por: MARCO TULIO JIMÉNEZ ARELLANES

“Mi nene”, fue lo primero que pensé cuando me desperté, toda adolorida y con las tripas ardiéndome. No me acordaba de nada y en eso vi entrar a una señorita de blanco.
—Doctora, mi nene —le dije.
—Tranquila, mija, no te exaltes, quédate acostada y ahorita ya viene el doctor a hablar contigo.
—Pero mi nene, señorita.
—Hazme caso y acuéstate. En este momento es mejor que descanses. —Estaba muy cansada y me ganó el sueño. Luego me desperté por el sonido de la puerta.
—Doctor, mi nene, doctor.
—A ver, ¿cuál es tu nombre?
—Esperanza Martínez.
—¿Cuántos años tienes?
—Doctor, ¿cómo está mijo?
—¿Cuántos años tienes?
—Diecinueve.
—¿Soltera o casada?
—Juntada.
—¿A qué te dedicas?
—A la casa y a la pizca. Doctor, ¿dónde está mi nene?
—Yo no soy doctor, niña, te estoy tomando tus generales. Me mandaron del Ministerio Público. Se te está acusando de homicidio por la muerte de tu hijo.
—¿Mi nene? ¿Qué le pasó a mi nene? Yo no le hice nada. Señor, ¿dónde está mijo?
¿Qué le pasó?
—Tu bebé está muerto y te tengo que presentar ante el Ministerio Público en cuanto te den de alta.
—No, señor, mi nene nació ayer. Estaba en el campo cuando me empezaron los dolores y corrí a la casa de mi suegra, pero no había nadie. Ahí me agarró y nació mi nene, lo sentí, no lo vi pero lo sentí, de ahí no me acuerdo de nada. Doctor, que me traigan a mijo.
—A ver, niña, ya te dije que yo no soy doctor y que tu hijo está muerto. En cuanto te den de alta, unos oficiales te van a llevar al Ministerio Público.
Dijo eso y luego se salió del cuarto. El doctor entró después pa’ decirme que ya podía irme, que saliendo me estaban esperando unos policías. Firmó un papel que estaba junto a mi cama y se fue. Después regresó la señorita que había visto al principio.
—Ay muchacha, yo pensé que no la contabas cuando llegaste, con toda la sangre que perdiste. No sé qué te espera ahora, pero que dios te bendiga, mija. Toma, vístete y te acompaño a la salida.
Salimos del cuarto y apenas caminé cuando sentí unos manazos en la espalda.
—¡Por qué hiciste eso, pinche muchacha! Si no lo querías me lo hubieras dejado, ¿pa’ que te lo sacaste? Era el hijo de mi José, pero de seguro como se fue pal’ Norte, ya se te calentó el rabo y te le quieres meter a otro así como te le metiste a mijo.
—Yo no le hice nada a mi nene, Doña Lupe, cuando me empezaron los dolores yo fui corriendo a su casa para que me llevaran a aliviarme, pero no había nadie.
—Eso dices cabrona, pero ya sabía yo desde que mijo te llevó a la casa que no ibas a ser buena mujer pa’ él.
Doña Lupe decía que me le metí a su hijo, pero yo ni lo quería. Mi papá me juntó con él cuando supo que iba a tener un muchito, todo por aquel día que me metió entre la milpa.
Nosotros ni novios éramos, pero me regalaron como si fuera un trapo sucio, echado a perder. Mi suegra me fue siguiendo todo el camino hasta que me subieron a la patrulla, no se cansaba de repetir que yo había matado a mijo, que yo me lo había sacado para irme con otro, que Dios había visto lo que hice y que con él las iba a pagar todas juntas. Yo no lo maté, pero a lo mejor todas sus maldiciones se hicieron realidad y por eso me sentenciaron a 15 años, a lo mejor además de esta condena, voy a tener que cumplir otra el día que me muera y ni muerta voy a poder conocer a mijo.
No tengo ni un recuerdo de haberlo visto o tocado, aunque sea me hubiera gustado verlo una vez. Ver cómo era pa’ acordarme de él en las noches, de sus ojitos, de sus manitas, de su carita. Pero nunca me lo enseñaron, el único recuerdo que tengo de él son las patadas que daba cuando todavía lo tenía en la panza, los antojos de caldo con papas que me daban casi todos los días. Yo creo que esa hubiera sido su comida favorita si estuviera aquí ahorita. A veces hasta pareciera que nunca estuvo ahí, que todo lo soñé y que alguien de mala sangre me engañó, nada más para meterme aquí.
Cuando llegué aquí me dijeron que iba a venir un licenciado, que él me iba a defender y que me iba a ayudar, pero yo nunca lo vi. Como todos decían que yo maté a mijo, nadie quería verme, ni siquiera mi mamá. El pueblo no estaba muy lejos, como una media hora, pero nunca llegó a verme, de seguro porque mi papá se creyó todos los chismes y no la dejó venir. Estaba asustada, quería ver a alguien conocido, que me dijera qué iba a pasar conmigo.
Como un mes después llegó un licenciado, me empezó a decir un montón de cosas que no entendí, pensé que él era el que me dijeron que me iba a defender, pero de todo lo que me dijo sólo entendí que unos doctores revisaron el cuerpo de mi nene y ellos dijeron que yo lo maté. Entonces me empezó a leer mi condena. Luego me tendió un papel y me dijo que lo firmara.
Ya pasaron 10 años de los 15 que me dijeron que tengo que estar encerrada. Aquí, conocí a Ernesto. Del pueblo sólo se llevan al municipio a los que dicen que son más peligrosos, a los demás nos dejan aquí, todos juntos. Ernesto me dijo que lo trajeron por robarle unas vacas a su tío y venderlas, como el tío era compadre del síndico en ese momento, luego lo agarraron y lo encerraron. Le echaron 20 años, nada más por unas vacas. En la soledad, él fue la única persona con la que hablé y poco a poco nos fuimos acostumbrando a estar juntos. Ahora tenemos una niña de cuatro años que nació aquí, conmigo.
Hace unos meses hubo una pelea entre algunos presos, los cuidadores trataron de calmar todo, pero a uno de los presos le tiraron a dar y casi lo matan. A raíz de eso, vinieron unas personas, dicen que son de Derechos Humanos. En una plática hablé con Sara, ella venía con ellos, pero también trabaja por su cuenta con un grupo de mujeres que ayuda a otras mujeres. Hace como un mes me dijo que después de que revisaron mi caso pudieron meter una solicitud para que me liberen, dice que eso ya casi está, pero que aún faltan unas juntas.
En estos 10 años perdí a mi familia, pero ahora tengo una nueva. Desde que nació mi niña empecé a llevar la cuenta de los días otra vez, le he contado como es el monte y las vacas y cada vez pregunta más. Desde que se enteró de lo que me dijo Sara se la pasa preguntando cuántos días faltan para salir.
Sara me dice que todavía no me puede asegurar nada, pero que ya vaya pensando en qué vamos a hacer cuando estemos libres. Yo le he dicho que la verdad no sé, el mundo para mí son estas paredes nada más y ya no sé cómo es afuera. Ya no tengo quien me espere y el mundo tampoco ha sido tan bueno como para querer volver. Pero tengo que volver por mi niña, para que conozca todas las cosas de las que le he hablado. Sara dice que me va a ayudar para conseguir un trabajo, no va a ser mucho, pero espero que me sirva para sacar adelante a mi niña, para venir a ver de vez en cuando a Ernesto y que me quede un poco aunque sea, para ponerle unas flores y una veladora a mi nene, para que le alumbre, donde quiera que esté. Por si a caso.