El primer cumpleaños de Claudia Sheinbaum como presidenta se convirtió en escenario de una polémica inesperada: el mensaje que Beatriz Gutiérrez Müller le dedicó en redes sociales, en el que escribió “…que la inteligencia, que no le sobra… siga siendo su guía…”. Un descuido (o ironía voluntaria), que se viralizó y desató una ola de especulaciones mediáticas sobre una supuesta “guerra de mujeres”.
Desde esa óptica simplista “el peor enemigo de una mujer es otra mujer” varios medios intentaron pintar un conflicto entre las dos figuras de poder en México. Pero la respuesta de Sheinbaum, directo desde Palacio Nacional, puso el tablero en otra dimensión: “Quiero mucho a Beatriz. Es una mujer extraordinaria, inteligente, muy culta, así que más bien le agradezco la felicitación”.
Lo que parece un mensaje neutro es, en realidad, parte de una estrategia narrativa de control. En lugar de entrar en la trampa de las intrigas personales, la presidenta definió un discurso que coloca la unidad y la sororidad por encima de la polémica fugaz. Al hacerlo, desactivó de raíz la intención de quienes pretendían convertir un error de redacción en un conflicto político.
Este episodio deja claro que en la comunicación política de alto nivel, especialmente desde una perspectiva de género, no basta con responder: hay que dirigir el relato. Sheinbaum tomó el micrófono y reorientó el foco de atención: de la crítica absurda a la inteligencia de una mujer, al reconocimiento público mutuo. Y al hacerlo en la “mañanera”, reafirmó su rol de conductora principal del relato nacional.
En este juego de altísimos decibeles mediáticos, no es menor que la presidenta no solo agradeciera, sino que valorara públicamente las capacidades de Gutiérrez Müller. Con ello desarmó la narrativa machista “el supuesto enfrentamiento entre mujeres” y en su lugar sembró una narrativa que habla de respeto y complicidad. Tema cerrado.
Desde una perspectiva de género, este manejo comunicativo merece reconocimiento. No se trató de esconder el error, ni de restarle importancia; se trató de convertirlo en un acto de sororidad política. Porque es precisamente ahí, en los pequeños gestos y en las palabras elegidas con intención, donde se construyen nuevas formas de poder que no dependen del silencio ni de la sorpresa, sino de la coherencia y del liderazgo narrativo.
Y aunque casi todo es otra cosa, la supuesta contienda, o error de escritura, muchas veces es una estrategia bien orquestada. Ni Beatriz corrigió el tweet, ni Claudia cayó en la provocación; y mientras tanto nos quedaremos con la duda si fue adrede, o un “error de dedo”.