Cinco años de espera, dolor e indignación concluyeron con una sentencia histórica: este miércoles 30 de abril, un juez condenó a 170 años de prisión a Mario “N” y Giovana “N”, responsables del secuestro y feminicidio de Fátima Cecilia Aldrighetti Antón. Una niña de solo 7 años, asesinada brutalmente en febrero de 2020.
EL LAMENTABLE SUCESO
El caso estremeció a todo México. Fátima fue sustraída a plena luz del día al salir de su escuela en la alcaldía Tláhuac. Su madre llegó tarde a recogerla, y fue entonces cuando Giovana, madre de un alumno del mismo plantel, aprovechó la vulnerabilidad del momento para llevársela. Las cámaras de seguridad captaron a la mujer caminando de la mano con la menor cerca de las 18:30 horas.
Fátima fue llevada al domicilio donde se encontraba Mario “N”, pareja de Giovana. Quien abusó sexualmente de la menor. Días después, su cuerpo fue localizado en un terreno baldío en la alcaldía Xochimilco. Con claras señales de violencia física y sexual, según confirmó la Fiscalía capitalina.
PROCESO LEGAL DILATADO
El proceso judicial fue largo y doloroso. Aunque los responsables fueron detenidos en 2020 —incluso intentando sobornar a los policías que los capturaron. Motivo por el que también enfrentaron cargos de cohecho—, el juicio formal no arrancó sino hasta marzo de 2024, cuatro años después de los hechos. En noviembre de ese mismo año, el juicio tuvo que reiniciarse debido a que la jueza original del caso solicitó su retiro, trasladando el expediente al juez Antonio Cortés Mayorga.
Finalmente, este miércoles se dictó una sentencia ejemplar: 170 años de cárcel para cada uno de los implicados. Tras ser hallados culpables de secuestro agravado y feminicidio. Aunque la pena máxima en México no permite cumplir efectivamente esa cantidad de años en prisión, la sentencia representa un mensaje claro: los crímenes contra la niñez y las mujeres no quedarán impunes.
FÁTIMA UN SÍMBOLO
El caso de Fátima Cecilia no solo evidenció una falla institucional en la protección escolar, sino también provocó un movimiento nacional de indignación, que exigió cambios urgentes en los protocolos de seguridad infantil y en el combate a la violencia de género.
Finalmente, la memoria de Fátima se mantiene viva como símbolo de lucha y resistencia. Sus agresores pasarán el resto de sus vidas tras las rejas, pero para su familia y para miles de personas que siguieron el caso, la herida continúa abierta.