“La primera vez que le vi, el 27 de abril de 2022, le dije que había perdido la fe. Él me respondió que no dejase que eso sucediera, porque somos todos iguales ante los ojos de Dios”, dice Marcela integrante de un grupo de tres mujeres trans que explican la atención que les ofreció el Papa Francisco.
Desesperadas, las primeras que acudieron a pedir auxilio durante la pandemia a la Iglesia eran transexuales que se prostituyen y se juegan la vida cada día. Parte de ese grupo desfiló ya ante el féretro del Papa Francisco, el cual será cerrado hoy para iniciar con las exequias.
De acuerdo con la agencia Vaticano News a la variedad de rostros que, por tercer día, abarrotaron la Via della Conciliazione para rendir homenaje a Francisco.
Un torrente silencioso fluye también hoy -viernes 25 de abril, Día de la Liberación en Italia- y converge hacia el corazón de la Basílica de San Pedro, donde el cuerpo del Pontífice se expone por tercer y último día a la veneración del mundo.
La marca que los distingue es otra: una profunda devoción que no busca protagonismo. Una gratitud que trasciende las formas, las jerarquías. “No he estado en una iglesia desde…”, dice Elías quien sacude la cabeza.
«Era un gran hombre, hablaba como un amigo». Recuerda el almuerzo con él -y con otros 1 mil 300 personas necesitadas- en el Aula Pablo VI el pasado 17 de noviembre. «¿Eso cuenta como Iglesia, o no?», pregunta sonriendo.
Emisoras de todo el mundo
Mientras tanto, la gran maquinaria mediática que cubrirá la aproximación al funeral del Pontífice ya está en marcha. Los puestos de los periodistas están dispuestos a una distancia diligente unos de otros. Un camarógrafo coloca su cámara en un trípode, mientras un enviado repite para sí el texto que ha anotado en un papel. Voces en español, portugués, ruso, inglés se mezclan en el aire.
Juan, y su camiseta de fútbol
A medida que uno se acerca a la Basílica Vaticana, la multitud se hace más densa. Un arco iris de colores la recorre: los tonos cálidos del amarillo y el rojo, los de la bandera española que lleva colgada al hombro un grupo escolar de Sevilla, encabezado por su profesor de religión, el padre Antonio; los amarillos fluorescentes brillantes de los voluntarios de la Misericordia; y luego una camiseta de fútbol de la Albiceleste, la selección argentina de fútbol, vigente campeona del mundo.
Un peregrino llamado Juan lleva la camiseta de Juan Román Riqueilms, igual que Riquelme, que llegó desde Buenos Aires. Contó a una televisión local una anécdota que circula por Internet desde hace días: en vísperas de un partido entre Boca Juniors y San Lorenzo de Almagro -el equipo favorito de Bergoglio-, un hincha xeneize le pidió al Papa que bendijera a su equipo. Francisco sonrió y respondió que bendeciría al suyo. ¿El resultado? 4-0 a favor del San Lorenzo rojiazul.
Sienna, una joven buscadora de la fe
Entre las voces que el Pontífice ha sabido traer a la Iglesia abierta a «todos, todos» están las de quienes se definen alejados de la fe. De los buscadores. Como Sienna, berlinesa de 26 años, de viaje por Europa.
Siena se detiene en Roma, con la mochila más alta que los hombros, en el antebrazo un tatuaje en latín: Omnia praeclara rara. Todas las cosas exaltadas son raras’. Se podría pensar que está allí por curiosidad, o por casualidad. «Esperaba que hubiera menos cola», admite. Pero cuando se le pregunta por qué ha venido, responde simplemente: “Era uno de los pocos verdaderos líderes morales que quedaban. Además, me parecía bien estar allí. Es de lo único que hablamos. Y yo sufro de Fomo«, dice sonriendo, refiriéndose al acrónimo de una forma de ansiedad social conocida como “Fear of Missing Out” (miedo a perderse algo). El miedo a quedar excluido de experiencias, emociones. El miedo al vacío. A ser combatido con “una vocación única e insustituible, la de la esperanza”. Sus palabras. Las de Francisco. Que merecen una visita. Un silencio. Un saludo. A quien no sólo las pronunció, sino que las grabó en los corazones, incluso de quienes, como Siena, dicen estar «lejos» de la Iglesia.