Charles Bukowski: el poeta de las alcantarillas
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Charles Bukowski: el poeta de las alcantarillas

 


“Hay veces que un hombre tiene que luchar tanto por la vida que no tiene tiempo de vivirla”
Charles Bukowski

Nos acercamos al cumpleaños número 99 de nuestro querido Henry Chinaski; el último de los poetas malditos. El fracasado, alcohólico, fumador y misógino escritor del bajo mundo de Los Ángeles. Su legado es amplio e irreverente, sus escritos lo han colocado como poeta maldito, pero también es asociado y declarado erróneamente ser uno de los máximos exponentes de la generación Beat, debido a su obra literaria tiene similitud con la línea de este movimiento literario, caracterizado por el inconformismo californiano. El lenguaje que utiliza en cuentos, poemas, novelas y guiones cinematográficos es sucio, vulgar, simple. Hank es considerado uno de los poetas más influyentes, y un símbolo del realismo sucio, un movimiento literario originado en Estados Unidos, que pretende reducir la narración a sus elementos fundamentales, especialmente en el relato corto (género en el que Bukowski desarrolló la mayor parte de su creación).
Charles Bukowski nació el 16 de agosto de 1920 en Alemania, pero al poco tiempo de su nacimiento debido a la crisis económica después de la Primera Guerra Mundial, sus padres deciden mudarse a Estados Unidos, y Charles comienza a ser llamado “Henry” nombre que se escucha más norteamericano y el cual ocuparía en el futuro como alter ego en casi todos sus escritos. Cuando pienso en Charles y en su infancia, no puedo evitar pensar en el niño que al que su padre encerraba en la bañera y golpeaba hasta hacerlo sangrar. En su libro autobiográfico “La senda del perdedor”, Hank cuenta desde una perspectiva distinta lo cruel que es el sueño americano, y lo duro que fue vivir violencia doméstica. Sus primeros 20 años, están llenos de abusos por parte de un padre que fingía salir a trabajar para que sus vecinos no supieran que estaba desempleado, de estigmas por el acné grotesco de su cara, y de rechazo social. La literatura entra a su vida como un bote salvavidas en esa época, y adopta a las Bibliotecas Públicas como un refugio a su realidad. Al mismo tiempo conoce a otro compañero de vida: el alcohol. Tras graduarse en el Instituto de Secundaria de Los Ángeles, cursó estudios de arte, periodismo y literatura en la Universidad de Los Ángeles. Sin embargo, abandona la Universidad y el principal motivo es la difícil relación que tiene con su padre, ya que este al descubrir sus primeros escritos carentes de moral e impúdicos, en un ataque de rabia avienta su máquina de escribir por la ventana de su casa al igual que todas sus pertenencias y lo exilia. Con este suceso da inicio la carrera de escritor y vagabundo de Bukuswki, a los 24 años publica “Aftermath of a Lengthy Rejection Slip” en Story Magazine. Dos años más tarde publica otro cuento, y al ver lo lento que es el proceso de publicación se desilusiona, cayendo en un receso de una década de creación literaria. Todos estos años los pasa vagando, trabajando en empleos temporales de poca monta, en pensiones baratas y moteles sucios, y por supuesto, en bares. Las anécdotas de este periodo de tiempo serán el material principal que ocupará en los más de 50 títulos que publicará años más tarde. A principios de los años 50, Bukowski comienza a trabajar como cartero, empleo en el que dura tres años, y en el 55 lo hospitalizan por una ulcera sangrante muy grave en el estómago, le prohíben el alcohol y no lo deja. Aproximadamente 4 años más tarde regresa a la oficina de correos, donde se queda laborando una década. Comienza a publicar poemas en la Revista de Literatura “The Oustider”. En 1967, escribía una columna titulada “Notes of a dirty old man”, para el Periódico Independiente de los Ángeles. Desde 1969 a los 49 años, deja el empleo de cartero y se dedica solo a escribir, publica su primera novela “El Cartero”, y comienza a vivir de sus publicaciones. Llega la fama, el dinero, y las conferencias en universidades, por primera vez Bukows tiene estabilidad económica y puede dedicar su etapa adulta a escribir. A casi un siglo de su alumbramiento es importante aclarar que el encanto por un poeta como Hank no es cerebral, sino meramente un gusto por lo que ofrece: sangre, decadencia, vitalidad y nihilismo.