No se mueve ninguna hoja del árbol sin la voluntad del señor
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Opinión

No se mueve ninguna hoja del árbol sin la voluntad del señor

 


 

¿Alguien recuerda esta frase?, en la década de los 70 se repetía, después de la brutal represión a estudiantes en el 68. Siguió un impasse en México, nada se movía sin la voluntad del presidente. Recuerdo las reuniones en Palacio de Gobierno de Oaxaca, que presidía Luis Echeverría ya a fines de su sexenio, eran interminables, discurso tras discurso de los políticos, vacíos y huecos en su comunicación. Recuerdo que se decía que mientras menos dijeran y más rebuscadas fueran sus expresiones, era mejor.

En mis adentros, me interrogaba, cómo le hacía el entonces presidente porque no se paraba ni al baño. Tenía una disciplina impresionante para estar en esos maratones de bla, bla, bla. Él se guardaba hasta el final y daba contestación a todo lo que sus agremiados de partido habían dicho. Yo estaba muy joven, iniciaba mis pininos en la Administración Pública con gran dinamismo, pensarían que propio de la juventud, pero gracias a Dios, a la fecha conservo toda esa intensidad de buscar solución a los problemas. Por eso, ahora escribo, no para dolerme de la situación, sino para ver dónde hay una luz que nos lleve a buen puerto.

De las reuniones palaciegas a las que me refiero y que los subsecuentes presidentes acostumbraban ante un público multicultural, pues recuerdo que se reservaba un espacio para algunos campesinos y personas de comunidades étnicas, para que junto con arreglos florales y ahora con grandes pantallas de televisión, que trasmite la imagen de los integrantes del presídium, luciera el evento, como hasta la fecha.

Pero lo que yo quiero resaltar por el título del presente artículo, es que había una persona que revisaba los discursos de los que intervenían en esas reuniones. No se podía decir nada en contra de lo que proponía o decía el presidente. El control era absoluto y solo eran loas, agradecimientos y felicitaciones reptilianas por los actos de gobierno que era obligación del presidente y su gabinete de hacer, en beneficio de los pobladores.

Ya por los años, 80, a nivel nacional, no faltó quien cambiara su discurso y no se apegará al guion, y hablara con libertad. La prensa escrita y los medios de comunicación, siempre ha sido críticos desde siempre, nuestro mejor referente son los hermanos Flores Magón. Sin embargo, en esta época a la que me refiero de Luis Echeverría a Carlos Salina de Gortari, eran más loas las que recibían que alguna crítica. Simplemente las voces disidentes no se escuchaban.

Pero un oaxaqueño tenía que iniciar el desorden, hablo de don Luis Castañeda Guzmán, diputado federal por Oaxaca, cómo en el sepulcral silencio del recinto legislativo de San Lázaro, sería en 1982, con su voz fuerte y gruesa, le grita a quien hablaba en el pódium “cerdo, cerdo”, varias veces. De ahí empezó la indisciplina que hasta ahora impera, como tirarle monedas al diputado en pleno discurso, insultos, conatos de golpes y toma de la mesa directiva. Esto ya no asusta, sucede en todo el mundo.

Otro acontecimiento importante fue el surgimiento de los derechos humanos. Fue un parteaguas en la vida jurídica mundial, cuando en 1979 aproximadamente, surge la asociación internacional HUMAN RIGHTS WATCH que abanderó la dignidad humana como la base de los derechos humanos. Conforme se fue difundiendo, los jóvenes de la época nos empoderamos indudablemente, abrimos los ojos, vimos la vida con otro cristal y vimos a los gobernantes como lo que son, servidores públicos que no pueden atropellarnos ni imponernos su voluntad.

Surge Amnistía Internacional y muchas otras organizaciones de defensa de los derechos humanos. Quiero destacar que el surgimiento de la cultura de los derechos humanos y el fortalecimiento del sistema de partidos, fue la coyuntura que permitió avanzar en una democracia participativa en México, perfectible siempre por las ambiciones propias de quien llega a la cima del poder.

Pero después del año 2000, surge la Ley de transparencia, en el 2014 la reforma a la ley electoral, yo recuerdo con cierta risa, la conmoción interna de los gobiernos, de ¡cómo vamos a dar a conocer tal cosa!, que están pidiendo por transparencia; hasta hoy, se niegan alegando, que es seguridad nacional, este fenómeno que también se fortaleció con más legislación para controlar los apetitos del poder, como la ley de Responsabilidades Administrativas y el Sistema Nacional Anticorrupción, (que le dedicaré después un artículo para decir, por qué no funcionó), un sistema judicial cada vez más independiente. En el que los presidentes de la república dejaron el teléfono rojo para llamar al presidente de la Suprema Corte de Justicia para pedirle los favores.

Hoy sabemos que con el sexenio que en este año concluye, regresó el teléfono rojo. Hoy la supuesta Cuarta Transformación quiere acabar con los contrapesos que tanto esfuerzo costó construir, para regresar a la hegemonía del poder de un solo hombre. Hoy se plantea a los ciudadanos, si nos vamos a dejar, si tendremos el conducto civilizado del diálogo para poner en claro el destino de nuestro país. Si vamos a regresar a los años 60 al populismo con una corte reptiliana. Usted, lector, tiene la palabra.  

 

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