Ilícitos a plena luz
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Opinión

Editorial

Ilícitos a plena luz

 


Uno de los lugares más inseguros de la capital oaxaqueña es, sin duda alguna, el Mercado de Abasto. En las redes sociales se pueden encontrar a menudo videos de cómo operan las bandas de delincuente comunes que hacen vivir a los mercaderes y clientes, un verdadero infierno. Sin embargo, a pesar de la existencia ahí de organizaciones que aglutinan a los vendedores, al trasiego de droga, los asaltos a plena luz del día, las extorsiones y el cobro por derecho de piso son prácticas cotidianas. La semana antepasada circuló profusamente un video que mostraba el modus operandi de un par de delincuentes: se asomaban a un vehículo conducido por una dama y la despojaban de las compras. Después, para evitar que la misma pidiera ayuda, la escoltaban prácticamente fuera del área hasta que ya no representara peligro para ellos. Es importante que la Comisaría de Seguridad Pública Municipal tome nota del hecho, en virtud de que están ya en puerta las concentraciones de comerciantes que llegan de toda la entidad y de otras partes de la República a vender sus productos, con motivo del “Día de Muertos”. Es impresionante la cantidad de dinero en efectivo y mercancía que se mueve en esta temporada, por lo que las bandas de ratas comunes andarán muy activos para el robo.
Sin embargo, la comisión de diversos delitos no es privativa del Mercado de Abasto. El directorio de tiendas de conveniencia, farmacias, bancos y otros, ha crecido en los últimos tiempos. Los delincuentes no dan tregua alguna. Hace unos días un sujeto fue baleado en céntricas avenidas, antes lo fue una mujer, a la que fueron a ejecutar en un negocio de las calles de Guerrero, a unas cuatro cuadras del palacio de gobierno. Ayer fueron arrojados dos cadáveres en las Riberas del Río Atoyac y se reportaron otras dos ejecuciones en San Martín Mexicapan. Los asaltos a camiones de pasajeros, a automovilistas, el robo de autos y auto-partes, motocicletas, etc., se dan en las horas del día y en sitios concurridos como la Colonia Reforma. Quienes pierden sus vehículos jamás los vuelven a recuperar. Al inicio del actual gobierno, la Agencia Estatal de Investigaciones (AEI) entregó algunas unidades que habían sido recuperadas, pero el hecho jamás se volvió a dar. La inseguridad es lacerante y se añade a la de por sí difícil situación de la ciudadanía. Pero se advierte asimismo, que no hay respuesta de las autoridades, ante lo cual no queda más que la denuncia.

Nada de prebendas

De una cosa estamos ciertos: la pobreza del erario estatal ha ido en sentido contrario a la urgencia de nuestras necesidades. En los últimos meses, la fuerza de la naturaleza se ha abatido sobre Oaxaca. Los últimos siniestros permiten reflexionar sobre la necesidad apremiante de la restauración, la reconstrucción y la normalización de la vida en aquellas comunidades que fueron devastadas. Más de 100 mil casas destruidas total o parcialmente no es cosa fácil. Es un reto enorme tratar de paliar esta situación de devastación y muerte. Cientos de miles de oaxaqueños perdieron todo. Casas, cosechas, patrimonio, en un evento de que nadie tiene el control. Se trata de fenómenos naturales que no se pueden predecir, pese al avance de la ciencia y la tecnología. Habrá necesidad pues de emprender políticas de austeridad en el gasto gubernamental; de restringir las erogaciones en bienes suntuarios, desde luego que nada que afecte a la buena marcha del gobierno. Pero hay un factor en el que se requiere mano dura y firme: en el flujo de los recursos que exigen a fondo perdido, ese extenso directorio de organizaciones sociales y sedicentes dirigentes y falsos redentores sociales.
Ni un peso debe ser destinado a estos vividores, que lo único que saben hacer es estirar la mano, como Carlos Beas de UCIZONI, exigiendo 10 millones de pesos hace unos días. Ni un solo cheque a los que se pasan la vida extorsionando a los funcionarios del gobierno actual; a los que usan el chantaje para apretar e intimidar; a aquellos que han hecho grandes fortunas con los recursos públicos sin rendir cuentas de su destino. A los triquis que se apropiaron de los pasillos del palacio de gobierno, con el viejo ardid de que son desplazados, hay que desalojarlos o exigirle a la Comisión Interamericana de los Derechos Humanos (CIDH), que sin más emite medidas cautelares a investigar la verdadera naturaleza de su protesta. Son chantajistas y fanáticos que caminan al tenor de sus dirigentes. Menos a los maestros de la Sección 22 o su brazo golpeador, la Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado de Oaxaca (CENEO), que ahora tienen entre sus demandas la exigencia de plazas sin evaluación. La urgencia de atender a nuestros hermanos damnificados por el sismo no debe permitir distracciones en la ayuda que requieren. Hay que apretar a organizaciones, maestros, normalistas y adláteres. No hay recurso que alcance para tantas necesidades, pero que sí puede ser racional, si se les niega a quienes bajo la careta de luchar por el pueblo se lo meten al bolsillo.