Guardia Nacional ¿militarizada?
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Opinión

Guardia Nacional ¿militarizada?

 


Una cosa está clara: el crimen organizado, la violencia, la criminalidad, la delincuencia, el narcotráfico y sus complicidades, deben terminar ya. Cuestan muchas vidas: 200 mil muertos en unos cuantos años, a cada instante, en cualquier momento, en lugares específicos son asesinados mexicanos confrontados o simple y sencillamente porque ‘pasaban por ahí’. La tragedia es cotidiana y cientos de familias han quedado sin camino ni mañana.
Durante años, meses, semanas, días y horas, la mayoría de los mexicanos hemos estado sumidos en una avalancha terrorífica. La del dolor humano. La de la sangre derramada. Los robos con violencia, asaltos, secuestros, agresiones. Y esto ocurre y se ve a cada instante, sin pudor alguno, en los distintos medios de comunicación en donde con mucha frecuencia se exponen los crímenes y, por falta de ética periodística, en muchos se exhibe el cuerpo humano en condiciones humillantes.
Desde hace mucho tiempo estos hechos se han convertido en lo cotidiano, en lo del día a día, y uno los ve en los informativos ya sin sorpresa, ya sin dolor alguno, ya sin recriminaciones a nadie por lo ocurrido. Y sin embargo, hay mucho miedo en la sociedad, porque esa violencia se ha extendido y se le tiene pánico.
Durante las campañas de gobierno, todos los candidatos a la Presidencia de la República giraron en torno al tema central para los mexicanos: el de la seguridad pública. Además de ser un reclamo, es un problema interno y a la vista de fuera del país. “México violento” se dice en el extranjero. Y por lo mismo cada uno lanzó su cuarto a espadas para decir cómo habría de combatirlo.
El candidato López Obrador decía por entonces que si llegaba a la Presidencia lo primero que haría sería mandar a las fuerzas militares de regreso a los cuarteles, para que hicieran las tareas que constitucionalmente están asignadas para estos cuerpos: Ejército Nacional y Marina Nacional, la de la salvaguarda de la soberanía nacional y la defensa de nuestro territorio y de los mexicanos frente a amenazas en contra de la seguridad nacional.
Pero una vez que ganó las elecciones y se encontró con la realidad, de pronto giró 180 grados para decir que el problema de la seguridad pública en México sólo lo podría combatir con el apoyo de las fuerzas armadas de México; que la policía federal y cuerpos policiacos habían fracasado y que, por lo mismo, habría que mantener a los soldados en tareas de seguridad.
Antes de 2006 el Ejército y la Marina nacionales habían sido cuerpos muy queridos, muy respetados, muy de nosotros, de todos los mexicanos, porque eran garantía de nuestra integridad y representaban -y representan- la fortaleza de nuestras instituciones; por su carácter, por su disciplina, por su orden y porque simple y sencillamente está integrado por gente del pueblo y todos juntos nos veíamos ahí, en la defensa nacional.
Pero en 2006 el presidente Felipe Calderón, sin más ni más, decidió que la altísima criminalidad en México, pero particularmente en Michoacán -su tierra- no podía ser combatida con las solas fuerzas de seguridad pública y sacó entonces a las fuerzas militares de sus cuarteles para hacerles frente. Era –dijo- “una guerra” contra el crimen organizado.
De entonces a la fecha el Ejército y la Marina mexicanas se involucraron en una tarea que, en el fondo no querían hacer, que era la de ser vigilantes y policías y militares al mismo tiempo. Y sus métodos estaban hechos para la confrontación, para lo definitivo, para arrasar con la hierba mala. Y en esas estaban cuando comenzaron a llegar denuncias de excesos, abusos, violación a los derechos humanos e, incluso, casos como el de Tlatlaya que todavía merecen explicación.
Y de modo ambiguo la gente de distintos estados de la República, particularmente aquellos en donde el crimen organizado se había asentado, necesitaban seguridad y querían la presencia de los militares, pero al mismo tiempo les comenzó a temer.
Y no es que los militares o marinos en general sean gente de agresiones o agravios, pero si ha habido excepciones. El Ejército Nacional y la Marina Nacional siguen siendo instituciones respetables y queridas: pero siempre en el modo histórico, en el modo querido, en el modo en el que están ahí para ayudarnos y para querernos –también-. Nunca confrontados con los mexicanos.
Y por eso ha costado mucho que la Guardia Nacional que propuso el presidente López Obrador consiguiera su aprobación en la Cámara de Diputados en donde se requerían las dos terceras partes de los votos a favor para aprobarla.
La principal objeción que se puso era que al poner en mando militar la seguridad pública del país, haría que no sólo esa seguridad sino mucha de la vida pública de México se vieran sometidas a órdenes militares y gobierno militar. Esto porque los mexicanos hemos visto a lo lejos en países –sobre todo centro y sudamericanos- en donde la militarización ha conducido a dictaduras asimismo militares. Y lo que esto ha significado en vidas y destino…
Luego de estas objeciones se llevaron a cabo foros de análisis para desahogar distintos puntos de vista al respecto, aunque la mayoría coincidía en ‘no a la militarización del país’, incluyendo a Tatiana Clouthier, quien apoyó con mucho énfasis a López Obrador durante la campaña y quien advierte que esta militarización puede tener riesgos para la democracia mexicana. ¿Se les incluyeron estos puntos de vista en las Reforma? Parece que no.
En todo caso ya el miércoles 16 fue aprobada la iniciativa con mando civil y operaciones del tipo militar. Esta parte habremos de analizarla aparte, porque todavía hay que leer la letra chiquita de las reformas y el documento final.
Se aprobó en lo general y en lo particular con 348 votos a favor, 108 en contra y 10 abstenciones. Operó la mayoría de Morena y sus aliados en campaña, lo que sorprendió a todos fue el voto a favor del Partido Revolucionario Institucional (PRI), lo que hizo la mayoría calificada que se requería, y con esto una factura que ya veremos cómo es pagada por el gobierno mexicano.

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