Noche de Reyes
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Noche de Reyes

 


El abuelo tapado con una piel de venado se mecía en una hamaca; tenía entre sus manos una pequeña linterna que se encendía a intervalos regulares como si fuera el latido del corazón de la tierra.
Acercándose a la hamaca Pepe le dijo: Abuelo cuéntame otra vez cuando viste a los Reyes Magos.
Esa madrugada, al pasar el arco triunfal de cantera ocre que era la puerta de entrada al pueblo de Santa María del Marquesado, los Magos se postraron de uno en uno ante los pies de la imagen de la Virgen de la Soledad, en la ermita del mismo nombre, para dar gracias a Dios por haber llegado con bien a la ciudad de Oaxaca.
Desde aquí se escuchaban las aguas del río Atoyac que corrían a escasos cien metros, en la parte de atrás y todos en el pueblo estaban profundamente dormidos, excepto el fiscal de la garita del Marquesado que prudentemente esperaba a los viajeros que salieran de la ermita para anotar en el registro su llegada y cobrarles el peaje correspondiente por su paso hacía la ciudad de Oaxaca, ya que, al verlos llegar los había confundido con unos comerciantes de grana cochinilla.
Al salir de la ermita cruzaron la calzada adoquinada para presentar sus respetos al vigilante y anunciarle que esa noche sólo venían a Oaxaca a traer la dicha a los oaxaqueños, principalmente a los niños.
Al escucharlos, el fiscal recordó la noche en que su padre lo llevó especialmente a presenciar unos juegos florales al teatro Macedonio Alcalá para escuchar al licenciado Fernando Gómez Sandoval, quien dijo que: “Tal vez el hombre nunca había sido tan feliz como cuando vivió en las cavernas”.
Y tenía razón, en las cavernas el hombre no tenía nada, no deseaba nada, no temía perder nada, y la dicha que hasta la fecha cree perdida, la lleva en su corazón.
Y esta madrugada los magos anunciaban que traían nuevamente la dicha a los oaxaqueños que durante 485 años la han buscado inútilmente en las cosas materiales, en la riqueza y en el poder.
Al despedirse los magos le regalaron una pequeña linterna que sólo alumbraba con una luciérnaga que llevaba en su interior.
¿Y esto? Preguntó. “Es nuestro regalo especial para Pepe, tu nieto”.
Y ¿Eso es todo? “No, no es todo. Trataremos de explicarte”.
“La luz simbolizada con la luz de esta pequeña luciérnaga, dotará a Pepe de las herramientas intelectuales necesarias para permitirle redescubrir su esencia y conectarle permanentemente con su creador. Pepe tendrá un renacer espiritual, extraordinario”.
“Desde ahora deben saber todos los que lo quieren que no será fácil; el sendero es largo y lleno de obstáculos. Sin embargo, Pepe ha sido dotado con voluntad, conciencia, inteligencia, imaginación, razón, personalidad y el carácter para lograrlo.
El trabajo en él mismo y la superación interior que alcanzará atraerán, de forma natural, su bienestar, su felicidad perfecta y su prosperidad verdadera”.
“La libertad de pensamiento y el sentido común deben ser sus premisas principales e indispensables. Para su crecimiento interior, guía e información, debe beber el agua de la sabiduría dejada como legado para la humanidad por los filósofos de las culturas clásicas, modernas y contemporáneas”.
“El único compromiso será con él mismo y José Manuel deberá aceptar o no la elección de evolucionar. Es necesario que sienta un firme acuerdo con su compromiso interior. A partir de su propio conocimiento comenzará su desarrollo espiritual que despertará el potencial adormecido, propio de su naturaleza humana, que lo dotará de habilidades sensoriales y mentales para encontrar respuestas claras y concretas a las interrogantes más trascendentes en el proceso de desarrollo del ser”.
Ahora sí, eso es todo, le dijeron los Reyes Magos al vigilante, trata de trasmitirlo a José Manuel conforme vaya creciendo y poniendo la mano derecha sobre el corazón hicieron una pequeña reverencia en señal de despedida y tomaron el rumbo a la ciudad de Oaxaca.
Así es como recuerdo haber visto a los Reyes Magos José Manuel. Con el tiempo irás descifrando este legado extraordinario. Mientras tanto recuerda que “sólo tu corazón podrá proporcionarte la dicha, si lo conservas como hasta ahora, generoso y bueno. El corazón que nada desea ni teme, es el que sólo posee la dicha”.
Esta noche era diferente, se respiraba alegría y una pequeña flama iluminaba el ambiente. Era la noche del cuarto día en que Pepe empezaba a caminar solito y también era la Noche de Reyes.
Pepe se despertó y al ver la luz de la luciérnaga que se encendía y se apagaba se bajo de la cuna y camino hacía la linternita, la tomó y acercándola a su rostro, sonriendo y con voz grave balbuceo ¡ta…ta!
Pepe, si sabes a dónde vas, encontrarás el camino.